ANDREW
No cabía duda de que lo que había descubierto ese día, era la atrocidad más macabra y siniestra, que alguna vez haya presenciado. Las paredes de esa oscura, sangrienta y hedionda habitación, se quedaron grabadas en mi cabeza y en mi fosas nasales; algo que jamás podré olvidar, y que aún en mis mas perturbadoras pesadillas, se hace presente.
A pesar de haber sido de día, y que en ella había una ventana de cristal; donde se suponía que hubiera algo de claridad, la oscuridad parecía impregnada en cada pared. La sangre estaba esparcida en el ajado suelo de esa anticuada cabaña.
En la cama se hallaban los restos, de lo que aparentaba ser una joven, que había sido desmembrada y mutilada. Sus órganos habían sido removidos, y la cabeza colgaba de un gancho y un cable de aluminio del techo.
Su expresión lucía en calma, como si no hubiera sufrido en sus últimos momentos. Le daba ese toque más horripilante a la escena.
La sábana, que estaba supuesta a ser blanca, esa sangre estaba chorreante en cada borde de ella; mientras que en el centro de la misma, parte de ella había sido absorbida.
Me retiré permanentemente de mi oficio por ese impacto que provocó. Hasta el sol de hoy, esos recuerdos son algo que me han perseguido a través de los años, y que no he podido superar. Aún despierto de esas pesadillas, escuchando los crujidos del suelo al pisar o el sonido de la rama de aquel deshojado árbol, al golpear la ventana.
Me miré en el espejo del baño, y lucía distinto a hace años atras. No recuerdo cuándo fue la última vez que mi rostro vio una navaja, o que mi cabello rizado tuvo contacto con el cepillo. Mi esposa me ha dado la queja de que no soporta mi dejadez y, solo por ella decidí hacer el intento. Hemos estado casados por más de diez años, pero nos hemos ido poco a poco distanciando.
Estaba concentrado en lo que hacía, pero en un pequeño descuido, me hice un pequeño corte en la barbilla mientras me rasuraba. Hace mucho tiempo no lo hacía e incluso en esto me he vuelto torpe.
Acerqué la toalla blanca y sequé esa lágrima que descendió por mi cuello. Cuando planeaba retomar lo que hacía, vi como la sangre se fue esparciendo en toda la toalla y, del miedo, la tiré dentro del lavamano, retrocediendo hasta tropezar con algo.
—¿Te sientes bien, Andrew?
Me sobresalté al escuchar la voz de mi esposa, y miré de vuelta al lavamano, pero la toalla se veía intacta.
—Sí, estoy bien.
Su voz se escuchaba distorsionada y, aunque quería atenderla, mi atención estaba en lo que vi.
—Andrew— me agarró el brazo, y volví a mirarla—. Deberías tener más cuidado— alcanzó la toalla y la llevó a mi barbilla —. ¿Podemos salir a comer hoy? En 5 días es nuestro aniversario, y pensé que esta noche podíamos retomar el tiempo perdido.
—Quizás otro día. Debo hacerme cargo de unas cosas, Jennifer.
—¿Cuánto tiempo más planeas quedarte encerrado? Estamos viviendo en la misma casa, y muchas veces ni te veo por días. No sé cuánto tiempo más pueda soportar esto— negó con la cabeza, y salió del baño.
Yo solo necesito estar solo y pensar.
Dejé todo como estaba y me encerré en mi despacho, donde podía sentir calma y pensar con claridad. Me serví una copa de Whisky y me senté en la silla del escritorio, donde aún conservo los detalles de la investigación. Todo en las imágenes estaba justo como lo presencié, era lo único que tenía a la mano de evidencia y los recuerdos.
Tomé la decisión de retirarme porque mis superiores no me permitieron retomar el caso, ni inmescuirme en el, luego de lo sucedido ese día; aun así, decidí continuar la investigación, y no descansaré hasta que encuentre al culpable.
Observé con detenimiento las gotas de agua, mientras se escurrían de la copa y aterrizaban en el escritorio. Los recuerdos de ese día invadieron mi mente de nuevo.
Yo debo encontrar a esa persona. Debo hacerle pagar por ese crimen atroz. La impotencia de no haber encontrado ni una pista, es algo que me lleva al borde de la desesperación, y de dudar de mis propias capacidades.
Alcancé el bolígrafo más cercano, y fui escribiendo en mi viejo diario. Deseaba aliviar la carga, ¿Y qué mejor forma que en un papel?
ALBERN
Al dia siguiente:
—Otra maravillosa y jugosa mañana— miré el despejado cielo, y volví a mirar a la joven.
Los pausados y débiles sonidos de sus uñas al enterrarse en el terreno seco, me llamó la atención. No pude evitar acercarme, hasta quedar a la altura de su cabeza, y le miré desalentado. Su hermoso rostro había desaparecido. Su expresión dulce, se había tornado en una muy horrorosa. No era lo que esperaba, ha dejado de ser bella.
—Has perdido lo único atrayente a tu persona; la belleza.
Levanté el puntiagudo machete, y de una sólida tajadura en su cuello, la cabeza se desprendió del cuerpo. No deseaba esperar hasta la última gota, simplemente arrastré su cuerpo hasta la habitación; lo recosté sobre la cama y busqué una bolsa negra para poder llevar comida a la casa. Saqué el bisturí de mi pantalón y corté su ropa, luego de colocar la bolsa negra justo al lado de su cuerpo.
Acaricié su vientre y me quedé contemplando su cuerpo desnudo. Su calor corporal podía percibirlo a través de los guantes. La cicatriz en su vientre despertó mi curiosidad. La pureza superficial también la había perdido, ya no quedaba ningún atractivo en ella.
Acerqué el bisturí al centro de su pecho, cortando en línea recta hasta su vientre. Expandía la incisión de una forma abrupta para poder apreciar su encanto. Como lo imaginé; su verdadera belleza estaba oculta en su interior.
Removí con delicadeza cada órgano visible con la ayuda del machete y el bisturí, para luego guardar ambos pulmones en la bolsa y asegurarla. Dejé tendido el resto sobre la cama, para ir en busca de su cabeza.
Al regresar a la habitación, miré la cabeza y las gotas de sangre que iban pintando el suelo. No podría mostrar mi arte con tan poco material.
Coloqué la cabeza boca abajo por arriba de su cuello, no toleraba ver su fealdad. No tenía mucho tiempo o interés en quedarme, así que recogí mis cosas y me marché a la casa. Debía deshacerme de todo lo que pudiera causarme problemas, y por el camino lo hice.
Tan pronto llegué, fui directamente a la cocina. Lavé mis manos con suavidad y atención. Los ladridos me estaban disgustando, opté por encender la radio. Hace mucho tiempo no le presto importancia a la ópera, y me parecía el momento oportuno de ambientar el día.
Preparé los ingredientes necesarios para hacer mi platillo favorito. La carne fresca al ajillo, es uno de mis más codiciosos platos.
Se debe limpiar y cortar con delicadeza y en pedazos finos, para que la cocción sea más fácil y rápida; más absorba el sabor de cada ingrediente. La sal debe desparramarse por cada parte, sin descuidarse alguna.
Una de las mejores partes, es la cocción a fuego medio. Ese deleitable y apetecible olor, me mantenía fascinado.
Al finalizar, serví el plato en la mesa, junto a una copa de vino Cabernet Sauvignon y me senté a observar el plato. Jugué con el cuchillo para cortar un pequeño trozo, y apreciar lo jugosa que estaba la carne. Acerqué la carne a mi nariz, para poder disfrutar de ese delicioso olor.
Al llevarlo a mi boca, la textura era blanda y el sabor irresistible. Cerré los ojos para concentrarme en el sabor que mi paladar estaba experimentando, luego de tanto tiempo. Pude percibir esa energía corriendo por mis venas a una velocidad casi inmediata. Me sentía renovado en todos los aspectos.
Terminé de cenar y lavar el plato, cuando vi el periódico encima de la mesa de la sala. Me senté en el sofá, y examiné el periódico con la intención de matar un poco el tiempo; no tenía nada más que hacer para la tarde tampoco.
Aprecié muchas mujeres hermosas. La mayoría poseían ese único aura elegante y hechizante, que captaron mi interés en una fracción de segundo. Sus facciones finas y las miradas coquetas, eran dignas de admirar.
Entre todas ellas, hubo una que llamó más mi atención; aunque no era precisamente modelo. El anuncio donde aparecía su foto, era un reconocimiento de parte del Hospital Johns Hopkins, por su profesionalismo y excelencia. Su nombre era Jennifer Watson, pero no dan mucho detalle sobre su persona. Su sonrisa era deslumbrante y, sin duda, una de las más bellas que haya visto. Me pregunto si podré averiguar sobre ella.
ANDREW
2 días después:
—¿No han podido dar con ese asesino, Peter? Dame los detalles que han investigado sobre el caso, por favor.
—Quisiera poder ayudarte, colega, pero más que nadie conoces el reglamento y las normas. El comandante Philip nos prohibió a todos hablar sobre el caso. Comprende que es muy delicado.
—¿Han encontrado más víctimas?— insistí.
—Me temo que tampoco puedo brindarte esa información. Lo siento mucho, Andrew. Con el respeto que usted se merece, es muy tarde, y creo que debería descansar y alejarse de todo esto.
—Gracias por nada, Peter —colgué la llamada, y tiré el celular al suelo.
¡Maldición! Han pasado dos días y aún no he logrado sacarle información a nadie. Reconozco que el caso es complejo, pero yo estaba a cargo de el.
Me acosté en la cama, y me quedé en un leve letargo. Era de madrugada, y aun así, estaba desvelado por todas las cargas que tenía en mi cabeza. Todo se me hacía más confuso, por donde quiera que lo viera. Es un caso que aún no cierran, a pesar de los años que han transcurrido. He escuchado noticias sobre mujeres desaparecidas, pero la policía no rinde detalles a la prensa.
Han habido 12 jóvenes que han estado desaparecidas y, hasta el sol de hoy, no han encontrado rastros para dar con su paradero. Ninguno de mis contactos han querido soltar prenda sobre esos casos, y estoy casi seguro que están conectados.
Un sonido singular me despertó de ese trance en el que me encontraba; casi similar al de las ramas al golpear la ventana de aquella escalofriante habitación. La similitud fue la causante de que de forma automática e inmediata, mirara hacia la ventana; fue cuando alcancé a ver la silueta, de lo que parecía una persona. Del susto y la sorpresa, me levanté ligero de la cama. Fue tan rápido, que dejé caer la lámpara de la mesa de noche, y por unos breves instantes, quedé desconcertado; a tal límite, de perder de vista a la persona.
Me acerqué a la ventana y miré, pero ya no había nada.
—Andrew, ¿Te encuentras bien? — escuché la voz de mi esposa en la puerta, y corrí a abrirle.
—¡Hay alguien en el patio de nuestra casa!
—Eso es imposible, Andrew. Browny hubiera ladrado y no lo ha hecho.
—Cuando te digo que vi a alguien, fue porque realmente lo hice. Quédate dentro de la casa, iré a investigar.
—Será mejor llamar a la policía.
—¿A la policía, Jennifer?— suspiré molesto, y salí de la habitación.
Bajé a la cocina, ya que no tengo el arma de reglamento, y busqué un cuchillo. La linterna tuve que buscarla en otra parte, pero al tenerlo todo, pude salir de la casa.
Examiné todo el patio trasero, pero por desgracia, no encontré nada. No había rastros de la persona, ni siquiera huellas que pudieran guiarme a donde esa persona escapó.
Al girarme, me encontré cara a cara con mi esposa, y ella saltó del susto.
—¡Te dije que te quedaras dentro de la casa!— le grité molesto.
—No podía dejarte solo.
El sonido de la maleza nos alertó, y apunté la linterna a esa dirección. La maleza se estaba moviendo y me acerqué sigilosamente con el cuchillo en mano. Mi esposa se mantuvo detrás de mí en todo momento. Alcé el cuchillo para mover la maleza a un lado, y algún tipo de animal salió corriendo y fue cuando dejó al descubierto a Browny. El grito de mi esposa no tardó en escucharse. Estaba tendido en el suelo, y parte de su cuerpo ya había sido devorado por otros animales. Por el estado de pudrición y descomposición en que se encontraba, no era posible de que haya ocurrido hoy mismo.
Ese suceso fue algo que marcó mucho a mi esposa. No ha habido un día en que no mencione lo ocurrido, y es que por más que busco la forma de comprender lo que sucedió, no logro dar con nada. No examiné lo que quedaba de el, ya que era muy poco y el fuerte olor a descomposición, se había esparcido por toda la casa y permanecido por varios días.
Mi cuerpo ya no es el mismo de antes, últimamente he estado adolorido y con una migraña que no se me quita. El estar encerrado en estas cuatro paredes de mi despacho, muchas veces intensifica los síntomas. He estado entre libros, fotos, videos, información y en una búsqueda exhaustiva del caso, aún no he encontrado algo que me lleve al culpable. Siento que algo se me puede estar pasando en todo esto. Las pistas que hasta ahora he tenido a la mano, no son suficientes para atar los cabos sueltos.
—¿Puedo pasar?— escuché la voz de mi esposa al otro lado de la puerta, y oculté todo en la gaveta de mi escritorio.
—Dame un momento— me levanté para abrirle la puerta, y ella se detuvo en el umbral.
—Siento mucho interrumpir. Sé que has querido que te dé tu espacio, pero creo que es tiempo de que hablemos, Andrew. ¿Tienes tiempo para hacerlo?
—¿Qué sucede?
—¿Sabes que día es hoy?
—¿Jueves? —negó con la cabeza, y miré el calendario que colgaba de la puerta—. Hoy es jueves, Jennifer.
—Hoy es nuestro aniversario, pero veo que lo has olvidado. Supongo que aún estás muy ocupado con tus cosas— sonrió ladeado, y bajó la cabeza.
—Lo siento, yo… he estado muy concentrado en la investigación que lo olvidé por completo.
—¿Te has dado cuenta de lo mucho que has cambiado? Tu trabajo se ha vuelto mucho más importante que nuestro matrimonio. Hemos pasado mucho juntos y he querido permanecer contigo porque te amo, pero esto es más de lo que puedo soportar. Trato comprenderte, porque sé que tambien la has pasado mal y esa es una de las razones por la cual te has alejado de todo. Casi no nos vemos, aún viviendo en la misma casa. Ni siquiera dormimos juntos o salimos como solíamos hacer cuando comenzamos a salir. Me he estado cuestionando si es que dejaste de amarme o si ya no soy una prioridad en tu vida, y la respuesta a todas esas dudas, me la has dado con tu silencio, con esa indiferencia y lejanía. ¿Sabes? Creo que esto no va a funcionar, Andrew.
—Escucha, sé que hice mal al no recordarlo, pero eso no significa que haya dejado de quererte. Compréndeme, he estado algo ocupado con este caso, pero es algo que eventualmente voy a solucionar y todo volverá a ser como antes.
—¿Cuándo será eso? ¿Entre dos a cuatro años más? Andrew, entiendo lo importante que ha sido tu trabajo siempre, y realmente admiro mucho eso de ti, pero debes entender que ya estás retirado y este caso les corresponde a las autoridades correspondientes, a quienes en algún momento fueron tus ex compañeros.
—¡No lo acepto! Yo estaba a cargo de la investigación, y he conseguido más pistas de lo que esos inútiles han encontrado. Ese psicópata todavía está suelto haciendo de la suyas, y matando a más mujeres inocentes, mientras ellos se encuentran cruzados de brazos por ineptos.
—Si ellos no hacen bien su trabajo, ¿Por qué te tienes que sacrificar tu y a nuestro matrimonio, por algo que les corresponde a ellos? ¡¿Vale la pena hacerlo?!— alzó la voz, y de la molestia le di un fuerte golpe a la puerta—. Has cambiado demasiado. Ya no eres ese esposo dulce, cariñoso, y atento del que me enamoré. Luces irreconocible. Perdóname, pero creo que será mejor que dejemos las cosas hasta aquí. Voy a irme a vivir con mi hermana por un tiempo, al menos mientras realizo todo el proceso del divorcio. Creo que esto será lo mejor para los dos— quiso darme la espalda, pero le sujeté la mano y la acorralé contra la puerta.
—Perdóname, Jennifer. Te juro que no quise actuar así. He estado algo cargado con toda la situación, pero eso no implica que haya dejado de quererte— acaricié su mejilla, y acerqué mi frente a la suya —. Sabes bien que te amo con toda mi alma, eres la mujer de mi vida, por algo me casé contigo. No quiero que todo lo que hemos pasado, se vaya por la borda solo por esto. No quiero lo nuestro se acabe, y me duele mucho que estes mencionando el divorcio. Sé que no he sido un buen esposo, que le he prestado más atención a mi trabajo, pero voy a mejorar eso. Dame una oportunidad, ¿Si? Te prometo que voy a poner de mi parte para arreglar lo nuestro, solo confía en mi. ¿Puedes?
—¿Por qué haces esto? ¿Sabes lo difícil que es para mi? — vi una lágrima asomarse por el borde de sus ojos —. Lo haré por nuestro matrimonio, y por todo lo que hemos pasado juntos, pero no me falles esta vez, por favor.
—Te juro que no lo haré— la besé, y ella correspondió mi beso.
Hace mucho tiempo no la había besado. A decir verdad, había olvidado la dulzura y suavidad de sus labios.
—Salgamos esta noche y celebremos nuestro aniversario como corresponde— le sugerí.
—Saldré más temprano del trabajo y así salimos.
—Me parece bien.
Decidí abandonar la investigación, al menos durante un tiempo, para poder tratar de salvar nuestro matrimonio. Hemos estado casados por mucho tiempo, y la amo demasiado como para permitir que todo se acabe.
Mantuve mi despacho cerrado con llave para no dejarme llevar por la ansiedad que me estaba consumiendo por dentro. Quise esforzarme en lucir presentable esta noche, no quería que siguiera notando mi dejadez. Afeité por completo mi barba, y al mirarme en el espejo lucía irreconocible. Hace mucho tiempo no me encargo de mi apariencia.
Mi esposa atrajo mi atención al salir de la habitación. Ese traje rojo, con encajes en ambos hombros, me hizo admirarla como hace tiempo no lo hacía. He estado ciego, que ni siquiera he admirado a mi esposa como se lo merece.
—Te ves muy hermosa, Jennifer. El rojo es definitivamente tu color.
—Gracias. Tú tambien te ves muy guapo, mi amor.
—¿Estás lista?
—Sí.
La traje al mismo restaurante que solíamos visitar para celebrar nuestro aniversario. Olvidaba el cómodo ambiente y la buena comida que aquí preparan. Cenamos y disfrutamos de una gran velada, aunque me estaba sintiendo un poco indispuesto, debido a la migraña. No quiero que nuestro noche acabe tan pronto, deseo llevarla a otro lugar, así que debo soportar un poco. Ya se me pasará.
Nos levantamos de la mesa, y quise pedirle una disculpa para ir al baño. Tal vez se me alivie un poco si me refresco.
—Ire al baño. Regreso enseguida, corazón— le avisé.
—De acuerdo. Te esperaré en el auto, cariño.
Me dirigí al baño y me miré en el espejo, luego de haberme refrescado la cara. Este dolor es insoportable. ¿Por qué me tiene que doler la cabeza justo hoy?
ALBERN
Caminé despacio por la acera y alcancé a verla, era ella, la misma doctora del periódico. Jamás pensé que sería tan fácil, y mucho menos que la encontraría sola. He estado observándola durante varios días, y al fin hoy podré tener una deliciosa y apetecible cena servida en la mesa, que logre saciar esa hambre que me atormenta. Desde el momento que la vi, supe que era especial y que debía ser para mi.
Por descuido me vio acercarme detrás de ella, y de forma inmediata, mis manos cubrieron su boca, pero ella no puso mucha resistencia, es como si se hubiera entregado o rendido facilmente ante mi. No tardó en perder el conocimiento y la cargué como si de una princesa se tratara. La llevé a mi auto, fingiendo que estaba dormida en mis brazos. Mi casa no quedaba lejos del lugar, por lo que no tuve que perder mucho tiempo.
Tan pronto llegué, la llevé directamente al sótano y acosté su liviano cuerpo boca arriba sobre la mesa de madera, en la cual mis instrumentos estaban colocados en orden. Amarré sus dos manos y sus dos piernas a la mesa, mientras admiraba ese traje rojo que llevaba puesto. No importa de qué ángulo la observe, no me canso de mirarla.
Alcancé el bisturí de encima de la mesa, y corté el traje por el medio con la intención de desnudarla por completo. Su ropa interior era un conjunto del mismo color de su traje. Cualquiera diría que se había preparado para este momento.
Con el mismo bisturí corté su ropa interior, para contemplar su cuerpo sin rémora. Sin duda alguna, su cuerpo era el más perfecto que alguna vez haya visto.
Mis manos deseaban acariciarlo y no tenía que contenerme. Al final de cuentas, ahora me pertenece.
Toqué su pecho despacio, presionando mis dedos en su piel y masajeando sus blandos y suaves senos. No imaginé que ellos reaccionarian a mis manos. Es sorprendente cómo, a pesar de estar inconsciente, su cuerpo reacciona de esta manera.
Las ganas fueron tantas, que me acerqué y lamí sus erectos pezones. Se endurecian más al contacto con mi lengua, y a decir verdad, estaba muy excitado con la situación. Ella es muy interesante. Es una lastima que mi hambre sea más fuerte, que mi excitación.
Creí que estaría inconsciente mucho tiempo, y que me daría la oportunidad de avanzar, pero me equivoqué. Justo en el momento en que tenía el bisturí en el centro de su pecho, la vi abrir los ojos.
—No podías despertar ahora, belleza. Casi estropeas mi fantástica obra, pero creo que aún podemos arreglarla. ¿Por qué no me muestras tu mejor sonrisa? Debemos impresionar al público, y resaltar tu belleza. No sería justo que solo yo pueda admirarla, ¿No lo crees? — lágrimas brotaron de sus ojos y me miró con espanto.
—¿Por qué me estás haciendo esto, Andrew?
—¿Andrew? ¿Quién es Andrew?
Al repetir ese nombre, unas voces invadieron mi cabeza. Tuve un sinnúmero de visiones, que no recuerdo haber vivido, pero de alguna manera, se sintieron muy familiar.
Había un hombre tendido en el suelo, un oficial, y una mujer de ojos azules.
—¿Oneil? ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué le ocurrió a mí hermano? — ellos se miraron entre sí al escuchar la pregunta.
—Hola, campeón. ¿Cuál es tu nombre?— el oficial se acercó, y su amable sonrisa no se notó forzada.
—Mi nombre es Andrew. Eres un oficial, ¿Verdad?
—Sí, y estoy aquí para auxiliar a tu hermano. Como verás, se ha desmayado, pero estará bien. Lo llevaré al hospital y luego regresamos, campeón.
—Tenemos que llamar a mamá, así ella puede acompañarlos.
—No hay tiempo. Hay que sacarlo de aquí. Del hospital se encargarán de llamar a tu mamá, ¿De acuerdo? — me acarició la cabeza, y miré el cuerpo de mi hermano.
—¿Mi hermano se pondrá bien? — cuestioné, cuando ella respondió por el oficial.
—Claro, niño— esa mujer de ojos azules trató de acercarse, pero el oficial se paró delante de mi.
—No hay necesidad de que siga aquí, señorita. ¿Por qué no se va a su casa? Yo me encargo del resto.
—Voy a ayudarlo, Sr. Oficial— insistió la mujer.
—No necesito de su ayuda, pero gracias por el ofrecimiento.
—Te la daré de gratis entonces— ella alzó un cuchillo que llevaba a su espalda para tratar de lastimarme, pero el oficial le sujetó ambas manos.
Retrocedí del susto, al notar que esa mujer quería hacerme daño. No me inspiraba confianza, a pesar de haber tratado de acercarse antes.
—Juguemos, pequeño campeón. Ve a esconderte bien, mientras le muestro a la señorita aquí presente las reglas del juego, ¿De acuerdo? — sugirió el oficial, pero mi cuerpo estaba paralizado del miedo.
—¿Qué estás esperando? Ve a esconderte— su insistencia me hizo reaccionar, y salí corriendo a esconderme.
Recuerdo esconderme detrás de la mesa del comedor, pero escuché los pasos de alguien y tapé mi boca tratando de que no me escucharan. No sé qué era lo que querían, o el por qué me estaban buscando con tanto desespero.
—¿Dónde estás, mocoso? Ya el juego se terminó. ¿Por qué no sales y nos divertimos un poco?— escuché la voz de esa mujer, y un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo.
Se escuchaba muy cerca, así que opté por salir del escondite y buscar uno mejor, donde pudiera ocultarme y ella no pudiera encontrarme. Aunque cuando caminé por la cocina, unos brazos me rodearon y alcancé a ver esa mujer. Su mirada espeluznante, me hacía sentir como si estuviera siendo devorado por ellos. No sé quién era ella, o por qué me miraba de esa forma, lo único seguro era el miedo que le tenía.
—Has perdido, mocoso— alzó el cuchillo y cerré los ojos resignado, pero hubo un sonido extraño que la detuvo—. ¿Qué demonios ha sido eso?— vi mi oportunidad, y le di una patada para salir corriendo.
Recuerdo subir esas escaleras a toda prisa y sin mirar atrás. Abrí la primera puerta que quedaba al subir, pero no imaginé que hubiera abierto la puerta al mismo infierno.
El oficial estaba allí, el mismo de la sonrisa amable; el mismo que me inspiró confianza y creí que era una buena persona. Pensé que hallarlo iba a ser suficiente para que esa mujer no me lastimara, pero me equivoqué. Ese hombre era el peor de todos.
El abdomen de mi hermano había sido perforado por un cuchillo que lo atravesó desde el centro del pecho, bajando en línea recta hasta más abajo de su ombligo. Sus órganos estaban expuestos, y a pesar de eso, pareciera que estaban palpitando. Sus intestinos estaban colgando de su abdomen, como si de una soga se tratara. El olor a sangre fresca inundaba esa habitación. Mi cuerpo se paralizó por completo, no se movía por más que me decía a mi mismo que debía salir de ahí o sería el siguiente.
Alcancé a ver cómo una sonrisa siniestra y perversa, se ensanchó de los labios de ese oficial. Fue lo último que vi de él, cuando mi visión se fue a negro.
Llegué a pensar que se trataba de una cruda y horripilante pesadilla, pero no fue así. Al despertar, me encontré en los brazos de mi hermano. Su pálido rostro estaba delante de mí, cubierto en esas sábanas blancas teñidas de sangre. Mi mano sujetaba el mismo cuchillo que aún estaba enterrado en su frío cuerpo. La sangre se había secado, como que el tiempo había pasado, pero nadie había venido por nosotros.
Me quedé justo al lado de la cama, observando cada parte de su cuerpo. Sabía que no podía hacer nada para remediar lo que había ocurrido y que no tenía tampoco la valentía de abandonar ese oscuro cuarto, con temor a encontrarme con el mismo diablo en persona de nuevo.
¿Cómo pude olvidar ese olor tan fantástico y delicioso, que se había impregnado en mi piel desde ese día?
Él no lucía triste o asustado. Era un poco inquietante, pero curioso, que su expresión, aún luego de todo, luciera tan calmada. Tal vez no sufrió, y estaba feliz de haber abandonado este lugar, para irse a uno mejor. Sí, eso era.
La verdadera belleza sale a relucir cuando más calmado te encuentras. Es por eso que he encontrado la forma de resaltar los encantos de cada quien, para mostrar el verdadero significado de ser bello. Es de suma importancia que el mundo lo sepa y que puedan admirar mi bella y divina creación en su máxima expresión.
—Suéltame, Andrew. ¿Por qué me haces esto?— su expresión se había transformado en una horrorosa, debido a las lágrimas que brotaban de sus ojos.
—Has dejado de ser bella. Tu expresión me repugna. Has perdido el único atractivo exterior hacia tu persona; la belleza. Aunque aún queda una; es la única que no desaparece, pero todos la ocultan, y es la de tu interior. Te prometo que haré que todos aprecien esta hermosa obra. Sería un desperdicio si no lo hago.
—¡No, Andrew! — rogó entre lágrimas.
Mis manos no podían esperar más y se movieron solas. Deslizar el bisturí por el medio de su pecho, jamás había sido tan complicado. Quería explorar su cuerpo completamente, pero una voz en mi cabeza no me dejaba tranquilo. Esa voz estaba cuestionando todo lo que hacía, queriendo evitar a toda costa que terminara mi magnífica obra.
¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué mi cuerpo no reacciona? ¿Por qué estoy haciéndole esto a mi esposa? ¡Huye de aquí, Jennifer!
Una escandalosa risa salió de lo más profundo de mi ser, permitiendo que pudiera concluir con esa intransigente y desesperante voz en mi interior.
—Como si eso fuera posible— presioné el bisturí en el centro de su pecho, para continuar mi recorrido hacia su vientre. Todo su cuerpo temblaba, a la par de la mesa—. Pronto todo acabará— el camino que se formó luego de ese corte, iba abriendo paso a que su piel pudiera ceder, y me permitiera abrir las puertas al mismo paraíso.
Miraba su desesperante y fea expresión, pero lo único que podía sentir dentro de mí, era repugnancia. Yo que pensé que ella era especial, que era bella, única e irremplazable, pero definitivamente me equivoqué. Ella solo fue otro intento fallido.
Usé instrumento trás instrumento, para extraer las mejores partes. El hambre me llevó a darme prisa, solo quería terminar y preparar la cena.
Guardé su partes en una bolsa plástica y al momento de colocarla encima de la mesa, se cayó. Temía a que se contaminaran al estar en contacto con el suelo, así que me doblé para recogerla y noté que debajo de la mesa, estaba el collar de ese perro fastidioso que no dejaba de ladrar días atrás. Al menos ya no tendré que escucharlo más.
Lo recogí y lo guardé en mi bolsillo para luego tirarlo. Subí a la cocina en busca de limpiar a fondo cada parte que extraje de ella. Debía preparar la cena, ya que sentía mis tripas retorcerse del hambre.
Nada mejor que cocinar con la música encendida. La ópera me ha gustado desde siempre, de alguna manera, me pone de buen humor.
Limpié los pulmones, y los corté en pequeños trozos para que la cocción fuera más rápida. Utilicé la olla de presión para ablandar un poco la carne y luego realizar un delicioso estofado. Quise acompañarlo con una salsa dulce, preparada con mango, azúcar morena, salsa de tomate, un poco de pimienta molida y sal. Las costillas que removí, preferí prepararlas al horno y al final agregarle la salsa barbecue para que le diera un picante, pero exquisito sabor a la carne.
Había preparado todo lo que acompañaría el menú principal; incluyendo el vino Cabernet. Es una mezcla de sabores que impresiona y estremece mi paladar.
—Excelente fuente de vitaminas, hierro, y carbohidratos— sonreí observando la salsa deslizarse de la carne hasta caer en el plato.
Alcancé la copa de vino y la levanté manteniéndola en el aire.
—Brindo por ti, porque gracias a ti tengo esta deliciosa cena servida en la mesa. Salud — acerqué la copa a mi nariz para olfatear su exquisita aroma, y sonreí al sentirme tan bendecido y complacido—. Observa tu belleza con el mismo regocijo, que la contemplo yo ahora.
Fin
Próximamente el Epílogo...
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