Cuatro meses después:
John
Las cosas iban fluyendo un poco mejor que antes. Estaba luchando con ese demonio interior que buscaba destruirlo todo. Busco la forma de ser un poco más sutil con ella, pero muchas veces me es difícil. Tenemos muchas diferencias, y eso ha causado muchas discusiones. Daisy se ha concentrado en la universidad y sus entrenamientos. Debo mencionar, que ha mejorado varias cosas en ese aspecto. Se ha visto más decidida y en disposición de aprender lo que le enseñan. Es poco el tiempo que nos cruzamos últimamente, ya que ha tenido varios exámenes en la universidad, y el trabajo a mi me ha mantenido muy ocupado. Por otra parte, he estado teniendo problemas hormonales, por así llamarlo. Problemas que no he podido resolver, y que me afectan en el rendimiento y concentración. Luego de la pérdida del bebé, yo no me he atrevido a tocarla, tampoco he podido estar con otra mujer. Se podría decir que he estado en el desierto, y es que ni mi mano es compatible conmigo. Extraño esos días donde esto no me afectaba, me he vuelto tan miserable.
—Pudimos investigar lo que nos ordenó, Señor. Todo indica que fue la gente del Panda, quienes ocasionaron ese ataque hace unos meses. Por las grabaciones que teníamos, pudimos investigar más a fondo y su empleado de confianza es uno de los que aparece en la cinta. Su nombre es Edrick, me tomé la libertad de buscar toda su información también e hice un perfil detallado y completo de este sujeto.
—El panda era uno de los socios de mi padre, me tocó hacer varios trabajos con él. Me gustaría saber quién es la persona que está pasando información a todo el mundo sobre la muerte de mi padre; a ese es a quien hay que darle de baja lo más pronto posible. No sé cómo se filtró esa información y no creo que Aquiles antes de morir lo haya hecho.
—¿Qué hará, señor?
—Por lo pronto, vamos a lidiar con Edrick. Quiero que encuentres su debilidad, necesito que cante para mí, así que te lo encargo.
—Si, señor.
Daisy
Las cosas entre John y yo han cambiado drásticamente, ya no es la misma persona de siempre. Tiene sus momentos en que está insoportable, y lo mejor es dejarlo en su mundo. Peleamos muchas veces, pero no ha sido la gran cosa. No me insulta tanto como antes, he visto que varias veces ha estado a punto de explotar con mis ataques y se contiene. A pesar de todo eso, siento que nuestra relación o lo que sea que tenemos, no avanza. Sé que no es expresivo, que no es cariñoso o detallista, que no tiene ningún interés en mí y me lo ha demostrado hasta ahora, pero a veces me hace creer que sí. No puedo evitar guardar una esperanza; no sé lo que estoy esperando de él, pero quizás eso es lo que hace que me frustre. Ni siquiera me ha tocado o me ha insinuado nada, no es como que esté esperando eso, pero es raro que con lo pervertido que es, no haya tratado nada. Escuché en la universidad del cumpleaños de una compañera y me puse a pensar en varias cosas. No conozco nada de John y no sé cuándo es su cumpleaños. Me surgió la idea de preguntarle, pero a él no le gusta que le pregunten sobre su vida personal.
Por otra parte, he seguido asistiendo a la universidad como de costumbre. He estado en puros exámenes y ha sido pan comido. Siempre me había gustado lo que estoy estudiando, pero no sabía cuán fácil era, y cuán buena me he vuelto en tan poco tiempo. Saqué la puntuación más alta en el último examen, y es algo que me hace sentir orgullosa de mi misma. He estado muy concentrada en mis estudios, quiero ser la mejor y serle de ayuda a John. Sigo viendo a Kwan de vez en cuando durante el mediodía y me comentó que se iba a ir en unos meses. A pesar de lo que hizo ese día, sigue tratándome igual de amable que siempre.
John me vino a buscar a la universidad, y se veía muy pensativo y no quise preguntarle en ese momento.
—Has estado mirándome desde que te subiste. ¿Sucede algo, mocosa?— preguntó inesperadamente, y miré por la ventana.
—Nada, John.
Al llegar a la casa me bajé, y él se quedó en el auto.
—Tengo que atender unos negocios y no sé a qué hora llegue a la casa, cualquier cosa avísame.
—Esta bien— se fue y entré a la casa.
Últimamente ha estado muy ocupado, no creo que este descansado tampoco lo suficiente. Al ver a Alfred se me ocurrió preguntarle.
—Bienvenida, Srta. Juliana.
—Gracias, Alfred. Esto será una pregunta extraña, pero ¿Sabes cuándo es el cumpleaños de John?
—¿No lo sabe usted que es su hermana?
—No, él no habla de eso conmigo— respondí nerviosa.
—Él no tiene un día en específico, pues en sus documentos ha tenido muchísimas fechas. Su verdadera fecha de cumpleaños es un misterio, creí que usted podría saberlo.
—¿Nunca ha celebrado su cumpleaños?
—No es como que a él le haga falta o le agrade ese tipo de cosas.
—Debe ser triste que no celebren su cumpleaños.
—De hecho, no creo que le interese saber siquiera.
—Aún así eso es muy triste. ¿Cree que le agrade si escojo el día de hoy como su cumpleaños?
—No creo que a él le moleste que haga eso. Al contrario, supongo que podría agradarle. Es su hermana, ¿Por qué no le gustaría?— Alfred sonrió.
—¿Cree que le guste que le prepare una tarta de cumpleaños?
—Nunca lo he visto comer postres o tartas, pero puede tratarlo, la intención es lo que cuenta.
—Supongo que tiene razón.
Subí a mi habitación y me bañé, luego bajé a la cocina y busqué recetas de como hacerlo. Algunos ingredientes faltaban y Alfred fue a comprarlos. Nunca había hecho esto, pero quisiera tratarlo. A mí tampoco me han celebrado mis cumpleaños, y es triste que nadie se acuerde de ti. No es tanto el detalle de una tarta, más bien es que te feliciten y se acuerden de ti, eso vale más que una simple tarta. Conociendo a John, no sé si le agrade la idea, pero es solo una tarta. No creo que forme tanto alboroto, ¿O si? Luego de haber pasado el trabajo de prepararla, me invadió la preocupación, tenía temor de que la rechace o que me desprecie por haber hecho esto. Me quedé en espera de John, pero era muy tarde y aún no regresaba. Sé que me lo había dicho, pero creí que quizás vendría antes. El sueño me estaba rindiendo y recosté mi cabeza sobre la mesa. No sé en qué momento quedé dormida.
John
—Hasta que al fin llega, Señor.
—¿Qué haces despierto todavía, Alfred?
—Estaba esperando a que llegara, al igual que su hermana. Lastimosamente se quedó dormida hace unos minutos.
—¿Y por qué me estaban esperando? Le dije a la mocosa que iba a llegar a tarde.
—Pase por la mesa del comedor, Señor. Iré a llevar su gabán al cuarto.
—Ok.
Caminé a la mesa del comedor y vi a Daisy dormida, toda su ropa y pelo estaba blanco del sucio. ¿¡Qué demonios es eso!?
—¿¡Te estabas drogando o qué!?— alcé mi voz al verla así. Ella despertó, y al verme se levantó de la silla.
—No, no es lo que piensas. Esto es harina, es lo que usan para cocinar y hornear. No tuve tiempo de cambiarme, no sabía que me encontrarías así. Que vergüenza— me volvió el alma al cuerpo, esta mujer va a matarme de un infarto—. ¿Te gusta? — me mostró una tarta sobre la mesa.
—¿Eso qué es?
—Estaba supuesto a ser una tarta de cumpleaños.
—¿Y quién cumpleaños? ¿Tú?
—No, pero de hoy en adelante tú sí.
—¿Yo?— me sentí confundido. ¿De qué está hablando ella?
—Sí, quise escoger este día ya que me dijo Alfred que no tenías un día en específico para celebrar tu cumpleaños. Siento mucho tomarme el atrevimiento.
—No me gustan las cosas dulces.
—Lo siento, no lo sabía— se vio desanimada y no sabía qué decir.
—Pero puedo comerlo.
—No, no quiero que comas algo que no te gusta. Puedo preparar algo que si te guste.
—No, esto está bien — le metí el dedo y lo llevé a mi boca, era demasiado dulce, pero no sabía mal—. ¿Estabas cocinando con la ropa y con el pelo? Estás hecha un desastre.
—Lo siento— desvió la mirada y sonreí, me acerqué a ella y la sujeté por la cintura.
—Gracias — le dije, a lo que ella me miró sorprendida.
—No digas esas cosas, no es normal en ti — desvío la mirada y reí.
—¿Sabes lo que estoy imaginando en este momento? Tu cubierta de esa tarta, y yo probando cada parte de ella y de ti a la vez. Sin duda podría decir que pensando en eso, me ha comenzando a gustar las cosas dulces y empalagosas.
—Tu lado pervertido a vuelto aparecer — tartamudeó.
—¿Lo extrañabas?
—Claro que no — su voz temblorosa me hizo reír.
—¿Y por qué tiemblas? — llevé mi dedo a la tarta y lo acerqué a su boca, tenía la intención de verla lamerlo, pero los pasos de Alfred me alertaron. Retrocedí y ella bajó la mirada, hasta los huevos se me encogieron del susto.
—Lo siento mucho, ¿Interrumpí algo?— preguntó Alfred nervioso.
¡Maldición! Justo en la mejor parte. Estaba a punto de acabar con la maldita dieta en la que he estado durante estos meses.
—Claro que no — carraspeé.