Akira
—¿Cómo está lisa?— preguntó Jefferson.
—Lloró hasta quedarse dormida. Está pasando por una situación algo complicada con esto de su madre. ¿Qué es este maldito dolor que tengo en el pecho?
—Akira, eso tiene nombre y se llama amor.
—No soporto verla llorar. Creo que fui muy cruel en decir las cosas así, pero no podía aguantar más.
—Hiciste bien, no lo dudes. ¿Por qué no me dijiste nada?
—Así como no me dijiste nada de que realmente no están juntos, además no quería causarle daño a lisa. Siempre lo sospeché desde que me dio la cara en el hospital, por eso la quería lejos, pero sé que lisa la extraña mucho. Ha estado todo este tiempo sin ella, no quería intervenir en que estuviera con su madre. Si ella no hubiera hablado demás hoy, yo no hubiera dicho nada. Me molesta que sea tan cínica de marcar mis errores, pero no reconocer los suyos. Por su culpa ahora lisa está destruida. Tiene tanta suerte de que es su madre, porque de lo contrario no estaría respirando.
—¿Cómo supiste que no estaba con ella?
—Te conozco, Jefferson. Aunque sé que te está gustando, ¿No es así?
—Estas muy directo, Akira— desvió la mirada.
—Eres un viejo depravado, padre— reí.
—Tu no te quedas atrás, Akira.
—Necesito hablar con ella y que me explique. Hay varias cosas que no entiendo y tengo que averiguarlo. Solo espero no tener que movernos otra vez. ¿Qué vida podemos tener si seguimos huyendo? Quiero darle un hogar estable a las dos.
—Me sorprendes, hijo. Esa forma que hablas no es la misma del Akira que siempre he conocido. Me hace feliz saber que quieres velar por alguien más aparte de ti. Me siento orgulloso de la persona que eres ahora, Akira—puso su mano en mi hombro.
—¿Qué dices, padre?
—Será mejor que vayamos a ver a la madre de lisa, antes de que ella despierte.
—Si, será lo mejor.
Fuimos a la habitación donde la tenía y entré.
—¿Qué planeas hacer, monstruo? ¿Dónde está mi hija?
—Aquí las preguntas las hago yo, así que le pido que guarde silencio y escuché atentamente todo lo que voy a preguntar y responda con sinceridad, digo, si realmente le importa su hija.
—Deja de chantajearme, animal—me acerqué a ella.
—Si no planea decirme ninguna palabra, entonces significa que no le importa el bienestar de su hija y su nieta, lo que implica que no tengo que tener consideración alguna de usted. ¿Es lo que trata de decir?— hizo silencio y sonreí—. ¿Nos estamos entendiendo?
—Será mejor que hable, señora. No queremos hacerle ningún daño. No haga sufrir más a su hija, ya le causó suficiente, ¿no cree? — dijo Jefferson, y ella asintió con su cabeza.
—¿A quién le pasaste información?— le pregunté.
—Había un empleado tuyo que quería hacerte daño, me dijo que tenía una forma de hacer que mi hija te abandonara y fuera libre. Ese empleado fue quién me pasó el contacto de su enemigo. Nunca le vi la cara a esa persona, pero su nombre era algo así como Kaiza.
—¿Ese empleado fue mi chófer?
—Sí.
—Ese chófer está muerto ya. ¿Hace cuánto le pasó la información?
—El día de la boda.
—Entonces ¿También sabía que planeaban matarme ese día?
—¿Cómo se atreve?—dijo Jefferson molesto.
—No, no sabía que ese eran sus planes— respondió.
—Jefferson, guarda la calma. ¿Y que me asegura eso a mí, señora?
—Se lo juro, nunca me dijo sobre eso. Solo me dijo que tenía una manera de hacer que mi hija pudiera ser libre de usted.
—¿Y usted le creyó? Ese pendejo solo quería quedarse con lisa y peor aún, ¿sabe lo que le hizo a su hija?
—¿Le hizo algo a lisa?
—La violó y la secuestró. No sabía que también esa fue en parte su culpa— dije molesto.
—¿Qué?— entró en pánico.
—Es por eso que no puede confiarse en nadie, señora. Le puso en bandeja de plata a su hija a un violador y un psicópata, ¿Lo sabía?
—¡Akira, Detente!— pidió Jefferson.
—¿Por qué se pone así, señora? ¿Ahora se siente culpable?
—Yo.. no sabía nada, lo juro— dijo con voz temblorosa.
—Tiene tanta suerte de que amo tanto a su hija, o no sé cómo debería reaccionar ante tal confesión. La verdad quisiera matarla ahora mismo— estalló en llanto—. No llore, señora. Sus lágrimas no van a cambiar el daño que le provocó a lisa. Si tanto me odia, debió buscarme directamente a mí y matarme, no mandar a otro pendejo para hacer las cosas.
—Es que yo no sabía nada.
—El verdadero enemigo es usted, señora. Yo no soy un santo, he cometido muchas cosas que no querrá ni imaginarse, pero usted podría decir que es mucho peor. Hacerle semejante cosa a su propia hija, realmente es despreciable— continuaba llorando.
—Akira, detente. — intervino por segunda vez Jefferson.
—Si tanto me odia, aquí me tiene. ¿Quiere matarme? Hágalo. Toma— saqué mi arma y forcé su mano para que la cogiera—. Esto la puede hacer sentir mejor, ¿No es así? Ya que no considera los sentimientos de lisa, ¿Por qué no toma la iniciativa y acaba usted misma con el problema?