Llegué a la casa y me encerré en la habitación para poder descargar lo que sentía. Después de todo realmente es capaz de esto. ¡Lo odio!
Después de estar un rato en la habitación, comencé a preparar mi maleta. Quiero irme de aquí. Quizá si voy a la casa de Mr. Jefferson, me pueda quedar un tiempo allá. Será lo mejor, no quiero aguantar un instante más a su lado. Necesito alejarme de todo esto que me causa daño. Preparé la maleta rápidamente, pero al bajar las escaleras, para mi sorpresa, me encuentré con Akira.
—¿A dónde crees que vas?— su mirada, por más seria o molesta que estuviera, ya no me intimidaba.
—Me voy con mi mamá por un tiempo, espero no te opongas— pasé por su lado con la maleta, pero él me la arrebató.
—¿Tú crees que te vas a liberar así de fácil de mí, corderito? No vas a ninguna parte —tiró la maleta con tanta fuerza, que se salió todo lo que había guardado.
—¡Eres un imbécil! ¡Te Odio! — me dirigí a la maleta para empacar nuevamente lo que había guardado, pero Akira me haló por el brazo.
—Eres estúpida si crees que diciéndome esas palabras, vas a salir de aquí — se veía muy molesto.
—Tú no decides eso, Akira. Estoy cansada de todo lo que haces. Ahora también en el mismo trabajo me eres infiel con esa estúpida. Eres un maldito, asqueroso infiel—le grité molesta.
—Estas muy celosa por una estupidez.
—¿Estupidez? Para ti no es la gran cosa porque es tu naturaleza, ¿No? Entonces si me voy con alguien más, a ti no te debe importar eso.
—¿Qué dijiste?— me subió a su hombros, y me llevó al cuarto.
—¡Suéltame, maldito animal! —forcejeaba con todas mis fuerzas, pero me era imposible soltarme.
Él estaba muy molesto, pero yo ni se diga. Me soltó al entrar a la habitación.
—De esta casa no sales, así me toque amarrarte a esa cama.
—Solo quieres controlarme a tu antojo, mientras tú haces lo que te da la gana.
—No sabía que estarías tan celosa por algo tan simple.
—¿Celosa? Eres un estúpido si crees que es solo eso. ¿Por qué no la pones como tú asistente?
—Tu actitud me molesta, pero el verte muerta de celos me gusta.
—¡Eres un maldito burlón!
—¿Qué más? Desahógate, princesa —
—Eres un maldito infiel, que no respeta ni siquiera que esté embarazada. Me tratas mal, me usas y haces lo que quieras conmigo. Siempre quieres controlarme, no me quieres cerca de nadie solo de ti y me dejas sola.
—Entonces, ¿Quieres a alguien más?
—¿Tú tienes el derecho y yo no?— Jamás quisiera a nadie más, pero estoy sentida contigo y tú actitud.
—No, no lo tienes.
—Eres egoísta y un maldito machista.
—Soy un maldito, egoísta, machista, cobarde, infiel y todo lo que quieras, pero te mueres por mí.
—Maldito presumido. ¡Te detesto!
—Ah, ¿Si?— me empujó a la cama y me aguantó ambas manos. Me inmovilizó por completo poniéndose sobre mi—. Ante mis ojos sólo eres una fiera en celo ahora mismo; una fiera que tendré que domar para que aprenda a respetar — al decir eso, estampó sus labios en los míos.
Podía sentir su lengua en mi boca, me besaba con tanta intensidad que no podía casi respirar. Entre más forcejeaba podía sentir el roce de su rodilla en mi entrepierna. Cuando se detuvo de besarme, me soltó el brazo en un instante, y rompió mi blusa de un halón. Intenté empujarlo por los hombros, pero no podía hacer mucho. No sé de dónde saca tanta fuerza. No quería lastimar su herida tampoco.
—Quédate quieta o te puedo lastimar—acercó su boca y lamió mi seno.
Si me movía podía lastimarme, así que evité mover mi cuerpo, pero con mi mano intenté aguantar su cabeza, aunque Akira me sujetó las manos para evitarlo. Podía sentir su boca ejerciendo presión en ellos. Lo hacía muy brusco, pero no dolía.
—Detente, Akira—le pedía, pero no se detuvo, al contrario, lo hacía más fuerte.
Me miraba, disfrutando de cada reacción que pudiera darle. Cuando por fin se detuvo, bajó sus manos para quitarme la ropa interior. La haló de un tirón dejándome completamente desnuda.
—Eres un desgraciado.
—Sí, y no sabes todo lo que voy a hacerte— bajó el cierre de su pantalón, y sonrió.
Puse mis manos tapando mi vagina, pero él las sujetó las dos, intentaba cerrar mis piernas, pero era imposible, ya estaba entre ellas. Al instante pude sentir su pene cuando me penetró con mucha fuerza llegando hasta lo más profundo de mi. No podía hablar por el escalofrío y la corriente que sentí en ese momento. Entraba en mi con mucha fuerza, moría por tapar mi boca para no gemir por algo como esto, pero no podía, aún sujetaba mis manos y, aunque así no fuera, ya era tarde.
—Estás apretando alrededor de mi, ¿No dijiste que no lo querías?— sonrió.
—Te odio, Akira—dije casi sin voz.
—No es lo que tu interior me está demostrando en este momento. Si me sigues apretando así, no podré aguantar mucho —me besó, mientras continuaba entrando profundamente en mí.
Había soltado mis manos y no me había dado cuenta de nada. Sus manos apretaban mis senos y mi cuerpo se sentía cada vez más caliente.
—Jamás te engañaría, eres una tonta por pensar eso — alzó mi pierna poniéndola en su hombro.
Podía sentirlo aún más profundo que antes, y esa presión que ejercía dentro de mí, me estaba volviendo loca. Mi cuerpo se erizaba ante cada movimiento y centímetro que metía.
—No más...—dije entre jadeos casi sin voz, y sonrió con malicia.
—Debo llegar aún más dentro de ti, para dejarte entender quién manda aquí— aceleró sus movimientos aún más violento, no podía más en esa posición.
—Es demasiado, Akira—con una mano aguantó mi brazo y su otra mano acarició mi clítoris en ese justo momento, como si conociera cada parte de mí que me hace estremecer.
Sentí esa sensación caliente de su semen dentro de mi. Solo espero que esto no le haga daño al bebé, aunque fue brusco, no sentí el dolor que sentí hace unos días. Akira me removió el pelo de mi cara y me encaró.
—¿Ahora entiendes quién manda aquí, corderito? De mi lado no te vas a ir por más que quieras. Tú me perteneces —sus manos cálidas volvieron a ser como antes.
Acarició mi rostro y me besó gentilmente.
—No hemos acabado con tu lección, preciosa. Apenas estamos comenzando, aún no estás lo suficientemente llena — con una sonrisa maliciosa me volvió a besar.