Akira:
—Hicimos lo que nos ordenó, pero no hemos encontrado rastro de la Srta. Lisa.
—Esto no puede estar pasando. ¡Maldita sea! Juro que lo mataré, le haré pagar por esto. Quiero que sigan buscando. Debe estar en alguno de los negocios del maldito viejo. Busquen en las afueras, debe haberla llevado lejos de todo, es lo que normalmente haría alguien como él. Busquen casa por casa, edificio por edificio, por debajo de las piedras si es necesario, pero les ordeno que la encuentren. Tú vendrás conmigo y me ayudarás a buscarla, Keita.
—Sí, señor.
Lisa:
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que Kanji se fue, ni siquiera sé si es de día o de noche. El pasar del tiempo en esa habitación parecía eterno. Mi estómago dolía, he pasado largo tiempo sin comer nada. Necesito alimentarme bien por mi bebé. Si las cosas siguen como van, mi bebé no va a resistir más. Tengo que ser fuerte. Pensando en esto, escuché el sonido de la puerta al abrirse. Un chillido tan fuerte, que me hacía sentir escalofríos por todo el cuerpo. Vi la silueta de Kanji acercándose a donde mí, lo que me causó mucho miedo el no saber qué hará ahora.
—¿Estás despierta?— derramó un vaso de agua fría por encima de mí y puso un pequeño plato en el suelo.
—Debes tener mucha hambre, ¿Cierto? Puedes comer.
—No puedo.
—Oh, ya lo olvidaba que no puedes usar tus manos. Las perras no necesitan sus manos. Come como puedas — me agarró por el pelo y me acercó al plato para revolcarme dentro de el—. ¿Esta bueno? Es la única comida que tendrás — soltó mi cabello y se dirigió a la puerta para buscar otro pequeño plato y lo colocó en el suelo.
Parecía agua, pero viniendo de él no podía estar segura.
—La tomarás como hacen las perras. Ya mismo buscaré el plato, espero que hayas terminado hasta entonces —salió de la habitación riendo.
No podía saber que había en el plato, pero intenté como pude acercarme y comer lo más que pudiera antes de que él viniera a buscarlo. No era lo mejor y el miedo no permitía que mi paladar distinguiera lo que estaba comiendo. Tomé del agua como pude, era difícil poder tomar mucha cantidad. Esto es muy enfermo, pero tengo que aguantar por mi bebé.
Al cabo del rato que terminé, él entró a la habitación.
—Eres rápida. ¿Tan bueno estaba? — rio.
—¿Ya estás feliz? Ya me humillaste como quisiste. ¿Por qué no me dejas ir?— pregunté entré lágrimas.
—No te desesperes, solo estamos comenzando, queda mucho por hacer. Lo único que puedo asegurarte es que sufrirás.
—Perdóname por todo. Te juro que no quise que mataran a tu padre.
—Pero lo hicieron y, tú estuviste en medio. Vas a pagar por todo eso y me voy a asegurar de que sufras y derrames cada lágrima que derramé. Desearás no haberte metido conmigo y con mi padre—me agarró del brazo haciéndome quedar de pie.
Mis piernas temblaban y dolían por todo el tiempo que estuve en el suelo. Me llevó del brazo sacándome de la habitación y obligándome a caminar a su misma velocidad.
—Este lugar será nuestra nueva área de juego—me tiró en el suelo, mientras que fue abriendo la puerta.
Había de todo tipo de objetos, entre cadenas, cuerdas, herramientas de operaciones y varias mesas; por el olor de este lugar, podía notar que no era la primera persona que pasaba por esta habitación. Este lugar parecía un matadero. Tenía el mismo es escenario que el otro cuarto, solo que este era más amplió y el olor era más fuerte. Sentía mucho miedo que quise arrastrarme para no entrar ahí, pero Kanji me agarró la pierna y me haló haciéndome entrar en ella.
—Sácame de aquí, te lo suplico—estaba en pánico, no podía evitar las lágrimas.
Solo podía escuchar su risa que hacía eco en la habitación.
—Tengo que bañarte primero. Apestas y así no puedo jugar — me agarró el brazo haciéndome quedar de pie y me acercó a una mesa—. Tengo que quitarte esta ropa—desgarró con sus manos la blusa, dejándome el sostén visible.
—Kanji, detente—le supliqué, pero continuó bajando mi pantalón haciéndome quedar solo en ropa interior.
—Ahora entiendo porque Akira está así contigo. No te ves nada mal, pero te verías mejor sin nada—arrancó toda la ropa interior dejándome al desnudo frente a él.
—¿Qué debería hacer contigo?—miraba fijamente mi cuerpo desnudo.
Mis piernas y mi cuerpo temblaba al sentir esa asquerosa mirada encima de mí. No podía taparme y me hacía sentir más asqueada. Solo Akira me ha visto desnuda y, estar así frente a alguien más, me hace sentir asco.
Dio media vuelta caminando en dirección a la otra esquina de la habitación, en dónde agarró un paño y un frasco transparente, lo que parecía ser jabón. Lo colocó encima de la mesa y caminó en dirección a un balde que había en el suelo de agua. Se acercó a mí y tomó el paño en su mano, sumergiéndolo en el balde de agua, mientras que sujetaba el frasco de jabón esparciéndolo en el paño. Comenzó a pasar el paño en mi cuerpo, con mucha rudeza desde mi cuello hasta mis senos y desde mis senos a mi ombligo. Su rostro se veía que estaba concentrado en lo que hacía. Esto era realmente humillante.
Sumergió por segunda vez el paño en el agua, mientras que lo pasaba en mis brazos y espalda. Mis ojos seguían cada movimiento que él hacía. Sumergió el paño en el agua por tercera vez y me lo pasó en la cara sin aviso.
—¿Qué miras?—cerré mis ojos.
Me ardían los ojos por el jabón, lo que hizo que él me derramara agua en la cara. Aún no me atrevía a abrir mis ojos con miedo a que me ardieran todavía, y sentí que continuó lavando cada parte de mi, dejando para lo último mis partes íntimas. Sentí agua recorriendo por mi cuerpo. Sin previo aviso me alzó, haciéndome sentar en la mesa que estaba detrás de mí.
—Acuéstate —ordenó, mientras me empujaba hacia atrás—. Abre las piernas.
Esto era muy humillante, no puedo hacerlo.
—No puedo.
—Las abriré por ti—sentí sus fuertes manos alrededor de mis piernas, forzándolas para abrirlas.
Sentí que pasó el paño alrededor de mi entrepierna, hasta llegar a mi vagina.
—Detente, por favor— le supliqué, pero no se detuvo.
—Eres una pervertida, ¿acaso te excita esto?
—¡Jamás!
Continuó rozando el paño desde mi vagina, hasta mi ano.
—Detente—dije casi sin voz.
Mis lágrimas no podía detenerlas.
—Odio las mujeres lloronas. No me sigas suplicando, guarda tus súplicas para cuando te las pida.
Sentí que se detuvo y, al instante pude sentir agua recorriendo por mis piernas y mis partes íntimas. Quiero que se detenga.
Abrí mis ojos poco a poco con miedo a sentir ardor, pero ya no lo sentía. Los ojos de Kanji se cruzaron con los míos, haciendo que él se molestara.
—¿Qué mierdas crees que haces? ¿Quieres que continúe?— pasó su mano por mi entrepierna, lo que hizo que intentara cerrarlas y él las sujetó.
—Si las cierras te mataré. Lo harás cuando te lo ordene, ¿Quedó claro?—se retiró de la mesa buscando algo en otra de las mesas del cuarto.
Por la poca luz y la posición en que estaba, me era imposible saber qué era lo que tenía en manos.
—¡Kanji!—grité, intentando levantar mi cabeza, pero era imposible.
Mis manos atadas en mi espalda lo hacía imposible.
—¿Quieres saber qué es esto?—mostró una jeringuilla, pero sin el filo de ella. Contenía un líquido transparente.
—¿Qué piensas hacer con eso?—pregunté asustada.
—Abrirme paso —rio.