En el centro de mando temporal de Jartum, la Cardenal Brousseau ordenó a varios paladines moverse.
Era la mañana y el sol estaba en lo alto, pero había demasiadas tareas para completarse y ella se alegraba de que Aurora la hubiera llamado para intervenir.
Jartum estaba en manos de Jasar el Pálido y en cuantos a los paladines eran 'ayuda humanitaria', al menos eso era lo que se decía, pero estaban aquí para limpiar y detener a todos los criminales que pudiera.
Vigilar, proteger y asegurarse de que la ciudad no cayera en caos mientras las fuerzas de Melgar se encargaban de limpiar las áreas cercanas.
Jartum… Era un basurero.
La Cardenal Brousseau había leído los informes antes de venir a este lugar y no pudo evitar suspirar mientras acababa de dar sus últimas órdenes.
Varios mercenarios salieron heridos y de su lado un par murieron a causa de extranjeros que estaban ocultos en este lugar.
Uno que otro rango S que no esperaban atacaron a los mercenarios y si bien lograron causar bajas a las fuerzas atacantes, fueron reducidos por los 'compañeros' de Melgar.
Celina era quien dirigió las fuerzas demoniacas y bajo Melgar no solo estaba uno que otro demonio, sino que literalmente un grupo bastante grande.
No todos eran de rangos S, pero la mayoría era de rango A, experimentado y que había sobrevivido en un mundo que se regía por la fuerza.
Fueron ellos quienes se movieron para atacar a la mayoría de los lugares peligrosos y gracias a sus esfuerzos las bajas se redujeron al mínimo, no obstante, descubrieron decenas de lugares en donde se realizaban negocios ilegales.
"Encárgate de que Zerzura prepare un lugar para quienes han sido rescatados en peores situaciones." Ordenó la Cardenal Brousseau y tras pensarlo, añadió. "Y pide especialistas a la sede de la iglesia."
La sacerdotisa que estaba actuando como secretaria, asintió y se retiró para llevar a cabo esa orden.
Había demasiada 'basura' en este lugar y era hasta el punto de que incluso ella estaba algo impactada a pesar de sus años.
Aquí se había normalizado situaciones desagradables y era hasta el punto de que se extendía a los que vivían en esta zona y no solo negocios.
Algunos milicianos tenían esclavas o esclavos en sus sótanos y el número de aquellos que era tratado bien, era insignificante comparado con aquellos que pasaron una muy mala situación.
La iglesia se haría cargo de esas personas y los especialistas que trabajaban para la iglesia, se encargarían de ayudarlos a sobrellevar esta situación y si era necesario, borrar esos recuerdos o sellarlos utilizando magia mental.
No todas las víctimas sufrieron lo mismo y no todas tenían la misma resistencia, pero lo mínimo que podía hacer la iglesia, era darles la oportunidad de ver la luz y ayudarlos a salir y al menos darles la oportunidad de decidir.
Decidir lo que desean hacer con su vida, si desean enfrentar esos recuerdos dolorosos, borrarlos por completo o mantenerlos sellados.
"Eso es lo mínimo que podemos hacer." Murmuró sintiéndose un poco más cansada que otros días.
Solo juntaban pedazos de las personas rotas para ponerlas a su lugar, lo suficiente como para ellos pudieran tener la oportunidad de decidir.
La ventaja de este mundo mágico permitía que recuerdos dolorosos pudieran ser borrados, pero incluso así, había recuerdos que perduraban en lo profundo del inconsciente y que eran imposibles de borrar, dejando marcas para toda la vida.
Tantos años trabajando en estas situaciones, pero incluso en este punto, ella no se había acostumbrado a todo lo que el ser humano era capaz.
Le gustaría culpar a los jugadores que se soltaron en Terra nova y que no pudieron cambiar una vez que soltaron su naturaleza e incluso culpar al 'Enemigo de la Humanidad' que empujó esa naturaleza en guerras sin control, pero sabía que era ingenuo.
La escoria siempre fue escoria y Jartum era un lugar en donde las restricciones desaparecían.
"Cardenal, ya hemos instalado tres hospitales temporales alrededor de la ciudad y han empezado a atender." Informó una sacerdotisa que la sacó de sus desvaríos mentales y cuando fue mirada, añadió. "También la Protectora de Zerzura ha llegado de su misión."
Ese aviso consiguió que ella pusiera una mirada solemne y le hizo una señal para que la guiara.
Este lugar era el centro de mando instalado en una plaza y eran diferentes carpas rodeadas de paladines en donde los diferentes altos mandos se encargaban de organizar todo.
Por toda la ciudad se instalaron campamentos médicos y a la vez de distribución de suministros de la iglesia, que se encargaban de ayudar a los necesitados.
Comida, ropa, curación y también información que necesitaban para saber qué era lo que estaba haciendo la iglesia y Jasar aquí.
Para tranquilizarlos.
No obstante, la Cardenal Brousseau estaba preocupada por las hermanas que estuvieron en medio de todo esto.
Caminando por la zona, ella pudo notar a Aurora y Alice entrando al campamento.
La primera llevaba una expresión fría, mayor de la que había visto todo el tiempo, casi pareciendo querer ocultar las emociones que sentía.
Por su parte, Alice no llevaba una bolsa de papitas, sino que mostraba cierta preocupación por su hermana, de vez en cuando dando miradas de reojo.
Recién acababan de llegar y Aurora parecía querer buscar otra tarea en el que centrar su mente.
La Cardenal Brousseau caminó hacia ella y le hizo una señal al paladín que se le estaba preguntando sobre las tareas.
"¿Cardenal?" Dudó Aurora con una voz plana.
Trató de reducir la frialdad de su expresión, pero su voz delató que ella seguía afectada por todo lo que había visto y también pudo notar algo de cansancio.
"¿Recién llegas y buscas otra tarea?" Cuestionó la Cardenal Brousseau y viendo a la joven, preguntó. "¿Has dormido?"
Jartum controlaba otros pueblos y lugares que Abdellah y Melgar estaban tratando de controlar, específicamente de encargarse de que los criminales fueran detenidos.
Eso también había estado haciendo Aurora según los informes que le dieron cuando llego y ahora estuvo claro que lo estuvo haciendo hasta el punto de que no había dormido.
"Yo… Hay demasiado trabajo para hacer." Respondió Aurora tratando de controlar su expresión.
¿Intento descansar? Por la mirada de Alice que mostraba preocupación, era posible que lo intentó, pero no pudo.
Había escuchado que el joven llamado Edward reveló que ella lloraba por las noches como si tuviera pesadillas y era posible que esta vez fuera igual, solo que fue lo suficiente para que no durmiera.
Tal vez como un rango S podría aguantar un tiempo sin descanso, pero era humana y mayor que todo era una joven que no alcanzaba su mayoría de edad.
La Cardenal Brousseau dio un largo suspiro al ver la expresión de esa joven que no cambiaba la seriedad que llevaba.
"Hay bastante trabajo y tengo uno para ti. Necesito que alguien acompañe a los paladines a la tribu de los gorilas para que informen de las bestias que hemos encontrado aquí." Dijo la Cardenal Brousseau y viendo que ella estaba por intervenir, añadió. "El coliseo no es el único lugar en donde había bestias mágicas y es necesario informar de la situación, avisando de que lo curaremos antes de enviarlos al bosque para que vuelvan a sus tribus. Necesitó alguien en quien confíen acompañe al grupo."
Era cierto que el Coliseo no era el único lugar en donde estaban bestias, ya que había gremios de cazadores y vendedores de bestias mágicas de toda clase.
Encontraron bastante bestias mágicas y algunas de ellas se encontraban heridas o esclavizadas con magia mental e incluso con artefactos poderosos, por tal razón necesitaban librarlos antes de dejarlos libres o llevarlos a una zona que fuera cómodo.
También era necesario informar al bosque debido a que algunos de ellos como la Leona Alada era de la 'gente' del bosque, pero estaba mintiendo en lo demás.
No necesitaban que Aurora estuviera en ese lugar y que ella se encargara de acompañar al grupo, pero la Cardenal Brousseau quería alejarla.
"No podemos dejar que las relaciones diplomáticas que Agatha ha fortalecido acaben por un incidente. Es mejor no llamarla de vuelta." Determinó la Cardenal Brousseau y al ver que la joven abría su boca y la cerraba, sabiendo que era lo que buscaba, la cardenal no pudo resistirse y la abrazó suavemente.
Aurora se dejó abrazar, pero su cuerpo tenso dejaba ver que su mente todavía seguía ansiosa y su ligero temblor mostraba sus pensamientos.
"No soy una niña…" Murmuró Aurora con una voz temblorosa.
La Cardenal Brousseau dio un suspiro al escucharla.
Era una queja ante su abrazo que mostraba cierto consuelo, pero tan solo esa queja dejaba ver que era una niña.
Había querido 'ordenarle' que cumpliera otra misión para alejarse de este lugar por un momento, pero al final no pudo evitar abrazarla.
"Si lo eres. Y está bien que lo seas. No necesitas ser fuerte siempre. Incluso una vieja como yo es incapaz de soportar las cargas que he asumido." Dijo la Cardenal Brousseau y en voz baja, murmuró. "No cargues innecesariamente con la culpa o acabarás aplastada por el peso y cuando lo desees, no podrás moverte."
La joven tembló en su abrazo, sabiendo que su murmullo fue directo a sus pensamientos.
Estaba claro que la joven se culpaba por no haber actuado antes en este lugar, preguntándose si las personas que vio muertas podrían haber salvado si ella actuaba antes.
Preguntándose si ayudar antes podría haber salvado a otros y esa culpa la llevaba como una carga, que aplastaría su mente y su espíritu, llevando a que cuando deseara moverse dudara.
Esa pregunta era normal para cualquiera que cargara con tantas responsabilidades y poder y si bien Aurora lo conoció joven, todos se hacían esa pregunta.
Incluso la Cardenal Brousseau dudó en sus tomas de decisiones, lamentándose por no haber actuado antes, por no intervenir o incluso a veces teniendo que elegir en donde ayudar y cual ignorar o retrasar su ayuda.
Si ella, una Cardenal de la poderosa Iglesia del Tiempo y el Espacio con recursos casi ilimitados tenía que tomar esas decisiones, era normal que una joven que ni siquiera alcanzaba la mayoría de edad se sintiera abrumada.
"Ve a descansar y deja que los otros se encarguen de sus propias tareas." Ordenó la Cardenal Brousseau y separándose, añadió. "No te preocupes, incluso James se está encargando de las negociaciones con caballero del Rey de Arabia."
Según lo que había escuchado el Señor de los Muertos llevó al grupo de ataque a una reunión que la Señora de la Mente y la Señora de las Batallas tenía con el Capitán de la Guardia Real del Rey de Arabia.
Y la Señora de la Guerra la Salvaje que era hija de ese Rey.
Como esos individuos murieron era necesario encargarse de las negociaciones y definir qué era lo que el Rey de Arabia esperaba de estas tierras a su vez, lo que Zerzura estaba planeando.
El Rey de Arabia era importante, pero si algo había dejado en claro la Iglesia del Tiempo y el Espacio era que le importaba Zerzura y con James a la cabeza de la negociación, era imposible salir perdiendo de cualquier negociación.
"Me encargare del trabajo que mencionó." Respondió Aurora y al verla suspirar, añadió. "Necesito algo para distraerme."
Sabía que sus palabras del trabajo con el bosque mágico era mentira, al menos en la parte en el que la necesitaban a ella, pero decidió distraer su mente trabajando.
"Estaré bien. Solo necesito un tiempo a solas." Murmuró Aurora al ver que Alice trató de decir algo y con una pequeña sonrisa, añadió. "Puedes ir a comer algo, sé que no lo has hecho en toda la noche."
Junto a esas palabras, Aurora se retiró dejando a ella y a Alice a solas.
La Cardenal Brousseau pudo ver que Alice estaba preocupada, pero solo pudo suspirar dándole un espacio a su hermana.
"Gracias por preocuparse por ella." Dijo Alice sin cambiar su expresión, ni tono.
"No solo me preocupo por ella." Respondió la Cardenal Brousseau y viendo a la joven mantenerse imperturbable, dio una media sonrisa y añadió. "En el campamento hay una sala de descanso, puedes ir a descansar. Si quieres puedes pedir a los paladines que te den algo de comer."
Alice al escucharla asintió, reduciendo ligeramente la expresión indiferente que llevaba y simplemente se despidió tras agradecer.
Ambas hermanas eran difíciles de tratar a sus maneras, pero lo menos que podía hacer como una anciana, era apoyarlas de estas formas y preocuparse por ellas.
******
Pasando una hoja del libro que estaba abierto, Alice tomó su taza de té antes de volver a su libro.
Su mente se distrajo por un momento al pensar sobre su hermana y ella solo dio un largo suspiro, sintiendo que la comida no la animaba como deseaba.
El lugar que le dieron era tranquilo y era una sala de descanso para los altos mandos, pero actualmente era la única que lo ocupaba.
"Espero que este bien…" Murmuró Alice sin poder evitarlo.
Fue una noche agitada incluso luego de que derrotaran a los señores de la guerra que eran sus objetivos y su hermana había intentado dormir un poco, pero tuvo pesadillas y volvió a despertarse.
Se culpaba a si misma de haber retrasado sus movimientos y dudaba, pensando que, si ella actuaba antes, salvaría a muchos que murieron durante este tiempo de espera.
Para Alice esta clase de misión llevaba su tiempo, si ella hubiera atacado sin planificar y prepararse, era probable que las bajas hubieran aumentado de su parte.
Ni hablar del daño a los civiles, los posibles rehenes o todos los criminales que podrían haber quedado libre por falta de información.
Se planeaba para que el daño no fuera tan alto comparado a un ataque imprudente solo guiado por emociones.
"Quizás esa gatita le ayude." Dijo Alice mirando su taza de té que se había enfriado.
Su hermana le contó sobre esa 'gatita' que cuidaba y si bien lo hizo sin tratar de revelar la identidad, no era tan difícil de descifrar.
Como no era algo importante, Alice no pensaba en dejarlo en evidencia y más cuando su hermana parecía relajarse al lado de esa felina a pesar de que no le hablaban.
Alguien cercano, que podía tratar como un amigo aparte de ella la ayudaría… El problema era que su hermana en este momento todavía no se recuperaba y le tomaría un tiempo para hacerlo.
"Necesita un descanso. ¿Debiera hablarlo con padre?" Dudó Alice con un tono pensante.
Su hermana no podía mantenerse haciendo todos estos trabajos para siempre, ya que eventualmente la carga la abrumaría y era necesario que se relajara.
Su padre podría ayudarla a encontrar algo que la alejara de este lugar por al menos un momento y si bien su madre podía ser de ayuda, el Gigante de Acero era mejor para el trabajo.
Después de todo, su madre seguramente se movería de forma astuta y en cambio su padre, actuaria de forma más directa.
"Aunque seguirá queriendo trabajar." Masculló Alice y volvió a suspirar.
Conocía lo suficiente a su hermana como para saber que no se tomaría vacaciones y eso significaba que sus vacaciones deberían disfrazarse de otra cosa, posiblemente un trabajo menos pesado.
También pensó si James podía conseguirle algo que la distrajera de estas tareas y algo que la mantuviera entretenida por un tiempo, pero al final como no sabía en que trabajaba ese anciano, no encontró respuesta.
Volviendo juguetear con su taza de té ya fría, ella levantó de su asiento y se hizo un nuevo té, entonces cuando estuvo por sentarse, la entrada se abrió.
"…"
Una joven que no alcanzaba su veintena entró al lugar y cuando sus ojos se cruzaron, esa jovencita dio una encantadora sonrisa.
Piel algo bronceada llevaba ropa de ejercicio ajustada que dejaba ver un cuerpo tonificado y entrenado.
Pestañas largas y ojos azules, esa jovencita de rostro maduro, no contuvo la sonrisa de sus labios pintados de negro.
Alice simplemente la ignoró y se sentó de vuelta en el sofá.
"…"
La joven se sentó en la otra esquina del sofá y Alice en vez de mirarla, continuó su lectura junto al té… Durante más de una hora hasta que terminó el libro.
Y recién cuando su libro acabó y parte de sus aperitivos terminaron, levantó su mirada para ver a la joven.
Era un poco más grande que su hermana en edad, pero a la vez se notaba muy diferente… Y era normal, ya que esa mujer era la reconocida Señora de la Guerra la Salvaje, un rango S.
"Soy Arwa al-Sulayh." Dijo la joven con un tono de presentación formal y dando una sonrisa, sin desviar la mirada de ella, explicó. "Ese es mi nombre de 'Señora de la Guerra', ya conoces el verdadero."
Arwa el-Hossain, tenía el mismo apellido que el Rey de Arabia y si bien para cualquier otro significaría algo, para Alice no tuvo importancia.
"¿Necesitas algo?" Preguntó Alice tratando de ser un poco de diplomática, pero al sentir la intensa mirada de la joven, dudó. "¿Qué haces aquí?"
Los ojos de la joven brillaban con cierto resplandor único.
"Para que no estés sola." Respondió la joven y con una sonrisa, murmuró. "Y porque me gustas."
La Señora de la Mente sacó miedos de aquellos que fueron afectados con su ataque psiónico mental y si bien para su hermana fue un golpe repentino, la mayor razón era que su hermana estaba cargando con demasiadas cosas.
Aun así, incluso Alice pudo escuchar lo que ocultaba y eso era a lo que esa joven apuntaba.
En cuanto a sus segundas palabras, Alice solo levantó su ceja observando a la jovencita, cuya sonrisa solo estaba creciendo a pesar de que ella deseaba detenerse a sí misma
"Eres hermosa y tu mirada… Me hace sentir cosas que jamás he sentido." Dijo la joven y acercándose en el sofá, se detuvo antes de invadir su espacio personal y sonriendo, comentó. "Somos iguales."
Alice le dio una mirada a la joven que estaba viéndola directamente, no a su cuerpo dejando ver que sus gustos no se centraban a lo físico, sino que estaba mirándola a los ojos.
"¿Iguales?" Dudó Alice sin ocultar su sonrisa despectiva y ligeramente divertida.
La joven se sonrojó mientras que su respiración se volvió un poco pesada, lo suficiente para ocultar, pero no de ella.
Todo mientras los ojos de la joven dejaban ver deseo… El deseo de una niña que encontraba una nueva muñeca y la quería obtener.
"Si lo somos. No sientes nada al matar, ¿cierto? Yo tampoco. Me convertí en una Señora de la Guerra para tener vía libre para hacerlo y si soy sincera… Lo he disfrutado." Murmuró la joven volviéndose ligeramente roja como si contara un secreto vergonzoso y sintiéndose emocionada al no ver reacción en Alice, preguntó. "Tú también lo disfrutas, ¿cierto?"
Parecía estar emocionada al tener alguien con el cual hablar dando la impresión de que estaba feliz de encontrar su 'igual', pero Alice solo dio una sonrisa aún más despectiva.
Fue inevitable, ya que la comparación le pareció divertida y tras dudar si responder, al final lo hizo.
"Yo solo disfruto ver morir algunos que creo que lo merecen, pero los otros… No tienen importancia. Son insignificantes." Reveló Alice y al ver que la joven se sonrojaba aún más disfrutando su respuesta, añadió. "Ahora vete. No quiero ser tu juguete."
"Porque a ti te gusta tener juguetes…" Respondió la jovencita al instante.
Alice solo soltó una pequeña risa al escuchar la respuesta instantánea de la jovencita y solo le dio una mirada como si le pareciera divertido sus juegos infantiles.
"Pensé que yo sería la mayor de la relación por nuestros años de diferencia, pero si quieres yo puedo ser tu juguete." Murmuró la jovencita y al no obtener respuesta, agregó. "Es una pena, que no estés interesada."
La joven acababa de encontrar alguien que era su 'igual', por eso la invitó a salir mientras ocultaba su deseo de tratarla como una muñeca o un juguete para su propia diversión.
Sin embargo, con su respuesta también dejo en claro que esa joven que apareció de repente era insignificante ante sus ojos y por eso pensó que ella en vez de ser un juguete, deseaba tener uno y se ofreció.
"Podríamos estar juntas y divertirnos a todas partes a donde vayamos." Dijo la joven y sin ocultar su sonrisa, murmuró. "Disfrutar de las batallas más intensas."
A pesar de que estaba siendo ambigua y coqueta, la relación que buscaba no se trataba de algo totalmente físico y carnal, sino que más relacionado con el disfrute de ver morir a otros.
Era difícil saber si solo eran aquellos que luchaban, pero por su fuerza de rango S, era posible que disfrutara matar a todos aquellos que buscaban enfrentarla.
"Aunque tus gustos no me parecen desagradables. No estoy interesada en luchar y matar." Respondió Alice y tras pensarlo un momento, agregó. "Mientras no hagas algo que nos ponga en tu contra, no nos enfrentaremos."
No le importaba esta jovencita que apareció de la nada, creyendo que había visto en ella su igual y Alice no tenía interés si esa jovencita realizaba una masacre o algo peor, mientras no se metiera en su camino o en el de su hermana, esa joven podía hacer lo que deseara.
Y la jovencita asintió de forma muy inteligente, entendiendo que más que una advertencia, era un consejo.
Uno que le dio, porque esa joven defendió a su hermana cuando la Señora de la Mente atacó y por supuesto, a Alice le agradaba que ella supiera de límites.
Que se quedara a una distancia considerable sin invadir su espacio personal, era una prueba de que esa jovencita conocía de límites.
Pese a que era lo suficiente descarada como para entrar a esta carpa y sentarse a su lado o confesarse a pesar de que solo se habían visto en esa reunión que sucedió hace unas horas.
"Lo tendré en cuenta." Murmuró la joven y viendo a la entrada donde estaba una presencia, añadió. "Me alegro escuchar que mis gustos no te desagradan y espero haber sido una buena compañía."
Las voces que la Señora de la Mente sacó de esa joven apuntaba a que sus 'gustos' eran 'desagradables' y ahora estaba contenta que alguien lo aceptara pese a que solo conocía superficialmente del tema.
Alice solo se encogió de hombros.
Entendía que a los 'gustos' que se refería, no se trataba de que le gustaban las mujeres, sino que algo más profundo, que simplemente disfrutar ver morir a las personas, pero no era como si lo entendiera en su totalidad.
Al igual que esa joven no entendía por qué la voz decía que ella estaría sola.
"De verdad me gustas… Mucho." Murmuró la jovencita dejando ver su verdadera expresión.
Una sonrisa distorsionada y ojos brillantes que en esa indiferencia a la vida que llevaba, dejaba ver un atisbo de interés y Alice que era el objetivo de ese interés, solo volvió a su lectura.
¿Buscaba causarle temor? ¿Tratar de asustarla? La joven solo buscaba mostrar que eran 'similares' de cierta forma, pero Alice solo continuo con la lectura de un nuevo libro.
Dejando que la jovencita se retirara.
No era la primera de persona que disfrutaba ver a las personas morir y que no sentía nada al matar y era posible que tampoco fuera la última.
Para ella mientras no se interpusiera en su camino o el de su hermana, estaría todo bien y era probable que esa jovencita que llevaba el apellido del Rey de Arabia, supiera controlarse.
Tampoco tenía mucho interés en que se haya acercado cuando ni siquiera se conocían y lo único que Alice sentía era curiosidad.
Preguntándose qué diría su hermana si le decía que alguien la invitó a salir… Aunque seguramente no a una cita 'tradicional'.
******
Aurora tras dejar al grupo que informara al anciano de la tribu de los gorilas, siguió al guía y al llegar al interior de un árbol, que ahora tenía más objetos humanos, no pudo evitar sonreír ligeramente al darse cuenta de la presencia.
Fue una pequeña sonrisa y al ver esa gatita de ojos púrpuras, que la observaba curiosa, se acercó a ella dejándose caer en el sofá.
La pequeña gatita saltó a su regazo y le dio una mirada.
Era bastante difícil leer las expresiones de una adorable tigresa cuyos bigotes se agitaban, pero los ojos inteligentes mostraban curiosidad.
"…"
La expresión de Aurora solo tembló cuando vio que la tigresa empujaba su cabeza con su mano, tan solo para observarla, como si le dijera que es lo que pasaba.
¿Tan mal estaba su expresión? No había podido dormir debido a que cuando lo intentó, no duro demasiado antes de volver a tener pesadillas y despertarse en medio de la noche, llorando.
Las pesadillas de antes de llegar a África se combinaron con todo lo que sucedió en Jartum y eso fue suficiente para que ella, no pudiera dormir, aunque sea una hora.
Y ahora recibiendo la mirada de la tigresa, Aurora sintió que todo ese lado fuerte que trataba de poner, se estaba rompiendo.
"Estoy exhausta…" Murmuró Aurora dejándose caer suavemente en el sofá mientras trataba de resistir sus emociones, pero al ver que la gatita era lo única que la miraba, reveló. "Algunas veces me pregunto si quiero hacer esto… Si quiero seguir estando aquí."
No quiso llorar y por eso cerró los ojos, pero las lágrimas salieron de igual forma.
A veces se preguntaba para qué salía afuera tratando de ayudar y en otro momento se preguntaba si deseaba continuar en este lugar.
Un lugar en donde cada vez veía cosas más aterradoras y feas que le desagradaban, en donde cargaba la vida de otros a su espalda y a la vez, un lugar en donde tenía que cargar con las muertes, tanto de aquellos conocidos como de aquellos que asesinaba.
Era imposible que no se sintiera agotada, cansada y a veces se preguntaba si deseaba seguir haciendo esto… Y lo peor era que nadie la obligaba.
Ya sea sus padres, su hermana, su maestro o incluso su sistema, nadie le decía que debía ayudar a otros y era algo que ella hizo por su cuenta.
Acurrucándose en el sofá tratando de hacerse pequeña, Aurora lloró por no haber actuado antes.
Por aquellos que murieron antes de que ella pudiera llegar a ayudarlos… No los conocía, pero había tenido la posibilidad de moverse y actuar, sabiendo lo que se podría encontrar.
Sin embargo, ver un informe con palabras vacías, no era lo mismo que ver la realidad… Una realidad, en donde un hombre violaba el cadáver de una joven que ni siquiera alcanzaba la mayoría de la edad.
No importa lo que se dijera, la verdad era que lo retraso… La decisión cayó en ella y ahora lo único que pudo hacer por los muertos fue llorar.
Por qué no importa cuán cansada y agotada estuviera o cuantas veces se preguntaba si deseaba seguir ayudando a otro, ella continuaría.
Ya que este camino era el que había elegido.
"…"
En medio de su llanto, recostada en el sofá tratando de hacerse pequeña y que nadie la viera, pudo sentir sus manos eran deslizadas hacia un lado y la gatita apareció.
La oscuridad mágica que controlaba era bastante diferente de su hermana, pero similar a la hora de crear una pequeña mano que apartó sus brazos y luego limpió sus lágrimas.
Entonces se acercó frotándose en sus manos como si le diera que la podía abrazar y Aurora lo hizo mientras se acurrucaba a su lado.
Estaba cansada y lo único que deseaba ahora, era llorar en un rincón y abrazar a la pequeña hasta caer dormida.
Después de todo…
"Hay que seguir adelante…" Murmuró Aurora con una voz temblorosa.
Este era el camino que había elegido y este sería el camino que seguiría hasta el final, aunque eso significara cargar con las vidas de aquellos que debía proteger y con las muertes de aquellos que no pudo ayudar.
Este era su camino.
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