ดาวน์โหลดแอป
60.95% Hush-hush / Chapter 64: Cap. 2

บท 64: Cap. 2

Desperté en el hospital. 

El techo era blanco, las paredes de un azul sereno. La habitación olía a lirios, suavizante de telas, y amoníaco. Un carrito con ruedas colocado al lado de mi cama tenía dos arreglos de flores, un ramo de globos que deseaban ¡MEJÓRATE PRONTO! y una bolsa de regalo de papel aluminio morado. Los nombres en las tarjetas oscilaban dentro y fuera de foco. DOROTHEA Y LIONEL. VEE.

Hubo movimiento en la esquina. 

—Oh, nena —susurró una voz familiar, y la persona detrás de ella se precipitó fuera de su silla y hacia mí—. Oh, cariño. —Se sentó en el borde de mi cama y me atrajo en un abrazo sofocante—. Te quiero —dijo ahogadamente en mi oído—. Te quiero tanto. 

—Mamá. —El mero sonido de su nombre dispersó las pesadillas de las que acababa de librarme. Una ola de tranquilidad me llenó, aflojando el nudo de miedo en mi pecho. 

Sabía que ella estaba llorando por la forma en que su cuerpo se estremecía contra el mío, pequeños temblores al principio y luego grandes sacudidas. —Te acuerdas de mí —dijo, con absoluta liberación brotando en su voz—. Estaba tan asustada. Pensé... Oh, nena. ¡Pensé lo peor! 

Y así nada más, las pesadillas se arrastraron de nuevo bajo mi piel. 

—¿Es cierto? —pregunté, con algo grasoso y ácido revolviéndose en mi estómago—. Lo que dijo el detective. ¿Estuve... durante once semanas...? —No me atreví a decir la palabra. Secuestrada. Era tan fría. Tan imposible. 

Ella hizo un sonido de angustia. 

—¿Qué... me pasó? —pregunté. 

Mamá pasó lentamente las puntas de sus dedos bajo sus ojos para secarlos. La conocía lo suficiente para saber que sólo estaba tratando de parecer serena para mi beneficio. De inmediato me preparé para recibir malas noticias. 

—La policía está haciendo todo lo posible para descifrar las respuestas. —Puso una sonrisa, pero esta flaqueó. Como si necesitara algo a lo que se anclarse, tomó mi mano y la apretó—. Lo más importante es que estás de vuelta. Estás en casa. Todo lo que pasó... se terminó. Vamos a pasar por esto. 

—¿Cómo me secuestraron? —La pregunta iba dirigida más a mí misma. ¿Cómo sucedió esto? ¿Quién querría secuestrarme? ¿Se habían acercado en un coche cuando salía de la escuela? ¿Me metieron en el maletero cuando cruzaba el estacionamiento? ¿Había sido así de fácil? Por favor, no. ¿Por qué no corrí? ¿Por qué no luché? ¿Por qué había tardado tanto tiempo en escapar? Porque era evidente que eso es lo que había sucedido. ¿No? La falta de respuestas picoteaba en mí. 

—¿Qué recuerdas? —preguntó mamá—. El Detective Basso dijo que incluso un pequeño detalle puede ser útil. Piensa de nuevo. Trata de recordar. ¿Cómo llegaste al cementerio? ¿Dónde estabas antes? 

—No recuerdo nada. Es como si mi memoria... —Dejé de hablar. Era como si parte de mi memoria hubiera sido robada. Arrebatada, sin dejar nada en su lugar más que un pánico vacío. Una sensación de violación se movió en mi interior, haciéndome sentir como si hubiera sido empujada de una plataforma alta sin previo aviso. Estaba cayendo, y temía esa sensación mucho más que llegar al fondo. No tenía final; sólo una sensación constante de la gravedad haciendo su camino conmigo. 

—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó mamá. 

—Escuela. —La respuesta se deslizó por mi lengua de forma automática. Poco a poco mis recuerdos rotos comenzaron a removerse, los fragmentos juntándose de nuevo, fundiéndose entre sí para formar algo sólido—. Iba a tener un examen de biología. Pero supongo que me lo perdí —agregué, con la realidad de esas once semanas perdidas hundiéndose en lo más profundo. Tenía una imagen clara de estar sentada en la clase de biología del Entrenador McConaughy. Los olores familiares de polvo de tiza, artículos de limpieza, aire viciado, y el penetrante y omnipresente olor corporal se alzaron desde el recuerdo. Vee estaba a mi lado, mi compañera de laboratorio. Nuestros libros de texto estaban abiertos en la mesa de granito negro frente a nosotras, pero Vee había deslizado clandestinamente una copia de US Weekly dentro de los suyos. 

—Quieres decir química —corrigió mamá—. Escuela de verano. 

Clavé mis ojos en los suyos, insegura. —Nunca he ido a la escuela de verano. 

Mamá se llevó la mano a la boca. Su piel había palidecido. El único sonido en la habitación era el metódico tictac del reloj encima de la ventana. Escuché cada pequeño repique resonando a través de mí, diez veces, antes de encontrar mi voz. 

—¿Qué día es hoy? ¿En qué mes? —Mi mente giró de vuelta al cementerio. El compostaje de hojas. El frío sutil en el aire. El hombre de la linterna insistiendo en que era septiembre. La única palabra repitiéndose una y otra vez en mi mente era no. No, no era posible. No, esto no estaba sucediendo. No, meses de mi vida no podían haber simplemente pasado desapercibidos. Volví a abrirme paso a través de mis recuerdos, tratando de captar cualquier cosa que pudiera ayudarme a tender un puente de este momento a estar sentada en la clase de biología del Entrenador. Pero no había nada para construirlo. Cualquier recuerdo del verano estaba completa y absolutamente ausente. 

—Está bien, nena —murmuró mamá—. Vamos a recuperar tu memoria. El Dr. Howlett dijo que la mayoría de los pacientes ven notable mejoría con el tiempo. 

Traté de incorporarme, pero mis brazos tenían un enredo de tubos y equipos de monitoreo médico. —¡Simplemente dime en qué mes estamos! —repetí histéricamente. 

—Septiembre. —Su rostro arrugado era insoportable—. Seis de septiembre. 

Volví a acostarme, parpadeando. —Pensé que era abril. No puedo recordar nada más allá de abril. —Levanté muros para bloquear el estallido de miedo explotando dentro de mí. No podía tratar con él en una gran avalancha—. ¿El verano realmente... ha terminado? ¿Como si nada hubiera pasado? 

—¿Como si nada hubiera pasado? —repitió ella con una voz desapegada—. Se prolongó interminablemente. Cada día sin ti. . . Once semanas de no saber nada. . . El pánico, la preocupación, el miedo, la desesperanza de que nunca terminara. . . 

Reflexioné sobre esto, haciendo los cálculos matemáticos. —Si es septiembre, y estuve desaparecida durante once semanas, entonces desaparecí... 

—El veintiuno de junio —dijo suavemente—. La noche del solsticio de verano. 

El muro que había construido estaba agrietándose más rápido de lo podía mentalmente repararlo. —Pero no recuerdo junio. Ni siquiera recuerdo mayo. 

Nos vimos una a la otra, y supe que estábamos compartiendo el mismo terrible pensamiento. ¿Era posible que mi amnesia se extendiera más allá de las once semanas desaparecida, hasta abril? ¿Cómo podía siquiera algo como esto suceder? 

—¿Qué ha dicho el doctor? —pregunté, humedeciendo mis labios, que se sentían resecos y agrietados—. ¿Tenía una herida en la cabeza? ¿Estaba drogada? ¿Por qué no puedo recordar nada? 

—El Dr. Howlett dijo que es amnesia retrógrada. —Mamá hizo una pausa—. Esto significa que algunos de tus recuerdos preexistentes se han perdido. Simplemente no estábamos seguros de cuán atrás había ido la pérdida de memoria. Abril —susurró para sí misma, y pude ver toda esperanza desapareciendo de sus ojos. 

—¿Pérdida? ¿Cuánta pérdida? 

—Él piensa que es psicológico. 

Me pasé las manos por el pelo, dejando un residuo aceitoso en mis dedos. De repente me di cuenta que no había considerado donde había estado todas esas semanas. Podría haber estado encadenada en un sótano húmedo. O atada en el bosque. Evidentemente no me había bañado en días. Un vistazo a mis brazos reveló manchas de suciedad, pequeños cortes, y contusiones por todas partes. ¿A través de qué había pasado? 

—¿Psicológico? —Me obligué a dejar fuera las especulaciones, que sólo hacían que la histeria se volviera más drástica. Tenía que permanecer fuerte. Necesitaba respuestas. No podía desmoronarme. Si podía forzar mi mente a enfocarse a pesar de los puntos apareciendo a través de mi visión. . . 

—Él piensa que estás bloqueándola para evitar recordar algo traumático. 

—No estoy bloqueándola. —Cerré los ojos, incapaz de controlar las lágrimas saliendo de las comisuras. Tomé una respiración temblorosa y apreté mis manos en puños para detener el terrible temblor en mis dedos—. Sabría si estuviera tratando de olvidar cinco meses de mi vida —dije, hablando lentamente para forzar una cierta calma en mi voz—. Quiero saber qué me pasó. 

Si la miré furiosamente, lo ignoró. —Trata de recordar —instó con suavidad—. ¿Era un hombre? ¿Estuviste con un hombre todo este tiempo? 

¿Lo estuve? Hasta este momento, no le había puesto una cara a mi secuestrador. La única imagen en mi cabeza era la de un monstruo al acecho fuera del alcance de la luz. Una terrible nube de incertidumbre se cernía sobre mí. 

—Sabes que no tienes que proteger a nadie, ¿verdad? —continuó en ese mismo tono suave—. Si sabes con quién estuviste, puedes decírmelo. No importa lo que te hayan dicho, estás a salvo ahora. No te pueden alcanzar. Te hicieron esta cosa horrible a ti, y es su culpa. Su culpa —repitió.

Un sollozo de frustración nació en mi garganta. El término ―página en blanco‖ era asquerosamente preciso. Estaba a punto de expresar mi desesperación, cuando una sombra se movió cerca de la puerta. El Detective Basso estaba justo en la entrada de la habitación. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y sus ojos alertas. 

Mi cuerpo se tensó reflexivamente. Mamá debe haberlo sentido; miró más allá de la cama, siguiendo mi mirada. —Pensé que Nora podría recordar algo mientras estábamos sólo nosotras dos —le dijo al Detective Basso en tono de disculpa—. Sé que dijo que quería interrogarla, pero pensé... 

Él asintió con la cabeza, indicando que estaba bien. Luego se acercó, mirándome. —Dijiste que no tienes una imagen clara, pero incluso los detalles difusos podrían ayudar. 

—Como el color de pelo —intervino mamá—. ¿Tal vez era. . . negro, por ejemplo? 

Quería decirle que no había nada, ni siquiera un rezagado destello de color, pero no me atreví con el Detective Basso en la habitación. No confiaba en él. El instinto me decía que algo acerca de él estaba. . . mal. Cuando él se acercó, el pelo en mi cuero cabelludo hormigueó, y tuve la breve pero clara sensación de un cubo de hielo deslizándose por la parte trasera de mi cuello. 

—Quiero ir a casa —fue todo lo que dije. 

Mamá y el Detective Basso compartieron una mirada. 

—El Dr. Howlett necesita realizarte algunos exámenes —dijo mamá. 

—¿Qué tipo de exámenes? 

—Oh, cosas relacionadas con tu amnesia. Serán en poco tiempo. Y luego iremos a casa. —Ella agitó una mano con desdén, lo que sólo me hizo sentir más recelosa.

Miré al Detective Basso, ya que parecía tener todas las respuestas. —¿Qué no me están diciendo? 

Su expresión era tan inquebrantable como el acero. Supongo que años como policía habían perfeccionado ese semblante. —Tenemos que realizar algunos exámenes. Asegurarnos de que todo está bien. 

¿Bien? 

¿Qué parte de todo esto le parecía bien a él?


Load failed, please RETRY

สถานะพลังงานรายสัปดาห์

Rank -- การจัดอันดับด้วยพลัง
Stone -- หินพลัง

ป้ายปลดล็อกตอน

สารบัญ

ตัวเลือกแสดง

พื้นหลัง

แบบอักษร

ขนาด

ความคิดเห็นต่อตอน

เขียนรีวิว สถานะการอ่าน: C64
ไม่สามารถโพสต์ได้ กรุณาลองใหม่อีกครั้ง
  • คุณภาพงานเขียน
  • ความเสถียรของการอัปเดต
  • การดำเนินเรื่อง
  • กาสร้างตัวละคร
  • พื้นหลังโลก

คะแนนรวม 0.0

รีวิวโพสต์สําเร็จ! อ่านรีวิวเพิ่มเติม
โหวตด้วย Power Stone
Rank NO.-- การจัดอันดับพลัง
Stone -- หินพลัง
รายงานเนื้อหาที่ไม่เหมาะสม
เคล็ดลับข้อผิดพลาด

รายงานการล่วงละเมิด

ความคิดเห็นย่อหน้า

เข้า สู่ ระบบ