La tarde del día siguiente, Vee me dejó de cerca de la puerta de entrada al Enzo ́s. Estaba vestida con un vestido amarillo estampado, estaba entre coqueta y profesional, mucho más optimista de lo que yo me sentía internamente. Me detuve delante de las ventanas para ver si mi pelo que se había quedado en ondas después de haber dormido toda la noche. Mi reflejo era rígido. Forcé una sonrisa. Era lo único que había practicado toda la mañana. Mi sonrisa se sentía apretada en los bordes y frágil en el medio. En el reflejo de la ventana, se veía falsa y hueca. Pero la mañana siguiente de una noche llorando, era lo mejor que podía manejar.
Después de caminar desde la casa de Marcie la pasada noche, menacurruqué en la cama, pero no pude dormir. Había pasado una noche tormentosa y de pensamientos autodestructivos. Cuanto más tiempo me quedé despierta, mis pensamientos se volvían vertiginosamente irreales. Yo quería hacer una declaración, y me dolía lo suficiente para no importar lo drástico que fuese. Un pensamiento vino a mí, el tipo de pensamiento que nunca me habría gustado en mi vida. Si acababa mi vida, los arcángeles lo verían. Y quería que sintiesen remordimientos. Quería que dudasen de sus leyes arcaicas. Quería que fueran responsables de alejarlo de mi vida, arrancándolo completamente.
Mi mente se arremolinaba y se tambaleaba con este tipo de pensamientos durante toda la noche. Mis emociones cambiaron los pensamientos, desde la desgarradora pérdida a la negación, ángel. En un momento dado, me arrepentí de no escapar con Patch. Cualquier felicidad, no importaba cuán breve, parecía mejor que la distancia, una lenta tortura, despertar día tras día sabiendo que nunca podría tenerlo.
Pero cuando el sol comenzaba a romper a través del cielo esa mañana, tomé una decisión. Tenía que seguir adelante. Era eso o caer en una depresión congelante. Me obligué a pensar en ducharme y vestirme, y me fui a la escuela con la firme determinación de que nadie viese debajo de la profundidad de mi piel. La sensación de alfileres y agujas envolvía mi cuerpo, pero me rehusé a mostrar un solo signo de auto compasión. No iba a dejar que los arcángeles ganaran. Iba a tirar de mí misma desde mis pies, buscar un trabajo, pagar mi multa de exceso de velocidad, acabar la escuela de verano en el grado superior, y mantenerme ocupada solo en las noches, cuando me sentía sola con mis pensamientos y sin poderlo evitar, pensar en Patch.
Dentro de Enzo ́s, dos balcones semicirculares se extendían a mi izquierda y derecha, con una serie de escaleras que conducían al comedor y a la barra. Los balcones me recordaron a las pasarelas curvadas con vistas al restaurante. Las mesas en el balcón estaban llenas, pero solo unos pocos rezagados bebían café y leían el periódico de la mañana manteniéndose en el restaurante.
Con la ayuda de un profundo aliento, bajé las escaleras y me acerqué a la barra.
–Disculpe, he escuchado que estás contratando camareros –le dije a la mujer de la barra. Mi voz sonó plana en mis oídos, pero no tuvo la energía correcta. La mujer de mediana edad de cabello rojo con una etiqueta con su nombre en la que se leía ROBERTA, miró hacia arriba.
–Me gustaría rellenar una solicitud –conseguí una medio sonrisa, pero de alguna manera, temía que no fuese creíble.
Roberta se limpió sus manos pecosas a un trapo y vino alrededor de la barra
–¿Camareros? Ya no necesitamos más –respondió.
Aguanté la respiración y sentí la esperanza desinflarse en mi interior. Mi plan lo era todo. No consideré lo que haría si un paso fallaba. Necesitaba un plan. Necesitaba ese trabajo. Necesitaba un cuidado control de mi vida para cada minuto planeado, y cada emoción compartimentada.
–Pero todavía estoy buscando un responsable de la barra de confianza para el turno de noche, de seis a diez –añadió Roberta.
Yo pardeé, mi labio temblaba levemente por la sorpresa.
–¡Oh! –dije –, eso es... genial
–Por la noche, bajan las luces, llegan los camareros, suena un poco de jazz, y tratamos de sentirnos más sofisticados. Solía estar muerto después de las cinco, pero esperamos atraer multitudes – ella explicó –. Tú estás a cargo de cobrar y escribir las órdenes, a continuación llamas a la cocina. Cuando la comida esté lista, te encargarás de llevarla a las mesas.
Intenté asentir con la cabeza, decidida a mostrar lo mucho que quería ese trabajo, sintiendo los pequeños cracks en mis labios al partirse cuando sonreía.
–Eso... suena perfecto –pronuncié con voz ronca.
–¿Tienes alguna experiencia de trabajo?
No la tenía. Pero Vee y yo veníamos a Enzo ́s unas tres veces por semana.
–Me sé el menú de memoria –dije, comenzando a sentirlo más sólido, más real. Un trabajo. Todo dependía de eso. Iba a construir una nueva vida.
–Eso era lo que quería oír –dijo Roberta –, ¿Cuándo puedes comenzar?
–¿Esta noche? –. Apenas podía creer que me estaba ofreciendo el trabajo.
Ahí estaba, incapaz de reunir una sonrisa sincera, pero ella estaba con vistas a que me estaba dando una oportunidad. Estiré la mano hacia delante para estrechar la suya, entonces se dio cuenta un momento demasiado tarde de que estaba temblando.
Ella ignoró mi estrechamiento de mano, me observó con su cabeza inclinada a un lado en un modo que me hizo sentir más expuesta y auto- condicionada.
–Es todo, ¿ok?
Tomé aliento en silencio y lo sostuve.
–Sí... está bien –respondí.
Asintió rápidamente con la cabeza.
–Ven a las seis menos cuarto y te daré un uniforme antes de tu turno.
–Muchas gracias...
Mi voz todavía en shock, pero ella ya estaba detrás del mostrador.
Como si fuese un sol cegador, encontré los cálculos en mi cabeza. Asumí que recibiría un salario mínimo, si trabajaba cada noche en las próximas dos semanas, tendría suficiente para pagar mi multa por exceso de velocidad. Y si trabajaba cada noche de dos meses, eran sesenta noches que estaría demasiado ahogada en el trabajo para recaer en pensar en Patch. Sesenta noches para el final de las vacaciones del verano, cuando podría una vez más poner todas mis energías en la escuela. Había decidido ir a las clases más exigentes. Podría manejar las tareas en todas sus formas, pero la angustia era totalmente diferente.
–¿Bien? –Vee pregunto, a mi lado en el Neon –, ¿Cómo ha ido?
–Bien. Has visto que parecía muy nerviosa de entrar, casi como si fuese a perder, pero no hay razón para preocuparse ahora.
–Eres oficialmente un miembro trabajador de la sociedad. Estoy orgullosa de ti, nena. ¿Cuándo empiezas?
Revisé la lectura en el tablero.
–Cuatro horas.
–Voy a pasar por aquí esta noche y solicitaré sentarme en tu área de trabajo.
–Mejor que dejes una propina –dije, mi intento de humor casi me lleva a las lágrimas.
–Yo soy tu chofer. Eso es mejor que una propina.
Seis horas y media después, Enzo ́s estaba hasta las paredes. Mi uniforme de trabajo consistía en una camiseta blanca fruncida, un pantalón de lana gris con chaleco a juego, y una gorra. La gorra no hacía un buen trabajo al contener mi cabello, que se negó a permanecer escondido fuera de la vista. En este momento sentía algunos rizos pegados al lado de mi cara por el sudor. A pesar de que me sentía abrumada por completo, se sentía extrañamente aliviada de estar en mi cabeza. No había tiempo para cambiar mis pensamientos, aunque fugazmente, a Patch.
–¡Nueva chica! – gritó uno de la cocina –Fernando –me gritó.
Se puso en pie detrás de una pequeña pared que separaba los hornos del resto de la cocina, sosteniendo una espátula.
–¡Tu orden está lista! –extendió los platos.
Agarré los tres platos de sándwiches, cuidadosamente apilándolos sobre mi brazo en una fila, y salí por las puestas en vaivén. En mi camino a través del restaurante, me llamó la atención una de las animadoras. Ella sacudió la barbilla sentada en una mesa del balcón. Le respondí con un gesto rápido. Estaré ahí en un minuto.
–Un sándwich de costillas, uno de salami, y uno de pavo asado –dije, dejando los platos frente a una fiesta de tres hombres de negocios en traje –, disfruten su comida.
Corrí por las escaleras principales que salían del restaurante, tirando mi orden comida en mi mochila, apurando mi paso. Marice Millar estaba directamente, sentada en mi nueva mesa. También pude reconocer a Addison Hales, Oakley Williams, y Ethan Tyler, todos de la escuela. Pensé en hacer un cambio y pedirle a la dueña que alguien -cualquiera- atendiese la mesa, cuando Marcie alzó la vista y supe que estaba atrapada.
Una sonrisa dura como el granito surcó su boca.
Mi respiración vaciló. ¿Sabía que había cogido su diario? No fue hasta que yo regresaba a casa y me metí en la cama la noche anterior, que recordé de que todavía lo tenía. Lo habría devuelto en ese momento, pero era lo último en mi mente. El diario había parecido insignificante al lado de la agitación que me raspaba, tanto por dentro como por fuera. A partir de ese momento, era intocable en el suelo de mi habitación, justo al lado de la ropa descartada anoche.
–¿No es tu ropa la cosa más linda de todo los tiempos? –dijo Marcie sobre la grabación de jazz –Ethan, ¿no has usado un chaleco como ese en el baile del año pasado? Creo que Nora ha asaltado tu armario.
Mientras ellos reían, coloqué mi lápiz sobre el cuaderno de notas
–¿Puedo traeros algo de beber? El especial de esta noche es batido de coco con lima–, ¿Pudieron escuchar todos la cero culpabilidad en mi voz? Tragué saliva, cuando hablé de nuevo el nerviosismo de mi voz se había ido.
–La última vez que estuve aquí, fue cuando mi madre estuvo de cumpleaños, –dijo Marcie –, Nuestra camarera cantó "cumpleaños feliz" para ella.
Tardé tres segundos en comprenderlo.
–Oh. No. Quiero decir... no. Yo no soy la camarera. Soy la que atiende la barra– respondí.
–No me importa quién eres. Quiero que cantes "cumpleaños feliz" para mí.
Me quedé paralizada, mi mente buscaba frenéticamente un escape. No podía creer que Marcie me estuviese pidiendo que me humillase a mí misma de ese modo. Espera. Por supuesto que me estaba pidiendo que me humillase.
En los pasados siete años, yo mantenía el secreto de su tarjeta de puntuación entre nosotros, pero ahora estaba segura de que ella quería mantener su propia tarjeta de puntuación. Ella vivía por la oportunidad de de tener una ventaja sobre mí. Peor aún, sabía que su puntuación se doblaría a la mía y ella seguiría en marcha con los puntos. Era una matona, pero en el mal sentido.
Le tendí mi mano.
–Déjame ver tu identificación –dije.
Marcie se encogió de hombros.
–La he perdido.
Las dos sabíamos que no había perdido su licencia de conducir, y las dos sabíamos que no era su cumpleaños.
–Estamos realmente ocupados esta noche –dije una cobarde disculpa –, mi jefe no quiere que pierda el tiempo cuando hay otros clientes.
–Tu jefe quiere que hagas a tus clientes felices. Ahora canta.
–Y mientras estás en ello –intervino Ethan. –, trae una de esas tartas de chocolate gratuitas.
–Solo queremos una rebanada–imitó Addyson, y la mesa estalló en carcajadas.
Marcie metió la mano en su bolso y sacó una cámara Flip . El botón rojo de encendido estaba activado, y ella enfocó la lente en mí.
–No puedo esperar para enviar este video a toda la escuela. Es bueno que tenga a acceso al e-mail de todos. ¿Quién pensaría que ser ayudante de oficina sería tan útil?
Ella sabía sobre el diario. Tenía que hacerlo. Y este era su pago. Cinco puntos para mí por robar su diario. El doble para ella por enviar un video de mí cantando "cumpleaños feliz, Marcie" a todo el instituto Coldwather.
Señalé sobre mi hombro hacia la cocina lentamente buscando un respaldo...
–Escucha, mis pedidos se están amontando...
–Ethan, ve y busca a una agradable camarera y dile que demandamos hablar con la dueña. Dile que su responsable de la barra tiene muy mal humor – dijo Marcie.
No podía creerlo. Llevaba tres horas en el trabajo, y Marcie llega para que me despidan. ¿Cómo podría pagar mi multa? Y adiós Volksvaguen cabriolet. Y lo más importante, necesitaba el trabajo para distraerme a mí misma de la lucha inútil de encontrar una manera de lidiar con la cruda verdad: Pach estaba fuera de mi vida. Para bien.
–Se acabó el tiempo –dijo Marcie –, Ethan, pregunta por el jefe.
–Espera –interrumpí –, Lo haré.
Marcie chilló y aplaudió.
–¡Es bueno que haya cargado la batería!
Subconscientemente, tiré de la gorra hacia abajo, ocultando mi cara. Abrí mi boca.
–Cumpleaños feliz... –
–¡Más fuerte! – gritaron todos al unísono.
–Cumpleaños feliz, –, canté más fuerte, demasiado avergonzada para decir si mi tono era peligrosamente plano–. Cumpleaños feliz, querida Marcie, cumpleaños feliz.
Nadie dijo una palabra. Marcie guardó la cámara dentro de su bolso.
–Bueno, esto es aburrido –sentenció Marcie.
–Eso sonó... lógico –añadió Ethan.
Parte de la sangre estaba acumulada en mi rostro. Di una breve, nerviosa, triunfante sonrisa. Quinientos puntos. Mi solo al menos valió la pena. Sobre todo por Marcie dejándome casi indemne. Tuve oficialmente la iniciativa.
–¿Bebidas, para alguien? –sonando sorpresivamente alegre.
Después de escribir sus órdenes, volví de regreso a la cocina, cuando
Marcie gritó:
–¡Oh!, ¿y Nora?
Me detuve en seco. Respiré hondo, preguntándome a los aros que ella pensó que podría hacerme saltar a continuación. Oh, no. A no ser que... esa me hiciese la jugada. Justo ahora en frente de toda esa gente. Ella le diría a todo el mundo que yo robé su diario, para que pudiesen ver lo baja y despreciable que era.
–¿Podrías apurar nuestro pedido? – Marcie finalizó.
–¿Apurar vuestro pedido? –Repetí estúpidamente. ¿Ella no diría nada sobre su diario?
–Patch nos está esperando en Delphic Beach, y no quiero que se haga tarde –Marcie instantáneamente curvó su boca. –Lo siento tanto. No estaba pensando. No debería mencionar a Patch. Tiene que ser difícil verlo cerca de otra persona.
Cualquier sonrisa que se aferraba a mis labios se deshizo. Sentí la afluencia de calor a mi cuello. Mi corazón latía muy rápido haciendo que mi cabeza brillase. La habitación se inclinaba hacia el interior, y la sonrisa feroz de Marcie estaba en el centro de todo, sonriéndome a mí. Así que todo era normal, entonces. Patch había vuelto con Marcie. Después de que yo escapase la pasada noche, él resignado con sí mismo a que la suerte ya nos había dado mucho. Si no podía tenerme, se conformaría con Marcie. ¿Cómo se les permitió tener una relación? ¿Dónde estaban los arcángeles cuando se trataba de etiquetas entre Patch y Marcie? ¿Qué sobre su beso? ¿Fueron los arcángeles los que dejaron que pasase, ya que sabían que no significaba nada para ninguno de los dos? Quería gritar ante la injusticia de todo. Marcie podía estar con Patch cuando ella no lo amaba, pero yo no podía porque lo hacía y los arcángeles lo sabían. ¿Por qué fue tan malo para nosotros estar enamorados? ¿Eran los ángeles y los humanos realmente tan diferentes?
–Está bien, me moveré –dije, inyectando una nota de fresca civilidad a mi tono.
–Bien por ti – respondió Marcie, mordisqueando su pajita seductoramente mostrando que me había creído.
Volví a la cocina, envié al cocinero el pedido de la mesa de Marcie. Dejé en el blanco la casilla de 'instrucciones especiales a cocina'. ¿Marcie tenía prisa por ver a Patch en Delphic Beach? Qué pena.
Cogí mi pedido en espera y lo llevé sobre la bandeja de la cocina. Para mi sorpresa, vi Scott de pie cerca de las puertas delanteras, hablando con dos animadoras. Iba vestido cómodamente en unos Levi's sueltos y una camiseta ajustada, y teniendo en cuenta el lenguaje corporal de las dos animadoras vestidas de negro que estaban coqueteando con él. Atrapó mi mirada y tardó un poco en reconocerme. Dejé en la mesa quince la orden, a continuación, subí las escaleras.
–Hey –le dije a Scott, me saqué la gorra de la cara.
–Vee me dijo que te encontraría aquí.
–¿Hablas con Vee?
–Sí, después de que no regresaste ninguno de mis mensajes.
Me limpié mi brazo sobre mi frente, barriendo algunos pelos sueltos en su lugar.
–Mi celular está en la parte de atrás. No he tenido la oportunidad de ver mi registro ¿Qué necesitas?
–¿A que hora te vas?
– A las Diez, ¿por qué?
–Hay una fiesta en Delphic Beach. Estoy buscando a alguien para llevarlo allí.
–Cada vez que vamos, algo malo sucede. –la luz no se encendió en sus ojos. –, la lucha en la Z–le recordé. –, Al Bolsillo del Diablo. Las dos veces que tuve que mendigar que me llevasen a casa.
–La tercera es la vencida –Él sonrió, y me di cuenta por primera vez que era una muy buena sonrisa. Juvenil, incluso. Se suavizó su personalidad, haciendo que me preguntase si había otra cara de él, un lado que no había visto todavía.
Las oportunidades eran, Marcie iría a la misma fiesta. La misma fiesta a lab que había ido con Patch apenas una semana y media atrás, cuando hable demasiado pronto al decir que tenía la vida perfecta. Nunca podría haber imaginado que tan rápido podría darse la vuelta.
Hice un rápido inventario de mis sentimientos, pero necesitaba más que un puñado de segundos para saber como me sentía. Quería ver a Patch -siempre quiero- pero esa no era la cuestión.
Necesitaba la determinación si podía verle. ¿Podría manejar verlo con Marcie? ¿Especialmente después de todo lo que me dijo la noche pasada?
–Tendré que pensarlo –le respondí a Scott, así demoraría la respuesta.
–¿Necesitas que pase a recogerte?
–No, si voy, Vee me puede llevar –señalé hacia las puertas de la cocina. –
Escucha, necesito volver al trabajo.
–Espero verte. –dijo y me lanzó una sonrisa antes de irse.
En el cierre me encontré con Vee con el coche encendido en el estacionamiento.
–Gracias por recogerme –dije, dejando caer la indirecta. Las piernas me dolían hasta los pies, y mis oídos todavía retumbaban por las conversaciones y carcajadas de un abarrotado restaurante -por no mencionar todas las veces que los cocineros o camareras me corregían gritando. Yo había hecho al menos dosbordenes mal, y más de una vez entré en la cocina por la puerta equivocada. En ambas ocasiones casi noqueando a una camarera con la bandeja en sus brazos.
La buena noticia es que tenía treinta dolares en propinas dentro de mi bolsillo.
Después de que haya pagado mi multa, todas mis propinas irían para el Cabriolet. Anhelaba el día en que no tuviese que depender de Vee para que me hiciese el favor.
Pero no tanto como anhelaba el día que me olvidase a Patch.
Vee sonrió.
–Este no es un servicio gratuito. Todos estos paseos son realidad favores que se volverán en tu contra.
–Lo digo en serio Vee. Tú eres la mejor amiga del mundo entero. La mejor de todas.
–Oh, tal vez deberíamos conmemorar este momento Wallmart e ir a buscar helado Skipy. Podríamos usar algo de hielo. En realidad podríamos usar MSG (glutamato monosódico). Nada me hace más feliz que un bote lleno de comida rápida recién hecha, cubiertos de MSG pasado de moda.
–¿Podrías extenderme un vale? –pregunté –. Me invitaron a una fiesta es Delphic Beach esta noche. Tu estás más que invitada –añadí rápidamente.
No era en absoluto seguro que hubiese tomado la mejor decisión, cuando decidí ir esa noche. ¿Por qué me impongo a mí misma la tortura de ver a Patch otra vez? Sabía que era porque yo quería cerrar ese capitulo. Ser fuerte, una persona más valiente que corte todos los lazos y siga adelante. Una persona más fuerte que no golpeó con los puños contra la puerta del destino. Patch estaba fuera de mi vida para siempre. Sabía que tenía que aceptarlo, pero había una gran diferencia entre saber y hacer.
–¿Quién va a ir? –preguntó Vee.
–Scott y unas cuantas personas más de la escuela –no necesitaba mencionar a Marcie y su séquito instantaneo. Tenía el sentimiento de que Vee no podría apoyarme esa noche.
–Creo que voy a acurrucarme con Rixon y veré una película en su lugar. Puedo preguntarle si él tiene otros amigos que se puede enganchar para ir con ellos. Podríamos hacer una especie de doble cita. Comer palomitas de maíz, contar chistes, algo distinto.
–Paso –no quería a alguien más. Quería a Patch
En el tiempo que tardó Vee en llegar al estacionamiento de Delphic Beach, el cielo estaba negro alquitrán. Luces de alta potencia que me recordaba a las de los ochenta, en un campo de fútbol con vigas de madera de un encalado de un carrusel, videojuegos y un mini golf, causando un halo que se cernía sobre el terreno. No había electricidad más abajo en la playa, o en los campos de los alrededores, lo que hacía un punto brillante en la costa en varias millas. A esta hora de la noche no esperaba encontrar a alguien comprando hamburguesas o jugando al hockey de aire, y había señalado para caminar un camino de rieles de ferrocarril hasta el agua.
Murmuré un adiós. Vee saludó en respuesta, su teléfono en la oreja mientras ella y Rixon elaboraban los detalles de donde se reunirían.
El aire todavía era caliente del sol del día y se llenó con los sonidos de toda de la música lejana a lo largo del puerto de ocio Delphic bajo los acantilados, como si navegasen los tambores sobre la arena. Me alejé de la cresta de algas marinas que flotaba paralela a la costa como una cerca, corrí por la pendiente, y me fui por la fina pasarela de arena seca que acababa de salir del alcance de la marea alta.
Pasé pequeños grupos de personas que continuaban jugando en el agua, saltando las olas y lanzando trozos de madera en la oscuridad del océano, a pesar de que los salvavidas se habían ido hace mucho. Mantuve mi mirada alerta por si veía a Patch, Scott, Marcie, o cualquier otra persona.
Más adelante, las llamas de color naranja de una hoguera chispeaban y revoloteaban en la oscuridad. Saqué mi celular y llamé Scott.
–Yo.
–Estoy aquí –le dije. –¿Dónde estás?
–Justo al sur de la hoguera. ¿Tú?
–Justo al norte de la misma.
–Te encontraré
Dos minutos después, Scott apareció en la arena a mi lado.
–¿Vas a pasar el rato alejada toda la noche? –me preguntó. Con su respiración contenida y oliendo a alcohol.
–Yo no soy gran fan del noventa por ciento de la gente de esta fiesta
Él asintió con la cabeza, comprendiendo, y me tendió una botella de acero.
–No tengo gérmenes, palabra de scout. Bebe todo lo que quieras.
Me incliné lo suficiente para oler el contenido de la botella.
Inmediatamente me alejé ante la sensación de quemazón en la parte posterior de mi garganta.
–¿Qué es? –me ahogaba –, ¿Aceite de motor?
–Una receta secreta. Si te lo dijese tendría que matarte.
–No es necesario, estoy lo suficientemente segura de que si tomo una copa obtendría el mismo resultado.
Scott se recortó con los codos en la arena. Se había cambiado a una camiseta de Matallica con las mangas arremangadas, pantalones cortos color caqui y sandalias. Yo con mi uniforme de trabajo, menos la gorra, chaleco y camiseta fruncida. Por suerte me puse una camisola antes de salir de trabajar, pero no tenía nada que remplazase los pantalones de lana.
–Así que digo, ¡hey Grey! ¿Qué estás haciendo aquí? Tengo que decirte, pensé que regresarías para hacer tu tarea de las próximas semanas.
Me recosté en la arena junto a él y eché un vistazo en su dirección.
–El acto reflejo está empezando a quedar anticuado. Así que estoy coja. ¿Y qué?
Él sonrió.
–Me gustas coja. Vas a ayudarme a pasar mi primer año. Particularmente Inglés.
Oh, muchacho.
–Si eso era una pregunta, la respuesta es no, no voy a escribir sus ejercicios de Inglés.
–Eso es lo que piensas. No he empezado a trabajar con el encanto 'Scott' todavía.
Sonreí ampliamente, y él profundizó su sonrisa. Él dijo:
–¿Qué? ¿No me crees?
–No creo que tú y la palabra 'encanto' pertenezcan a la misma oración.
–Ninguna chica puede resistirse al encanto. Te lo estoy diciendo, se vuelven locas por él. Aquí están los fundamentos: estoy veinticuatro horas al día y siete días a la semana borracho, no puedo mantener un trabajo, no puedo pasar matemáticas básicas, y me paso los días en los videojuegos y desmayado.
Eché la cabeza hacia atrás, sintiendo mis hombros temblar por como me reía. Estaba empezando a pensar que me gustaba la versión ebria de Scott mejor que el sobrio. ¿Quién habría imaginado a Scott auto criticándose?
–Deja de babear –dijo Scott, juguetonamente dándole vuelta al significado de mi risa. –Se va a quedar en mi cabeza.
Le di una sonrisa relajada.
–Tú conduces un Mustang. Eso te dará diez puntos por lo menos.
–Impresionante. Diez puntos. Todo lo que necesito son otros doscientos para salir de la zona roja.
–¿Por qué no dejas de beber? –le sugerí.
–¿Dejarlo? ¿Estás bromeando? Mi vida apesta cuando estoy sólo a medias consciente de ello. Si dejo de beber y veo como es realmente, probablemente saltaría de un puente.
Nos quedamos en silencio un momento.
–Cuando estoy perdido, casi puedo olvidarme de quien soy –dijo y su sonrisa se desvaneció un poco. –, sé que todavía estoy ahí, pero sólo apenas. Es un buen lugar para estar –bebió de nuevo la botella, con la mirada en el oscuro mar de frente.
–Sí, bueno, mi vida no es tan genial tampoco.
–¿Tu padre? –supuso, limpiándose el labio superior con el dorso de su mano –, eso no fue tu culpa.
–Lo que casi lo hace peor
–¿Cómo es eso?
–Si fuera mi culpa, implicaría que metí la pata. Me culpé a mí misma durante mucho tiempo, pero tal vez lo dejaré atrás. Ahora mismo estoy atascada en la misma pregunta. ¿Por qué mi padre?
–Muy bien –respondió Scott.
Una suave lluvia comenzó a caer. Lluvia de verano, con grandes gotas calientes salpicando por todas partes.
–¿Qué demonios? –Oí la demanda de Marcie más abajo en la playa, cerca de la hoguera. Estudié los contornos de los cuerpos de la gente que comenzaba a arrastrar los pies. Patch no estaba entre ellos.
–A mi apartamento... ¡todo el mundo! –Gritó Scott después, poniéndose en pie de un salto. Se tambaleó de lado, apenas podía mantener a su equilibrio.
–Setenta y dos Deacoo Road, apartamento treinta y dos. Las puertas están abiertas. Un montón de cerveza en la nevera. Ah, y le he dicho a mi madre que se quede en Bunco toda la noche.
Una algarabía se acercó y cogieron todos sus zapatos y otras prendas de vestir y descaradamente caminamos sobre la arena hacia la playa de estacionamiento.
Scott dio un golpe en mi muslo con su sandalia.
–¿Necesitas que te lleve? Vamos, incluso me permiten conducir.
–Gracias por la oferta, pero creo que he terminado por hoy.
Patch no estaba aquí. Fue la única razón de que había tenido para ir y de repente la noche se no sentía decepcionante, pero pérdida en sí. Me había sentido aliviada por no tener que ver la Patch y Marcie juntos, pero sobre todo me sentía decepcionada, solitaria, y llena de pesar... y agotada. Lo único que en mi mente era meterse en la cama y poner fin a este día tan pronto como fuese posible.
–Los amigos no dejan que sus amigos manejen ebrios –. Scott me engatusó.
–¿Estás tratando de apelar a mi conciencia?
Unas llaves se descolgaron delante de mí.
–¿Cómo puedes que dejar pasar la única oportunidad de tu vida de conducir un mustang?
Me puse en pie y sacudí la arena de la parte trasera de mis pantalones.
–¿Qué tal si me vendes el Stang por treinta dólares? Incluso puedo pagar en efectivo.
Se echó a reír, lanzando su brazo alrededor de mi hombro.
–Borracho, pero no tan borracho, Grey.