El lunes después de la escuela Vee me llevó hasta la biblioteca. Me demoré fuera de la entrada para hacer la habitual llamada a mi madre. Como de costumbre, ella me contó que su trabajo la mantenía sumamente ocupada y yo le comenté que la escuela estaba haciendo justamente lo mismo conmigo.
Una vez adentro, tome el elevador para ir a la sala multimedia en el tercer piso, revise mi e-mail, me metí a Facebook y le eche un vistazo a la página de Perez Hilton. Solo para torturarme, googleé Black Hand na vez más. Los mismos links aparecieron. ¿No esperaba encontrar nada nuevo, cierto? Al final, al no tener nada más con que aplazarlo, abrí mi libro de química y me resigne a estudiar.
Ya era tarde cuando decidí ir a buscar algo a la máquina expendedora.
Fuera de la ventana que daba al oeste de la Librería, el sol se había ocultado en el horizonte y la noche se estableció rápidamente. Decline de usar el elevador en preferencia a las escaleras, sintiendo la necesidad de un poco de ejercicio. Había estado sentada tanto tiempo que mis piernas comenzaban a hormiguear adormecidas.
En el lobby, le di unos cuantos dólares a la máquina expendedora y me lleve unos pretzels y un jugo de arándanos al tercer piso. Cuando regrese al laboratorio multimedia, Vee estaba sentada en mi escritorio, sus brillantes tacones amarillos apoyados en mi silla. Su expresión era una mezcla de petulancia y molestia. Ella sostenía en el aire un pequeño sobre negro, sujeto entre dos de sus dedos.
―Esto es para ti―dijo, lanzando el sobre al escritorio―. Y también esto―sacó una bolsa de papel de la pastelería―. Pensé que tal vez tenías hambre.
A juzgar por el desdén en la expresión de Vee, tuve un mal presentimiento acerca de la carta, y decidí centrar mi atención en el contenido de la bolsa que ella acababa de darme.
―¡Magdalenas!
Vee sonrió.
―La señora de la pastelería me dijo que eran orgánicas. No estoy segura de cómo se hace una magdalena orgánica, y no estoy segura de por qué costaban más, pero allá tú.
―Eres mi salvadora.
―¿Cuánto tiempo te quedaras aquí?
―Treinta minutos, a lo más.
Ella coloco las llaves del Neon junto a mi bolsa.
―Rixon y yo vamos a ir por algo que comer, así que tendrás que ser tu propio chofer esta noche. Aparqué el Neon en el estacionamiento subterráneo. Fila B. solo queda un cuarto del tanque, así que no te enloquezcas.
Tome las llaves, intentando ignorar el incomodo pinchazo en mi corazón que de inmediato reconocí como celos. Estaba celosa de la nueva relación de Vee con Rixon. Celosa de sus planes para ir a cenar. Celosa porque ella estaba ahora más cerca de Patch que yo, porque incluso aunque Vee nunca lo hubiera mencionado, estaba segura de que ella se topaba con Patch cuando estaba con Rixon. Por lo que sabía, los tres veían juntos películas por la noche. Los tres, descansaban en el sofá de Rixon, mientras yo me sentaba sola en la granja.
Deseaba desesperadamente preguntarle a Vee por Patch, pero la verdad era que, no podía. Había terminado con él. Había armado mi cama, ahora tiempo de dormir en ella.
Entonces, ¿Cómo era posible que una pequeña inferencia doliera tanto?
―Hey, ¿Vee?
Ella dio media vuelta frente a la puerta.
―¿Si?
Abrí mi boca, y fue entonces cuando recordé mi orgullo. Vee era mi mejor amiga, pero ella también era una bocazas. Si le preguntaba sobre Patch, corría el riesgo de que él lo averiguara de segunda mano. El sabría cuán difícil se me estaba haciendo superarlo.
Compuse una sonrisa.
―Gracias por las magdalenas.
―Cualquier cosa por ti, bebé.
Después de que Vee se fue, quite el papel que envolvía una de las magdalenas y me la comí sola en la tranquila sala.
Fue necesaria otra media hora de tarea y comer dos magdalenas más, antes de que finalmente me atreviera a darle una mirada al sobre negro situado en el centro de mi campo visual. Sabía que no podría evitarlo toda la noche.
Rompí el sello, sacudí la tarjeta negra con un corazón en relieve al centro.
La frase lo siento estaba escrita a lo largo de este. La tarjeta estaba aromatizada con un perfume agridulce. Acerque la tarjeta a mi nariz y aspire profundamente, tratando de identificar el extraño e intoxicante aroma. El olor a fruta quemada y especias químicas hizo que me ardiera toda la garganta. Abrí la tarjeta.
<< Fui un imbécil la noche pasada. ¿Perdóname?>>
Automáticamente lance la tarjeta todo lo lejos que mis brazos me permitieron. Patch. No sabía que había gatillado su disculpa, pero no me gusto la conmoción que causo en mi interior. Si, él había sido un imbécil. ¿Acaso pensó que una tarjeta comprada en la farmacia podría negarlo? Además, él estaba subestimando el daño que me causo. Él besó a Marcie. ¡La besó! Y no solo eso, él había invadido mis sueños. No tenía la menor idea de cómo lo había hecho, pero cuando desperté en la mañana. Supe que él había estado allí. Fue más que desconcertante. Si él podía invadir la privacidad de mis sueños, ¿qué más podría hacer?
―Quedan diez minutos para que cerremos―susurró la bibliotecaria desde el umbral de la puerta.
Envié mi ensayo de tres párrafos sobre aminoácidos a la impresora, luego recogí mis libros y los metí en mi mochila. Recogí la tarjeta de Patch, vacilé, luego la rompí en múltiples pedazos que arrogue al tacho de la basura. Si él quería decir que lo sentía, podría haberlo dicho en persona. No por intermedio de Vee, y no en mis sueños.
A mitad de pasillo para recoger mi trabajo, extendí la mano para sostenerme en el escritorio más cercano. El lado derecho de mi cuerpo se sentía mucho más pesado que el izquierdo, y mi equilibrio fallo. Di otro paso, y mi pierna derecha se doblo como si fuera de papel. Me agache, aferrándome al escritorio con mis dos manos, puse mí cabeza entre mis codos para lograr que la sangre fluyera nuevamente a mi cerebro. Una cálida y somnolienta sensación se arremolinaba en mis venas.
Enderezando mis piernas, pude ponerme en pie de modo tambaleante, pero algo iba mal con las paredes. Estaban estiradas de un modo anormalmente largo y estrechas como si las estuviera a mirando por uno de esos espejos de la casa de la diversión. Parpadee en repetidas ocasiones, intentando llevar mi visión a un punto fijo.
Mis huesos parecían llenos de acero, se negaban a moverse, y mis parpados cayeron ante las fuertes luces fluorescentes. Aterrada, les ordene abrirse, pero mi cuerpo me desobedecía completamente. Sentía unos cálidos dedos curvándose alrededor de mi mente, tratando de hacerla dormir.
El perfume, vagamente pensé. En la tarjeta de Patch.
Estaba sobre mis manos y rodillas ahora. Extraños rectángulos vagaban alrededor de todo, girando frente a mí. Puertas. La habitación estaba llena de puertas abiertas. Pero tan pronto como me arrastraba hacia ellas, ellas rápidamente retrocedían. En la lejanía oí un sombrío tick-tock. Me aleje del sonido, lo suficientemente lucida para comprender que ese reloj estaba al fondo de la habitación, en el lado opuesto a la puerta.
Más tarde, me di cuenta que mis brazos y piernas no se movían más, la sensación de arrastrarme no era más que una ilusión de mi mente. Un chirrido, una carpeta industrial choco con mi mejilla. Luche una vez más por levantarme, cerré los ojos, toda la luz se alejo en un espiral.
Desperté en la oscuridad.
El aire artificial hacia hormiguear mi piel, y el callado zumbido de las maquinas susurraba alrededor. Puse mis manos por debajo de mí, pero cuando intente levantarme, puntos púrpuras y negros comenzaron a danzar frente a mis ojos. Sentí la textura del espeso algodón en mi boca y rodé hasta quedar de espaldas.
Entonces recordé que seguía en la biblioteca. Incluso, estaba totalmente segura de en qué parte estaba. No recuerdo haberme ido. Pero ¿qué estaba haciendo en el piso? Traté de recordar como acabe allí.
La tarjeta de Patch. Había respirado el picante, agridulce perfume. Al poco rato, había caído al piso.
¿Había sido drogada?
¿Patch me había drogado?
Yací allí, mi corazón retumbaba, pestañeaba tan rápido que los pestañeos veían uno sobre el otro. Trate de incorporarme por segunda vez, pero sentía como si alguien hubiera puesto una bota de hierro sobre mi pecho. Con un segundo, y más determinado empujón, logre sentarme. Me aferre a un escritorio, me arrastre todo el camino hasta ponerme de pie. Mi cerebro protesto por el vértigo, pero mis ojos lograron localizar la borrosa señal verde de salida sobre la puerta del laboratorio de medios. Me tambalee hacia ella.
Di vuelta la majilla de la puerta. La puerta se abrió una pulgada, y luego se trabó. Estaba a punto de empujarla con fuerza, cuando algo al otro lado de la ventana junto a la puerta llamó mi atención. Fruncí el ceño. Qué extraño.
Alguien había atado el extremo de una cuerda a la manilla exterior de la puerta, y el otro cabo de la cuerda a la puerta de la sala de al lado.
Golpee el vidrio con mi mano.
―¿Hola? ―grité atontada―. ¿Puede alguien oírme?
Intente con la puerta una vez más, empujándola con toda mi fuerza, que no era mucha, mis músculos parecían mantequilla caliente a punto de fundirse cuando intentaba ejercitarlos. La cuerda estaba fuertemente atada entre las dos perillas, puede mover la puerta del laboratorio tan solo cinco pulgadas desde el umbral. Lo que no era ni siquiera útil para pasar.
―¿Hay alguien allí? ―grité por la hendidura de la puerta―. ¡Estoy atrapada en el tercer piso!
La biblioteca me respondió con silencio.
Mis ojos se habían adaptado a la oscuridad ahora, y logre dar con el reloj de la pared. ¿Once? ¿Sería correcto? ¿Estuve dormida por más de dos horas?
Saque mi celular, pero no tenia señal. Trate de conectarme a Internet pero este repetidamente me informaba que no habían redes disponibles.
Mirando frenéticamente alrededor del laboratorio multimedia, arrastre mis ojos sobre cualquier objeto, buscando algo que pudiera usar para salir.
Computadores, sillas giratorias, documentos en las gavetas... nada me servía.
Me arrodille junto a la rendija de la ventilación y grite.
―¿Puede alguien oírme? ¡Estoy atrapada en el laboratorio multimedia del tercer piso! ―espere atenta a oír una respuesta. Mi única esperanza era que aun quedara alguna bibliotecaria, terminando algún trabajo de último minuto antes de irse. Pero era una hora cercana a la medianoche y sabia que las probabilidades estaban en mi contra.
En la biblioteca principal, los engranajes resonaban por el movimiento de la jaula del ascensor al final del hall que se levanto del suelo. Dirigí mi cabeza hacia el sonido.
Una vez, cuando tenía cuatro o cinco, mi papá me llevo al parque para enseñarme a andar en bicicleta sin las rueditas de entrenamiento. Para el final de la tarde, podía andar alrededor de todo el camino de un tercio de milla sin ayuda. Mi papá me dio un gran abrazo y me dijo que ya era tiempo de volver a casa y mostrarle a mi mamá lo que había logrado, le pedí dar dos vueltas más y acordarnos una. A mitad de camino, perdí el equilibrio y caí. Mientras me levantaba, vi un enorme perro marrón no muy lejos de allí. Me estaba mirando.
En ese momento, mientras nos estábamos mirando, escuche a una voz susurrar, No te muevas. Trague saliva y contuve la respiración, incluso cuando lo único que querían mis piernas era correr tan rápido como pudieran hacia la protección de mi papá.
Las orejas del perro se alzaron y avanzo hacia mí corriendo de manera agresiva. Temblé de miedo pero mantuve mis pies firmes. Entre más cerca estaba el perro, más ganas sentía de correr, pero sabía que en el momento en que me moviera, los instintos animales del perro lo harían perseguirme. A mitad de camino, el perro perdió el interés en cuerpo de estatua y corrió en otra dirección. Le conté a mi papá si el había oído la misma voz que me dijo que me quedara quieta, y el dijo que era el instinto. Si la escuchaba, nueve de diez veces, haría la mejor jugada.
El instinto estaba hablándome ahora. Sal.
Arranque el monitor del escritorio más cercano y lo lance contra la ventana. El vidrio se rompió, dejando un enorme agujero en el centro. Cogí la perforadora del escritorio de trabajo comunitario junto a la puerta y lo use para golpear el vidrio restante. Luego arrastre una silla, me trepe en ella, apoye mi pie en el borde de la ventana y salte hacía el pasillo.
El ascensor siseó y vibro fuertemente, pasando al segundo piso.
Cubrí el hall en una carrera. Flexione mis brazos con fuerza, sabía que debía encontrar las escaleras junto al ascensor, antes de que este se elevara más alto y quien fuera que estuviera adentro me viera. Tire de la puerta, desperdiciando los preciosos segundos que me tomo cerrarla sin hacer el mas mínimo ruido. En el lado más alejado de la puerta, el ascensor se detuvo.
La puerta corredera se abrió y alguien salió. Use la barandilla para adquirir más rapidez, mis pies ligeros contra los escalones. Estaba a medio camino del segundo piso cuando la puerta se abrió. Me detuve a medio paso, no deseaba alertar a quien fuera que estuviera arriba de mi ubicación.
¿Nora?
Mi mano se deslizo por la barandilla. Era la voz de mi padre.
¿Nora? ¿Estás allí?
Trague, esperando para gritarle. Entonces recordé lo que sucedió en la casa.
Sal de allí. Puedes confiar en mí. Déjame ayudarte. Sal para que pueda verte.
Su tono era extraño y demandante. En la casa, cuando la voz de mi padre me habló por primera vez, era suave y gentil. Esa misma voz me dijo que no estábamos solos y que necesitaba dejarlo ir. Cuando él habló de nuevo, su voz era diferente. Sonaba fuerte y engañosa. ¿Y si mi padre estar intentado contactarse conmigo? ¿Y si él había sido ahuyentado, y la segunda, la extraña voz provenía de alguien que aparentaba ser él? Fui golpeada por el pensamiento de que alguien pudiera usar a mi padre como un señuelo.
Pesadas pisadas corrieron hacia abajo en la escalera, sacándome de mis especulaciones. Él venía por mí.
Baje las escaleras de manera ruidosa, sin preocuparme de pasar desapercibida. ¡Rápido! Me grité a mí misma. ¡Más rápido!
Él estaba ganando terreno, estábamos a poca distancia. Cuando mis zapatos dieron con el primer piso, empuje la puerta de las escaleras, crucé el lobby, y me arrogué fuera de las puertas principales hacia la noche.
El aire era templado y calmado. Corría por la calzada de cemento hacía abajo de la calle, cuando hice un segundo cambio de planes. Escale la barandilla a la izquierda de las puertas, cayendo más o menos diez pies hasta un pequeño patio de hierba debajo. Por encima de mí, las puertas principales de la biblioteca se abrieron. Me apoye en la pared de concreto, mis pies revolvían basura y plantas.
Al minuto oí el lento ruido de los zapatos que descendían el camino de cemento, corrí por el bloque. La biblioteca no tenía su propio estacionamiento; compartían uno subterráneo con el ayuntamiento. Corrí bajo la rampla del estacionamiento, pasando por debajo de la valla del parquímetro y barrí el lugar en busca del Neon. ¿Dónde dijo Vee que lo había estacionado?
FilaB...
Corrí por un pasillo y visualice el extremo de la cola del Neon sobresaliendo del espacio establecido. Puse la llave en la puerta, me coloque tras el manubrio y le di al motor. Acababa de direccionar el Neon a la rampa de salida cuando un SUV oscuro apareció en la esquina. El conductor acelero el motor en línea recta hacia mí.
Puse el Neon en segunda marcha y pise el acelerador, pasando frente al SUV segundos antes de que me bloqueara completamente la salida y me dejara encerrada en el estacionamiento.
Mi mente estaba sumamente cansada de pensar acerca de lo que estaba pasando. Anduve por dos cuadras mas hasta la señal de stop, luego viré hacia Walnut. El SUV acelero hacia Walnut detrás de mí, casi rozando mi cola. El límite de velocidad salto a cuarenta y cinco, y los carriles aumentaron a dos.
Puse el Neon en cincuenta, alternando mis ojos entre la carretera y el espejo retrovisor.
Sin señalizarlo, gire el volante, cortando hacia una calle lateral. El SUV se arrastró por la acera, siguiéndome. Hice dos giros más hacia la derecha, rodeé la cuadra, y volví hacía Walnut. Me desvié hasta quedar frente a un coupe de dos puertas blanco, que quedo entre el SUV y yo. El semáforo paso a amarillo y acelere en el intertanto que la luz paso a rojo. Con mis ojos pegados en el espejo retrovisor, vi al carro blanco detenerse, detrás de él, el SUV dio un frenazo.
Tome unos cuantos respiros profundos. Mi pulso palpitaba en mis brazos, y mis manos sostenían con fuerza el volante.
Tome la cuesta arriba a Walnut, pero tan pronto como estuve en la parte trasera de la cuesta, me fui contra el transito y doble a la izquierda. Fui a parar a la línea del ferrocarril, avance hasta un oscuro, decrepito vecindario de casas de ladrillo de un solo piso. Sabía dónde me encontraba: Saughterville. El barrio se había ganado ese apodo hacia décadas cuando tres adolescentes mataron a tiros a otro en la plaza de juegos.
Desacelere cuando una casa situada al final de la calle llamó mi atención.
No había luces. Un abierto, vacío garaje individual estaba situado un poco más atrás de la propiedad. Retrocedí con el Neon por el camino hasta el garaje.
Después de chequear tres veces que los seguros del carro estuvieran puestos, baje las luces. Espere, temiendo que en cualquier momento las luces del SUV barrieran la calle.
Hurgando en mi bolso, encontré mi celular.
―Hey―contestó Vee.
―¿Quién más toco la tarjeta de Patch? ― demande, las palabras salieron con rapidez.
―¿Huh?
―¿Te dio Patch la tarjeta directamente? ¿Fue Rixon? ¿Quién la tocó?
―¿Quieres decirme de que va todo esto?
―Pienso que fui drogada.
Silencio.
―¿Tú piensas que la tarjeta estaba con drogas? ―repitió Vee dudosa.
―El papel estaba impregnado con perfume―dije con impaciencia―.
Dime quien te la dio a ti. Cuéntame exactamente como la conseguiste.
―Camino a la biblioteca para dejarte las magdalenas, Rixon llamo para saber donde estaba―explicó lentamente―. Nos encontramos en la biblioteca, y Patch iba en la camioneta de Rixon. Patch me dio la tarjeta y me pidió que te la diera. Tome la tarjeta, las magdalenas y las llaves del Neon adentro para ti, luego volví afuera para reunirme con Rixon.
―¿Nadie más tocó la tarjeta?
―Nadie.
―Menos de media hora después de que oliera la tarjeta, colapse en el piso de la biblioteca. No desperté hasta dos horas después.
Vee no respondió de inmediato, y casi podía oírla pensando acerca de todo esto, tratando de digerirlo. Al último ella dijo:
―¿Estás segura que no fue por fatiga? Estuviste mucho rato en la biblioteca. Yo no puedo trabajar tanto sin necesitar una siesta.
―Cuando desperté―presioné―, había alguien en la biblioteca conmigo.
Pienso que era la misma persona que me drogo. Ellos me persiguieron por la biblioteca. Logre salir, pero ellos me siguieron hasta Walnut.
Otra pausa.
―Por más que no me guste Patch, tengo que decirte, que no lo creo capaz de drogarte. Él es un chiflado pero tiene sus límites.
―¿Entonces quien fue? ―mi voz sonó un poco estridente.
―No lo sé. ¿Dónde estás?
―Slaughtville.
―¿Qué? ¡Sal de allí antes de que te asalten! Regresa. Pasa la noche aquí. Vamos a resolver esto. Vamos a descubrir que sucede―pero sus palabras se sintieron como un consuelo vacío. Vee estaba tan perpleja como yo.
Permanecí escondida en el garaje por lo que debieron ser otros veinte minutos antes de sentirme lo suficientemente valiente como para volver a las calles. Mis nervios estaban raidos, mi mente cansada. Opte por tomar nuevamente la vía a Walnut, pensando que el SUV se me cruzaría en cualquier momento, esperando para seguirme. Me apegue a un lado de la calle, ignorando el límite de velocidad permitido y conduje apresuradamente hacia la casa de Vee.
No estaba muy lejos de su casa cuando note las luces azules y rojas en el espejo retrovisor. Detuve el Neon junto a la acera, apoye mi cabeza contra el volante. Sabía que estaba conduciendo rápido, y estaba frustrada conmigo misma por haberlo hecho, de todas las noches debía ser esta en la que me detuvieran.
Un momento después, unos nudillos golpearon la ventana. Presione el botón para bajar la ventanilla.
―Bueno, bueno―dijo el Detective Basso―. Tanto tiempo sin verte.
Cualquier otro policía. Pensé. Cualquier otro.
El sacó su block de notas.
―Licencia y registro, ya conoces el procedimiento.
Sabía que no debía hablar mientras me cruzaban la infracción, pero eso no se aplicaba al Detective Basso, no veía el punto en arrepentirme.
―No sabía que el trabajo de detective incluía el cursar infracciones por exceso de velocidad.
Él me dedico una sonrisa afilada.
―¿Dónde está el fuego?
―¿No puedo simplemente tomar mi multa e irme a casa?
―¿Hay alcohol en el auto?
―Mire―dije, extendiendo mis manos.
Él abrió mi puerta.
―Sal.
―¿Por qué?
―Sal―señalo la acera de al lado―, y camina en línea recta.
―¿Usted piensa que estoy borracha?
―Pienso que estás loca, pero estoy verificando tu estado de sobriedad mientras estas aquí.
Salí y cerré la puerta tras de mí.
―¿Hasta qué distancia?
―Hasta que te diga que te detengas.
Me concentre en poner mi pie sobre la línea, pero cada vez que miraba hacia abajo mi visión se hacía borrosa. Podía sentir aun los efectos de la droga haciendo estragos en mi coordinación, y entre más me concentraba en mantener mi pie en la línea, sentía que más me balanceaba fuera de ella.
―¿Puede simplemente darme mi multa, golpear mi muñeca y enviarme a casa? ―mi tono era insubordinado, pero me aterrorice por dentro. No había podido caminar por la línea, el Detective Basso podría llevarme a la cárcel. Ya estaba agitada y no me creía capaz de de manejar una noche entera tras las rejas. ¿Y si el tipo de la biblioteca venia tras de mi otra vez?
―Un montón de policías de pueblito podrían dejarte pasar algo así, seguro. Otros podrían incluso aceptar un soborno. Yo no soy ninguno de ellos.
―¿Importa el hecho de que haya sido drogada?
Él soltó una carcajada sombría.
―¿Drogada?
―Mi ex novio me dio una tarjeta perfumada esta tarde, abrí la carta, y lo próximo que recuerdo es que me desmaye.
Como el Detective Basso no me interrumpió continúe con mi relato.
―Dormí por más de dos horas. Cuando desperté, la biblioteca estaba cerrada. Estaba encerrada en el laboratorio multimedia. Alguien había trabado la puerta...―me detuve, cerrando mi boca.
Él hizo una seña para que prosiguiera.
―Vamos, continua. No me dejes con la duda.
Me di cuenta demasiado tarde de que acaba de incriminarme. Admití que había estado en la biblioteca, esa noche, en el laboratorio multimedia. Lo primero que harían mañana cuando abrieran, sería reportar la ventana rota a la policía. Y no me cabía la menor duda de que el Detective Basso iría a buscarme.
―Tú estabas en el laboratorio multimedia―insistió―. ¿Qué paso después?
Era demasiado tarde para echarme atrás. Debía terminar mi relato y esperar lo mejor. Tal vez algo de lo que dijera lograría convencer al Detective Basso de que no era culpable, que todo lo que había hecho estaba justificado.
―Alguien cerró la puerta del laboratorio multimedia. Lance un computador contra la ventana para poder salir.
Su cabeza se inclino hacia atrás y rió.
―Hay un nombre para las chicas como tú, Nora Grey. Inventa cuentos. Eres como la mosca que nadie logra espantar.
Camino de vuelta hacia su patrulla y tomo la radio desde la puerta abierta del lado del piloto. Se comunico por ella y dijo:
―Necesito que alguien vaya hacia la biblioteca y revise el laboratorio multimedia. Avísenme sobre lo que encuentren.
Se apoyó contra su auto, le echó un vistazo a su reloj.
―¿Cuántos minutos crees que les tome informarme? Tengo tu confesión, Nora. Podría arrestarte por allanamiento y vandalismo.
―Allanamiento implicaría que no estaba atrapada contra mi voluntad en el interior de la biblioteca―sonaba nerviosa.
―Si alguien te drogó y te encerró en el laboratorio multimedia ¿Qué estás haciendo aquí ahora, conduciendo hacia Hickory a cincuenta y cinco millas por hora?
―Se suponía que no debería haber escapado. Escape de la habitación mientras él iba en el elevador para atraparme.
―¿Él? ¿Lo viste? Dame una descripción.
―No lo vi, pero era un chico. Sus pisadas sonaban pesadas mientras me perseguía por las escaleras. Demasiado pesadas para ser las de una chica.
―Estás tartamudeando. Eso usualmente implica que estas mintiendo.
―No lo estoy haciendo. Estaba atrapada en el laboratorio, y alguien iba enbel elevador a buscarme.
―Correcto.
―¿Quién podría estar en el edificio a esas horas? ―mi voz sonó rota.
―¿Un conserje? ―él sugirió con rapidez.
―Él no estaba vestido como un conserje. Cuando mire hacia arriba de la escalera, vi unos pantalones oscuros y unas zapatillas oscuras también.
―Entonces cuando te lleve hasta la corte ¿vas a decirle al Juez que eres una experta en vestuario de conserjes?
―El tipo me siguió fuera de la biblioteca, se metió a su auto, y me persiguió. Un conserje no haría eso.
La radio se prendió con chirrido y el Detective Basso fue hacia el interior del auto para contestar.
―Terminada la revisión a la biblioteca―una voz de hombre dijo desde la radio―. Nada.
El detective Basso espero, me dirigió una mirada especulativa.
―¿Nada? ¿Estás seguro?
―Repito: nada.
¿Nada? En lugar de alivio, sentí pánico. Yo había destrozado la ventana del laboratorio. Lo había hecho. Era real. No fue mi imaginación. No... fue.
¡Cálmate! Me ordene. Esto ya me había sucedido antes. No era nuevo. En el pasado, había sido un juego mental. Había alguien trabajando tras escena, tratando de manipular mi mente. ¿Podría estar pasando de nuevo? Pero... ¿por qué? Necesitaba pensar en todo esto. Sacudí mi cabeza, un gesto ridículo, como si sacudir mi cabeza fuera a darme la respuesta.
El Detective Basso cortó la primera hoja de su libreta y la puso en mi mano.
Mis ojos se detuvieron en la parte inferior.
―¡¿Doscientos veintinueve dólares?!
―Ibas a más de treinta kilómetros sobre el límite de velocidad en un carro que ni siquiera es tuyo. Paga la multa, o nos veremos en la corte.
―N-No tengo esa suma de dinero.
―Consigue un empleo. Tal vez eso te mantenga alejada de los problemas.
―Por favor no me haga esto―dije, inyectándole toda la suplica que pude a mi voz.
El Detective Basso me estudio con detenimiento.
―Hace dos meses un chico sin identificación, sin familia, y sin un pasado rastreable apareció muerto en el gimnasio de la secundaria.
―La muerte de Jules fue clasificada como suicidio―dije automáticamente, pero pude sentir el sudor deslizándose por la parte de atrás de mi cuello. ¿Qué tenía que ver eso con mi multa?
―La misma noche que el falleció la psicóloga escolar prendió fuego a tu casa, para luego hacer su propio acto de desaparición. Hay una conexión entre estos dos bizarros acontecimientos―sus oscuros ojos marrones se fijaron en los míos―. Tú.
―¿Qué esta insinuando?
―Dime lo que realmente sucedió esa noche y haré desaparecer tu multa.
―No sé qué sucedió―mentí, pues no tenía otra alternativa. Decir la verdad podría dejarme en una peor condición que tener que pagar una multa.
No podía contarle al Detective Basso sobre ángeles caídos y Nefilims. Él nunca creería mi historia si le contaba que Dabria era un ángel de la muerte. O que Jules era descendiente de un ángel caído.
―Llámame―dijo el Detective Basso dándome su tarjeta antes de dirigirse hacia su propio vehículo―. Si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme.
Mire la tarjeta que me acababa de dar. DETECTIVE ECANUS BASSO. 207– 555 – 3333.
La multa se sentía pesada en mi mano. Pesada y caliente. ¿Cómo iba a conseguir doscientos dólares? No podía tomarlo del dinero de mamá―ella lo notaria. Patch tenía el dinero, pero le había dicho que podía cuidarme sola. Le dije que saliera de mi vida. ¿Qué diría si volviera corriendo hacia él ahora que tenía problemas? Estaría admitiendo que él tenía la razón.
Estaría admitiendo que lo necesitaba.