Delphic Beach, Maine
Día presente.
Patch estaba parado detrás de mí, sus manos en mis caderas, su cuerpo relajado. Él estaba de pie dos pulgadas sobre su metro ochenta y dos de alto y tenía un delgado y atlético cuerpo que incluso los jeans holgados y la camiseta no podían ocultar. El color de su cabello hacía que la medianoche perdiera su dinero, con ojos que combinaban. Su sonrisa era sexy y advertía problemas, pero decidí que no todos los problemas eran malos. Por encima de nosotros, los fuegos artificiales iluminaban el cielo nocturno, lloviendo corrientes de colores en el Atlántico.
La multitud hacía ohh y ahh. Era un junio tardío, Maine estaba saltando hacia el verano con ambos pies, celebrando el comienzo de dos meses de sol, arena y turistas con los bolsillos llenos. Yo estaba celebrando dos meses de sol, arena, y una cantidad de tiempo exclusivo para Patch. Me inscribí en un curso de escuela de verano —química— y tenía toda la intención de dejar que Patch monopolizara el resto de mi tiempo libre.
El departamento de bomberos se estaba encargando de los fuegos artificiales en el muelle que no podían estar más lejos de cientoochenta metros de la playa donde nosotros estábamos parados, y sentí el bramido de cada vibración en la arena debajo de mis pies. Las olas chocaban en la playa justo debajo de la colina, y la música del carnaval tintineaba a todo volumen. El olor del algodón de azúcar, palomitas de maíz y carne caliente colgaba espesamente en el aire, y mi estómago me recordó que no había comido desde el almuerzo.
—Voy a buscar una hamburguesa de queso —, le dije a Patch. —¿Quieres algo?
—Nada de lo que está en el menú.
Sonreí. —¿Por qué Patch, estás coqueteando conmigo?—
Él beso la cima de mi cabeza. —Todavía no. Yo iré por tu hamburguesa de queso. Disfruta el resto de los fuegos artificiales.
Enganche una de las tiras de su cinturón para detenerlo. —Gracias, pero ya lo ordeno yo. No puedo soportar la culpa.
Enarcó sus cejas con interrogación.
— ¿Cuándo fue la última vez que la chica en el puesto de hamburguesas te dejo pagar por comida?
—Ha paso tiempo.
—Nunca ha pasado. Quédate aquí. Si te ve, pasaré el resto de la noche con conciencia culpable.
Patch abrió su billetera y sacó un billete de veinte. —Déjale una buena propina.
Fue mi turno para enarcar las cejas.
— ¿Estás tratando de redimirte por todas las veces que tomaste comida gratis?
—La última vez que pague, ella me persiguió y empujo el dinero en mi bolsillo.
Estoy intentando evitar otro toque.
Sonaba como si fuera inventado, pero conociendo a Patch, probablemente fuera verdad.
Busqué el final de una larga fila que le daba la vuelta al puesto de hamburguesas, y lo encontré cerca de la entrada del carrusel interno.
Juzgando por el tamaño de la fila, estimaba que esperaría unos quince minutos para pedir mi orden. Había un solo puesto de hamburguesa en toda la playa. Se sentía anti-americano.
Después de unos pocos minutos de espera sin descanso, di la que debería ser mi décima mirada aburrida cuando vi a Marcie Millar parada dos puestos detrás de mí. Marcie y yo habíamos ido juntas a la escuela desde el jardín de infancia, y los once años de eso, había visto mas de ella de lo que me importaría recordar. En la secundaria, el usual Modus Operandi de Marcie fue robar mi sostén de mi casillero del gimnasio y pegarlo en la pizarra del boletín que estaba afuera de la oficina principal, pero ocasionalmente era creativa y lo usaba como centro de mesa en la cafetería— llenando amabas copas con pudín de vainilla y encabezadas con cerezas al marrasquino. Elegante, lo sé. Las faldas de Marcie eran dos tallas demasiado pequeñas y cinco centímetros demasiado cortas. Su cabello era rubio fresa, y ella tenía la figura de paleta de helado— modelaba por ambos lados y prácticamente desaparecería. Si hubiera un pizarrón manteniendo los triunfos y derrota entre nosotras, estaba segura que Marcie tenía el doble de mi puntuación.
—Hey. —dije, atrapando su mirada sin querer y no viendo ningún camino de alejarme de su mínimo saludo.
—Hey. — dijo de vuelta en lo que parecía ser un tono cortés.
Ver a Marcie en Delphic Beach esta noche era como jugar a ¿Qué está mal en esta foto esta? El papá de Marcie era el dueño de Toyota en Coldwater, su familia vivía en un vecindario de lujo a un lado de la colina, y los Millars estaban orgullosos de ser los únicos ciudadanos de Coldwarter que eran bienvenidos en el club de Yates de Harraseeket. En este mismo momento los padres de Marcie estaban en Freeport corriendo veleros y horneando salmón. En contraste, Delphic era una playa ordinaria. El pensamiento del club de yates era risible.
El único restaurante venia en forma de un puesto de hamburguesa hecho de madera donde podías escoger la salsa de tomate o mostaza. En un buen día, las patatas fritas eran ofrecidas con la mezcla. El entretenimiento se inclinaba entre fuerte arcadas y carritos chocadores, y después de oscurecer, el estacionamiento era conocido por oler más a drogas que una farmacia. No es el tipo de atmosfera con que el Sr. y la Sra. Millar les gustaría que su hija se contaminara a sí misma.
—¿Nos podríamos mover más lento, gente? —le gritó Marcie a la fila. —
Algunos de nosotros nos estamos muriendo de hambre aquí atrás.
—Solo hay una persona trabajando en el mostrador —, le dije.
— ¿Entonces? Deberían contratar a más personas. Oferta y demanda.
Dado su promedio de notas, Marcie era la última persona que debería estar recitando economía.
Diez minutos después hice un progreso y me paré suficientemente cerca al puesto de hamburguesas para leer la palabra MOSTAZA escrita con marcador mágico negro en la común botella amarilla. Detrás de mí, Marcie hizo todo el asunto de cambiar-de-peso-entre-la-arena- suspirando.
—Estoy famélica con F mayúscula —. Se quejó.
El tipo delante de mí en la fila pagó y cargó su comida.
—Una hamburguesa de queso y una coca-cola —le dije a la chica trabajando en el puesto. Mientras iba a la parrilla haciendo mi orden, me volví hacia Marcie.
—Entonces ¿Con quién estas aquí? —no me importaba particularmente con quien había venido, especialmente porque no compartíamos ningún amigo, pero mi sentido de cortesía sacó lo mejor de mí.
Además Marcie no me había hecho nada abiertamente grosero en semanas. Y estuvimos paradas en relativa paz los últimos quince minutos. Tal vez ese era el comienzo de una tregua, que se quede en el pasado y todo eso.
Ella bostezó, como si hablar conmigo fuera lo más aburrido que esperar una fila y mirar la parte de atrás de las cabezas de la gente.
—Sin ofender, pero no estoy de ánimo conversador. He estado en esta fila por lo que se ha sentido como cinco horas, esperando a una chica incompetente que obviamente no puede cocinar dos hamburguesas a la vez —. La chica atrás del mostrador tenía la cabeza agachada, concentrándose en pelar la carne de hamburguesas pre-hechas del papel encerado, pero sabía que ella lo había escuchado. Probablemente odia su trabajo. Probablemente escupía secretamente en las carnes de hamburguesas cuando se daba la vuelta. Yo no estaría sorprendida si al final de su turno, fuera a su carro y llorara.
—¿A tu papá no le molesta que estés pasando un rato en Delphic Beach?
—le pregunté a Marcie, entrecerrando mis ojos muy ligeramente. —Podrías arruinar la estimable reputación de la familia Millar. Especialmente ahora que tu papá ha sido aceptado en el club de Yates Harraseeket.
La expresión de Marcie, se enfrió. —Me sorprende que a tu papá no le importe que estés aquí. Oh, espera, es cierto. Está muerto.
Mi primera reacción fue de sorpresa. Mi segunda reacción de indignación por su crueldad. Un nudo de ira se formó en mi garganta.
—¿Qué? —. Razonó ella con un encogimiento de hombros. —Está muerto. Es un hecho ¿Quieres que mienta sobre los hechos?
— ¿Qué te he hice?
—Naciste.
Su completa falta de sensibilidad me sacudió de adentro hacia afuera, tanto así que no tuve una respuesta a su insulto. Arrebaté mi hamburguesa de queso y coca-cola del mostrador, dejando el billete de veinte en su lugar.
Quería desesperadamente apurarme e ir hacia Patch, pero esto era entre Marcie y yo. Si apareciera ahora, mi rostro le diría a Patch que algo andaba mal, no necesitaba arrastrarlo a esto. Tomando un momento a solas para recobrarme a mí misma, encontré un banco a la vista del puesto de hamburguesas y me senté lo más elegante que pude, no queriendo dar poder a Marcie de arruinar mi noche. La única cosa que podía hacer peor este momento era saber que ella me estaba viendo, satisfecha de haberme metido en un pequeño agujero negro de auto-lastima. Tome un mordisco de mi hamburguesa de queso, pero tuve un mal sabor en la boca. Todo en lo que podía pensar era en carne muerta. Vacas muertas. Mi propio padre muerto.
Boté la hamburguesa de queso en la basura y seguí caminando, sintiendo las lagrimas deslizarse por la parte de atrás de mi garganta.
Abrazando mis brazos apretadamente a mis codos, me apresure a la cabaña de los baños en el borde del estacionamiento, esperando lograr llegar detrás de la puerta de una caseta antes de que las lágrimas empezaran a caer.
Había una línea goteando constantemente fuera del baño de mujeres, pero bordee mi camino a través de la puerta y me posicioné a mi misma enfrente de uno de los espejos cubiertos de suciedad. Incluso debajo de la bombilla de bajo voltaje podía decir que mis ojos estaban rojos y vidriosos.
Humedecí una toalla de papel y la presioné contra mis ojos. ¿Cuál era el problema con Marcie? ¿Qué le había hecho que fuera lo suficientemente cruel para merecer esto? Hice unas cuantas respiraciones estabilizantes, cuadreé mis hombros y construí una pared de ladrillos en mi mente, colocando a Marcie en el lado más lejano de ella. ¿Qué me importa lo que ella dijera? Ni siquiera me caía bien. Su opinión no significaba nada. Ella era ruda y solo estaba interesada en atacar debajo del cinturón. No me conocía, y definitivamente no conocía a mi papá.
Llorar por cualquier palabra que saliera de su boca era un desperdicio.
Supéralo, me dije a mí misma.
Esperé hasta que el borde enrojecido de mis ojos se desvaneció antes de dejar el baño. Vagué por la multitud, buscando a Patch, y lo encontré en uno de los juegos de lanzar la pelota, con su espalda hacia mí. Rixon estaba a su lado, probablemente apostando dinero en la inhabilidad de Patch en golpear un único pin de boliche. Rixon era un ángel caído que tenía una larga historia con Patch, y sus vínculos corrían profundos hasta el punto de ser una hermandad. Patch no dejaba que mucha gente entrara a su vida, y confiaba en menos personas, pero si había alguien que conocía todos sus secretos, ese era Rixon.
Hasta hace dos meses, Patch también había sido un ángel caído. Luego el salvó mi vida, ganando de nuevo sus alas, y se convirtió en mi ángel guardián. Se supone que él ahora juega para los chicos buenos, pero yo sentía secretamente que su conexión con Rixon y el mundo de los ángeles caídos, significaba más para él. E incluso aunque no quería admitirlo, sentía que se arrepentía de la decisión de los arcángeles en hacerlo mi ángel guardián. Después de todo eso no era lo que él quería.
Él quería convertirse en humano.
Mi celular sonó, sacándome de mis pensamientos. Era el tono de llamada de mi mejor amiga Vee, pero dejé que el buzón de voz tomara su llamada. Con un apretón de culpa, vagamente noté que era la segunda llamada que evitaba hoy. Justifiqué mi culpa con el pensamiento de que verla sería la primera cosa que haría mañana. A Patch, por otro lado, no lo vería hasta en la tarde.
Planeaba disfrutar cada minuto que tuviera con él.
Lo observe tirar la pelota a una mesa con seis pinos de bolos prolijamente alineados, mi corazón se agitó un poco cuando su camiseta se deslizó por su espalda, revelando una raya de piel. Sabia por experiencia que cada centímetro de él era músculo definido y duro. Su espalda era suave y perfecta también, las cicatrices de cuando cayó fueron remplazada por alas — alas que yo, y todos los otros humanos no podíamos ver.
—Cinco dólares a que no puedes hacerlo de nuevo —, dije, apareciendo atrás de él.
Patch miró hacia atrás y sonrió. — No quiero tu dinero Ángel.
—Hey ahora, niños, vamos a mantener esta discusión en un rango que implique solo besos —, dijo Rixon.
—Todos los tres pinos restante —reté a Patch.
— ¿De qué clase de premio estamos hablando? —preguntó él.
—Demonios —, dijo Rixon. — ¿Esto no puede esperar hasta que estén solos?
Patch me dio una sonrisa secreta y luego cambio su peso hacia atrás, acunando la pelota contra su pecho. Movió su hombro derecho, estiró su brazo, y envió la pelota volando lo más fuerte que pudo. ¡Hubo un ruidoso estallido! Y los tres pinos restantes se dispersaron de la mesa.
—Sí, estas en problemas chica —gritó Rixon por encima de la conmoción causada por un montón de espectadores, quienes le estaban aplaudiendo y silbando a Patch.
Patch se inclinó hacia atrás contra la cabina me arqueó las cejas. El gesto decía todo: Págame.
—Tuviste suerte —dije.
—Estoy a punto de tener suerte.
—Escoge un premio —le ladró el anciano encargado de la cabina a Patch, agachándose a recoger los pinos que habían caído.
—El oso morado —dijo Patch, y aceptó un osito horrible con una espesa piel morada. Él lo sostuvo para mí.
—Para mí —dije, presionando una mano contra mi corazón
—Te gustan los rechazados. En el supermercado siempre eliges las latas abolladas. Estuve presentado atención —. Enganchó sus dedos en la banda de la cintura de mis jeans y me atrajo más cerca de él. —Salgamos de aquí.
— ¿Qué tienes en mente? —pero estaba completamente caliente y agitada por dentro, porque sabía exactamente lo que tenía en mente.
—Tú casa.
Sacudí mi cabeza. —No va a pasar. Mi mamá está en casa. Podríamos ir a tu casa —insinué.
Habíamos estado juntos dos meses, y aun no sabía donde vivía Patch. Y no era por falta de intentos. Dos semanas parecían ser suficientemente largas para ser invitada a ir, especialmente porque Patch vivía solo. Dos meses parecía ser excesivo. Estaba intentando ser paciente, pero mi curiosidad seguía interponiéndose en mi camino. No sabía nada acerca de los privados e íntimos detalles de la vida de Patch, como el color de la pintura de sus paredes. Si su abridor de latas era eléctrico o manual. La clase de jabón con la que se bañaba. Si sus sabanas eran de algodón o de seda.
—Déjame adivinar —, dije. —Vives en un componente secreto debajo de la cuidad.
—Ángel.
—¿Hay platos en el lavabo? ¿Ropa interior sucia en el piso? Es mucho más privado que mi casa.
—Es cierto, pero la respuesta todavía es no.
—¿Rixon conoce tu casa?
—Rixon necesita conocerla.
—¿Yo no necesito conocerla?
Su boca se torció. —Hay un lado oscuro que no necesitas conocer.
—Si me la muestras, ¿Tendrías que matarme? —adiviné.
El envolvió sus brazos a mí alrededor y besó mi frente. —Lo suficientemente cerca, ¿A qué hora es tu toque de queda?
—A las diez , la escuela de verano comienza mañana —eso, y que mi mamá había tomado un trabajo de medio tiempo buscando posibilidades de lanzar el cuchillo entre Patch y yo. Si hubiera salido con Vee, podría decir con absoluta seguridad que mi toque de queda se habría extendido hasta las diez treinta. No podía culpar a mi mamá por no confiar en Patch, hubo un punto en mi vida en el que yo me sentí similar, pero hubiese sido extremadamente conveniente si lo hiciera ahora y luego relajara su vigilancia. Como, digamos, esta noche. Además, nada me va a pasar. No con mi Ángel guardián parado a centímetros de mí.
Patch miró su reloj. —Es momento de irnos.
A las 10:04 Patch hizo una vuelta en U frente de la granja y se estacionó cerca del buzón de correo. Apagó el motor y las luces de los faros, dejándonos solo en la oscura naturaleza. Nos sentamos así por mucho tiempo antes de que él dijera. —¿Por qué estas tan callada Ángel?— Instantáneamente le presté atención. —¿Estaba siendo callada? Solo prestaba atención a mis pensamientos.
Una sonrisa que-apenas-estaba-ahí curvó la boca de Patch. —Mentirosa, ¿Qué está mal?
—Eres bueno —dije perceptivamente.
Su sonrisa se amplió una fracción. —Realmente bueno.
—Huí de Marcie Millar del puesto de las hamburguesas —admití. Era demasiado mantener mis problemas para mí misma. Obviamente todavía estaban latentes debajo de la superficie. Pero por otro lado, si no podía hablar con Patch ¿Con quién podría hacerlo? Hace dos meses nuestra relación envolvía un montón de besos espontáneos dentro de nuestros carros, fuera de nuestros carros, debajo de las gradas, encima de la mesa de la cocina. También incluían un montón de manos extraviadas en el cuerpo del otro, cabellos despeinados, y brillos de labios corridos.
Pero era mucho más que eso ahora. Me sentía conectada emocionalmente con Patch. Su amistad significaba mas para mí que cien encuentros casuales. Cuando mi papá, murió dejo un enorme vacío dentro de mí que amenazaba con comerme desde dentro hacia fuera. El vacío seguía ahí, pero el dolor no cortaba ni la mitad de profundo. No vi el punto de seguir congelada en el pasado, cuando tenía todo lo que quería en este momento. Y tenía que agradecer a Patch por eso.
—Ella tuvo el suficiente tacto como para recordarme que mi papá está muerto.
—¿Quieres que hable con ella?
—Eso suena como el Padrino.
—¿Cómo empezó la guerra entre ustedes dos?
—Esa es la cosa. Ni siquiera yo lo sé. Solo solía ser acerca de quién
obtenía la última leche chocolatada en la cafetería. Luego un día en la secundaria Marcie fue a la escuela y pinto con spray "puta" en mi casillero.
Ni siquiera intentó ser cautelosa sobre ello. Toda la escuela lo supo.
—¿Ella se volvió loca así como así? ¿Sin razón?
—Sip —ninguna razón de la que yo tuviera conciencia, de todos modos.
Él puso uno de mis rizos detrás de mi oreja. — ¿Quién va ganando la guerra?
—Marcie, pero no por mucho.
Su sonrisa creció. —Ve por ella, tigre.
—Esa es otra cosa ¿Puta? En la secundaria ni siquiera había besado a alguien. Marcie debió haber pintado con spray su propio casillero.
—Empiezas a sonar como si estuvieras colgada Ángel —. Deslizó su dedo debajo del tirante de mi top sin mangas, su toque envió electricidad zumbando por mi piel. —Apuesto que puedo alejar de tu mente a Marcie.
Unas pocas luces estaban brillando en el nivel superior de la granja, pero como no vi el rostro de mamá presionado contra ninguna de las ventanas, supuse teníamos algo de tiempo. Desabroché mi cinturón y me doblé a través de la consola, encontrando la boca de Patch en la oscuridad. Lo besé lentamente, saboreando el sabor de sal de mar en su piel. Él se había afeitado esta mañana, pero ahora su barba raspó en mi barbilla, su boca rozó mi garganta y sentí un toque de su lengua, causando que mi corazón latiera contra mis costillas.
Su beso se movió hacia mi hombro desnudo, él movió el tirante de mi top sin mangas hacia abajo y frotó su boca hacia abajo por mi brazo. Justo entonces quería estar lo más cerca de él que pudiera. Nunca quería que se fuera. Lo necesitaba en mi vida justo ahora, y mañana, y el día después. Lo necesitaba como no había necesitado a nadie.
Me arrastré por encima de la consola sentándome con una pierna a cada lado de su regazo. Deslicé mis manos por arriba de su pecho, agarrándolo por el cuello y empujándolo hacia mí. Sus brazos abrazaron mi cintura, encerrándome contra él, y me acurruqué más profundamente.
Atrapada en ese momento, deslicé mis manos por debajo de su camiseta, pensando únicamente en como amaba la sensación de calor de su cuerpo extendiéndose por mis manos. Tan pronto como mis dedos rozaron el lugar en su espalda donde sus alas solían estar, una luz distante explotó en la parte de atrás de mi mente. Oscuridad, perfecta, rota por la luz segadora. Era como el fenómeno cósmico en el espacio a millones de metros de distancia.
Sentí mi mente siendo aspirada dentro de la de Patch, dentro de todos de los miles de recueros almacenados ahí, cuando repentinamente lo sentí tomar mi mano y deslizarla hacia abajo, lejos del lugar donde sus alas se unían con su espalda, y todo agudamente volvió a la normalidad.
—Buen intento —murmuró, con sus labios rozando los míos mientras hablaba.
Mordisqueé su labio inferior. —Si pudieras ver mí pasado solo tocando mi espalda, tendrías un momento difícil resistiendo la tentación también.
—Tengo un momento difícil manteniendo mis manos alejadas de ti en estos momentos.
Me reí, pero mi expresión rápidamente se volvió seria. Incluso con una concentración considerable, difícilmente podía recordar cómo había sido mi vida sin Patch. En la noche cuando me recostaba en mi cama, podía recordar con claridad el bajo timbre de la risa de Patch, la manera en que su sonrisa se curva más arriba a la derecha, el toque de sus manos —calientes, suaves deliciosas en mi piel— Pero era solo con un serio esfuerzo que podía elegir recuerdos anteriores a los dieciséis años. Tal vez porque esos recuerdos palidecían en comparación con Patch. O tal vez porque no había nada bueno en absoluto.
—Nunca me dejes —dije a Patch enredando un dedo en el collar de su camiseta empujándolo más cerca.
—Eres mía Ángel —murmuró, rozando las palabras a través de mi mandíbula, mientras arqueaba mi cuello mas altamente, invitándolo a besarlo todo. —Me tienes para siempre.
—Demuéstralo —dije solemnemente.
Él me estudió un momento, luego buscó debajo de su cuello y desabrochó la plana cadena de plata que usaba desde el día que lo conocí. No tenía idea de donde salió la cadena, o el significado detrás de ella, pero sentí que era importante para él. Era la única pieza de joyería que usaba y la mantenía metida debajo de su camisa, al lado de su piel, nunca le había visto quitársela.
Sus manos se deslizaron a mi nuca, donde el abrochó la cadena. El metal cayó en mi piel, todavía cálido por la de él.
—Me dieron esto cuando era un arcángel —dijo. —Para ayudarme a percibir la verdad de la decepción.
La toqué gentilmente, sorprendida por su importancia. — ¿Todavía funciona?
—No para mí —entrelazó nuestros dedos y giró mi mano para besar mis nudillos. —Es tu turno.
Me quité el pequeño anillo de cobre del dedo medio de mi mano izquierda y lo sostuve para él, un corazón estaba tallado a mano en el suave lado debajo del anillo. Patch sostuvo el anillo entre sus dedos, examinándolo silenciosamente
—Mi papá me lo dio la semana antes de que fuera asesinado —dije.
Los ojos de Patch se cerraron con un golpe rápidamente. —No puedo aceptar esto.
—Es la cosa más importante en el mundo para mí, quiero que lo tengas
—cerré sus dedos, envolviéndolos alrededor del anillo.
—Nora —dudo. —No puedo aceptarlo.
—Prométeme que lo guardarás. Prométeme que nunca nada se interpondrá entre nosotros —mantuve la mirada en sus ojos, rehusándome a dejar que él se apartara. —No quiero estar sin ti. No quiero que esto acabe nunca.
Los ojos de Patch eran negros como una pizarra, más oscuros que un millón de secretos apilados encima de nosotros. Él bajo la mirada al anillo en su mano, volteándolo lentamente.
—Júrame que nunca dejaras de amarme —susurré.
Aunque ligeramente, él asintió. Me apoderé de su cuello y lo empujé hacia mí, besándolo más fervientemente, sellando la promesa entre nosotros, cerré mis dedos contra los suyos, el agudo borde del anillo cortando nuestras palmas. Nada de lo que hice parecía llevarme lo suficientemente cerca, ninguna cantidad de él era suficiente. El anillo se enterró más profundamente en mi mano, hasta que estuve segura que había roto nuestra piel. Una promesa de sangre.
Cuando pensé que mi pecho podía colapsar por falta de aire, me aleje, descansando mi frente contra la suya. Mis ojos cerrados, mi respiración causaba que mis hombros se elevaran y cayeran. —Te amo —murmuré. —Más de lo que creo que debería.
Esperé a que respondiera, pero en vez de eso su agarre en mi se apretó, casi de manera protectora. Volteó su cabeza hacia los bosques a través de la carretera.
—¿Qué está mal?— pregunté.
—Escuché algo.
—Esa era yo diciendo que te amo —dije, sonriendo mientras trazaba su boca con mi dedo.
Esperé que me devolviera la sonrisa, pero sus ojos todavía estaban fijos en los árboles, por lo que se desplazaban sombras mientras sus ramas se estremecían con la brisa.
—¿Qué hay ahí afuera? —pregunté, siguiendo su mirada. —¿Un coyote?
—Algo no está bien.
Mi sangre se congeló, y me deslicé fuera de su regazo. —Estas empezando a asustarme ¿Es un oso?
No habíamos visto osos en años, pero la granja está ubicada en la esquina más alejada de la cuidad y los osos eran conocidos por acercarse a la cuidad luego de hibernar, cuando están hambrientos y buscando comida.
—Prende las luces de los faros y toca la bocina. —dije, orientando mis ojos a los bosques, busqué movimiento. Mi corazón se aceleró un poco, recordando la vez que mis padres y yo habíamos vistos desde las ventana de la granja como un oso mecía nuestro carro, oliendo la comida dentro.
Detrás de mí, las luces del porche se encendieron. No necesitaba girarme para saber que mi mamá estaba parada en la puerta, frunciendo el ceño y golpeando el suelo con el pie.
—¿Qué es? —le pregunté a Patch una vez más. —Mi mamá está saliendo. ¿Está segura?— Él prendió el motor y puso el Jeep en marcha.
—Entra hay algo que debo hacer.
—¿Entrar? ¿Estás bromeando? ¿Qué está pasando?
—¡Nora! —gritó mi mamá, bajando los escalones, su tono fue grave. Ella se detuvo a metro y medio del jeep y me hizo señas para que bajara la ventana.
—¿Patch? —intenté de nuevo.
—Te llamo luego.
Mi mamá tiró de la puerta para abrirla. —Patch —reconoció secamente.
—Blythe —Él dio un asentimiento distraído.
Ella se volteó hacia mí. —Llegas cuatro minutos tarde.
—Estuve cuatro minutos más temprano que ayer.
—Rodar minutos no funciona con los toques de queda. Adentro. Ahora.
No queriendo irme hasta que Patch me respondiera, pero no viendo muchas opciones, le dije. —Llámame.
Él asintió, una vez, pero la singular concentración de sus ojos me dijo que sus pensamientos estaban en otro lado. Tan pronto como estuve fuera del carro y en tierra firme, el jeep rápidamente se puso en movimiento hacia delante, no perdiendo tiempo en acelerar. Donde quiera que Patch estuviera yendo, estaba apurado.
—Cuando te doy un toque de queda, espero que lo mantengas —dijo mamá.
—Cuatro minutos tarde —dije, con mi tono sugiriendo que tal vez ella estaba exagerando.
Eso me ganó una mirada que tenía su desaprobación estampada. —El año pasado tu papá fue asesinado. Hace un par de meses, tú tuviste tu propio roce con la muerte. Creo que me he ganado el derecho de ser sobreprotectora —ella camino rígidamente hacia la casa con los brazos sujetos a su pecho.
Ok, ahora era su hija sin sentimientos e insensible. Punto captado.
Volteé mi atención al camino de árboles en el borde de la carretera opuesta.
Nada se veía fuera de lo ordinario. Espere un escalofrió que me advirtiera que había algo por allá, algo que no podía ver, pero no sentí nada.
Una cálida brisa de verano crujía al pasar, el sonido de las cigarras llenando el aire. Si algo, el bosque se veía pacifico debajo del plateado brillo de luz de la luna.
Patch no había visto nada en los bosques. Él se fue porque yo dije dos muy grandes, y muy estúpidas palabras, que se había derramado antes de que pudiera detenerlas. ¿En que había estado pensando? No ¿Qué había pasado con Patch ahora? ¿Él se había ido manejando para huir de tener que responderme? Estaba bastante segura de que conocía la respuesta. Y estaba segura de que explicaba porque fuí dejada observando la parte de atrás de su Jeep.