No me esperaba esa reacción de parte suya, cuando abrí la boca para preguntarle la razón de su comportamiento, ya que él no era de esa forma. Me gustaba mucho su lado moral y sus niveles de ética, no había forma de corromperlo, por eso se había ganado la reputación de ser uno de los policías más terroríficos para la delincuencia.
Él me besa para taparme la boca y obligarme que me callara. No quería darme explicaciones.
Sus besos no eran exigentes, eran tiernos y protectores. Era como si toda la basura del planeta no existiera y los únicos que existían éramos nosotros.
Me colgué de su cuello y me pareció lo más natural del mundo estar así con él.
Empezó a trabajarme. Con las yemas de los dedos, recorre la poca piel expuesta por la camisa blanca que le había sacado. Toca el borde del pantalón de gabardina negra y luego sube despacio por la columna vertebral llenándome de unas sensaciones que se intensificaban.
Al regresar a Baltimore, en la casa de Sherlock. Antes de que pudiéramos entrar al vestíbulo, Ofelia, Hamlet y el dueño del departamento hacen acto de presencia y no parecían estar del todo bien.
Supuse que mi tío Jekill tenía algo que ver con su incomodidad.
Sherlock se lleva a Hércules para hablar con él en su despacho, mientras que Ofelia y Hamlet me guían a donde estaba mi tío.
Al llegar a lo que parecía ser una habitación- laboratorio- cárcel, se me erizaron los pelos de todo el cuerpo y empecé a sufrir una especie de claustrofobia. Me agarré a mí misma al estar en este estado en ese espacio reducido.
Mi tío estaba sonriéndome al verme llegar y supe enseguida que no era Jekill, sino Hyde.
-- Qué pasa, tío Hyde?-- pregunté y tuve cuidado de no enfadarlo.
-- Te tengo una hermosa y preciosa sorpresa, mi amada sobrina-- y muestra los dientes perlados que poseía.
-- De qué trata?-- volví a preguntar, recordaba perfectamente lo que el tío Hyde hacía cuando estaba eufórico.
No me responde sino que saca de un escondite, una jaula brillante de color plata. En la misma había una persona que gemia de dolor, pero parecía que lo disfrutaba mucho.
Cuando me dí cuenta de quién se trataba, abrí los ojos como platos: era nada menos que Rowina Stoker, la hermana pequeña de Ivanhoe.