Todo comenzó cuando presioné el botón rojo para liberar al hombre de la incubadora, creyendo que así dejaría de sentirme sola y aterrada en un laboratorio repleto de monstruos.
Ese maldito botón rojo del que no me arrepiento presionar, porque tal vez si no lo hubiese liberado nada de lo que ocurrió nos llevaría a saber la verdad del laboratorio.
No liberes a los rojos.
Los Rojos también son peligrosos, están contaminados.
Nunca entendí a qué se refería esa conversación escrita en una de las computadoras del área hasta que él abrió los ojos, y solo así me di cuenta de que era demasiado tarde para regresar atrás.
Estaba atrapada por esos orbes diabólicos.
Él me tenía presa.
Y yo... quería ser su presa otra vez.