Lucien, quien en ese momento tenía el aspecto de un hombre común y corriente, caminó a lo largo del río Solna hacia los barrios bajos, donde se encontraban muchos altares secretos.
Esos falsos dioses, incluido el Dios de la Tormenta y la Diosa Madre de la Tierra, no estaban dispuestos a renunciar a esa rica y próspera fuente de creyentes, así como así, así que habían dejado a sus heraldos secretos allí. Lucien los había estado buscando, en un intento de descubrir qué hacían esos falsos dioses, y así podía concluir cuánto habían progresado Ell y Francis.
Lucien había estado difundiendo la historia, mitad cierta y mitad falsa, durante más de medio mes. A partir de ese día, Lucien iba a parar y dejar que los rumores fermentaran por su cuenta. Los comerciantes y traficantes llevarían el mensaje al resto de los lugares en ese mundo. Los que prestaran atención se percatarían.