Los ojos de Huo Yunting estaban inyectados en sangre. Sacó una pistola plateada de su espalda, la cargó y señaló a Xue Yuming, todo de una vez.
—¡¡¡Ah!!!
Xue Yuming gritó, temblando, mientras sus ojos casi se le salían de las órbitas.
—¡Espera, Yunting!
La voz de la anciana se escuchó en la puerta. Xue Yuming dio un suspiro de alivio.
Después de escapar de la muerte, Xue Yuming yacía congelada en la valiosa alfombra.
Huo Yunting soltó el dedo del gatillo medio apretado.
La anciana era su única familia. No quería que ella viera la sangrienta escena.
—Abuela, esto es un asunto personal. No estás bien y debes quedarte en tu habitación.
Mientras hablaba, el brazo de Huo Yunting permaneció inmóvil, apuntando el arma a Xue Yuming.
No dejaría ir a esta mujer malvada.