Gu Xingze no estaba dispuesto a sucumbir a la amenaza del hombre. Volvió a ponerse de pie con la fuerza que le quedaba, solo para que una patada de Mu Yazhe lo hiciera caer de nuevo al suelo. Éste ahora lo miraba con frialdad y mordacidad.
—¿Intentaste secuestrar a mi mujer mientras estaba fuera? ¡Gu Xingze, cómo te atreves! —El hombre se paró sobre su abdomen con ojos despiadados e inyectados de sangre.
La superestrella gruñó.
—¿Qué derecho tienes... de decir que es tu mujer?
—¿Qué derechos tengo?
El hombre se giró para mirar a la mujer que estaba a su lado. Levantándole la barbilla, su voz malvada pero seductora dijo:
—Díselo tú, ¿a quién perteneces?
Los labios rojizos de Yun Shishi temblaban de miedo.
Cada segundo de vacilación de ella sin duda alguna lo enfurecería más.
—¡Díselo!
La apretó los hombros con tanta fuerza que ella gritó de dolor.