Las ocho de la tarde.
Cuatro horas antes de que terminara el concurso de ensayos.
—Al día siguiente, mamá conejita fue al bosque a recoger algunos hongos. Los conejitos cerraron la puerta y esperaron a que regresara. Después de un rato, el lobo feroz llegó de nuevo.
Llamó a la puerta mientras se pinzaba la nariz. —Conejitos, pórtense bien, abran la puerta. Abrid rápido; quiero entrar.
—¡No, no! Esa no es la voz de mamá.
—¡No, no! ¡No es mamá, es el LoboFeroz!
—No abrimos, no abrimos. No abrimos, Mamá no ha regresado todavía. ¡No abriremos a nadie!