Después de invocar a Rayadito esta vez, Gao Peng no planeaba llamarlo casualmente al espacio familiar. Como su maestro, Gao Peng no podía ser demasiado egoísta. Todos los seres tenían libertad. Los familiares eran los mismos, también. También deberían disfrutar de la libertad en lugar de estar encerrados en el espacio familiar a oscuras y sin perder el tiempo en un aturdimiento.
—Gao Peng, ¿ya no voy a volver? —preguntó con cautela Rayadito.
—No vas a volver.
Gao Peng le dio una palmadita a Rayadito en la cabeza. Rayadito aplaudió con entusiasmo.
—¡Trabajaré duro para encogerme! De esa manera, no te afectaré! —Rayadito le prometió solemnemente a Gao Peng.
—¡Que te vaya bien! —contestó Gao Peng.
—¡Que me vaya bien! —Rayadito estuvo de acuerdo.
—Rayadito, ¡eres el me-mejor!
La última frase se dijo con la voz de pato de Doradito, que se rompió cerca del final de la frase.