Vientos fríos soplaban sobre la plataforma por la noche, haciendo que las lámparas de gas colgantes se balancearan.
La luz del atardecer alternaba entre ampliarse y encogerse en estas circunstancias, permitiendo que la silenciosa locomotora a vapor aparcada en las vías oscilara entre estar envuelta en las sombras y escapar momentáneamente de la oscuridad. Una indescriptible sensación de tristeza y muerte dominaba el lugar.
En ese momento, un escuadrón de policías con uniformes a cuadros blancos y negros llegó a la plataforma. Bajo la dirección del gerente de servicio de la compañía ferroviaria, caminaron hacia el enorme tren que parecía una reliquia.