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*¡Bang!*
El fuerte disparo reverberó en la región poco densa y abierta del bosque, produciendo ligeros ecos que se extendían hacia afuera. Si hubiera sido una isla ordinaria con un bosque ordinario por la noche, habría alarmado a los pájaros y a las bestias, haciendo que estos se dispersaran. Pero allí, todo permaneció en silencio, tan tranquilo que no parecía que existían criaturas vivientes.
En cuanto a ese babuino negro de pelo rizado, su cabeza se abrió de golpe, con sangre y materia cerebral salpicando por todas partes como si estuviera lloviendo.
Los cristales negros en su cabeza también se hicieron añicos, sin que quedase ni una sola pieza intacta.
Klein dobló su brazo y lentamente bajó la Campanada de Muerte, que aún largaba humo. Observó cómo el cuerpo fornido del babuino de pelo rizado, más musculoso que el de un humano, colapsó en el suelo.