Las preocupaciones de Danitz no se hicieron realidad. Klein le echó un vistazo y fue al dormitorio a descansar.
Durante las cinco horas que pasó en el barco, siempre había estado en un estado muy tenso. También se había alarmado la noche anterior y no durmió bien como resultado. En ese momento, no pudo evitar sentirse exhausto.
Con un ruido sordo, Klein cerró la puerta del dormitorio.
«Uf... ¡Me ha dado un susto de muerte!»
Danitz se relajó y se sentó en la silla reclinable.
La escena de él convirtiéndose en libras de oro había surgido en su mente hacía un momento. Le resultaba difícil dejar de pensar en estas escenas una y otra vez.