En un lugar misterioso muy, muy lejano. Era un reino secreto que estaba encima de un árbol imponente de incontables kilómetros de altura. Cerca del árbol gigante había un lago que rebosaba de energía espiritual y al lado del lago estaba sentado un hombre de aspecto sombrío vestido con túnicas imperiales negras. Era el Príncipe Granalegría. Con cada respiración que tomaba parecía atraer la energía espiritual del lago a su cuerpo.
El Príncipe Granalegría no pudo evitar revelar una sonrisa cuando escuchó las noticias que su sirviente le trajo.