—¡Ahhh! ¡Ayuda! No puedo manejarlo. ¡Que alguien me ayude!
Un chillido penetrante interrumpió el pensamiento de Roland. Roland levantó la vista y vio que el vehículo se precipitaba hacia la alfombra de flores en el centro del patio. En el vehículo se sentaba Luna Misteriosa.
—Tú, ¡idiota! —dijo Lily con los dientes apretados —. ¡Pisa el freno!
—Lo hice... pero no funciona, ahhhh! —Luna Misteriosa gritó de terror.
El auto corrió salvajemente. Rebotó en el macizo de flores y se dirigió hacia la puerta del castillo.
—Su Majestad, ¡cuidado! —gritó Wendy.
Al instante hubo una gran conmoción.
Maldición… dijo Rolando dentro de sí mismo, mirando boquiabierto a Luna Misteriosa, que conducía el vehículo frenéticamente con los ojos cerrados. Estaba asombrado de que un auto sin gasolina pudiera salir tan mal. ¡Qué monstruoso conductor era Luna Misteriosa!