Tangen se creía muy desafortunado.
No era más que un comerciante ordinario que viajaba entre la ciudad de Siemprenoche y Hermes, vendía pieles y franela producidas en Castillogris a la iglesia y llevaba amuletos o esculturas sumergidas en el agua bendita de vuelta a Castillogris. Le había llevado casi 10 años finalmente establecerse y sobrevivir a la feroz competencia entre sus compañeros.