René salió de la mansión Elk, entrecerró los ojos instintivamente y respiró hondo. Había pasado medio mes desde la última vez que vio la luz del día y la nieve.
Para sorpresa de René, había soldados uniformados en todas partes, que no estaban saqueando sin vergüenza la mansión, sino que custodiaban las encrucijadas de manera ordenada. Unas pocas manchas de sangre salpicaban el suelo nevado, pero no había cuerpos ni ropa dispersa alrededor, lo que significaba que los soldados no saquearon a los muertos cuando despejaron el campo de batalla. Lo que vio confirmó su suposición de que estas tropas eran diferentes de las que había visto nunca.
—¿Petrov está bien? —Preguntó mirando a Hacha de Hierro —¿Cómo está... la fortaleza de Largacanción?
—Todo está bien —el hombre alto, fuerte y extranjero hablaba muy poco, pero respondía a lo que René preguntaba.