—¿Cómo podría el extremadamente machista Isaac Davis soportar esto?
¡Emilia tuvo las agallas para enfrentarse a él!
¡Su hija lo estaba faltando al respeto! ¡Esto era traición!
Fuego salía de sus ojos y las venas de su frente estaban a punto de reventar.
Era obvio que estaba en un estado de extrema ira.
Sin embargo, Emilia no se dejó intimidar en absoluto. Se enfrentó a la furiosa mirada y dijo de una manera que no era ni humilde ni arrogante:
—Si soy yo la que ha cometido traición o tú eres quien no respeta a los mayores, creo que lo sabemos mejor que nadie.
—La única razón por la que aún estoy dispuesta a llamarte papá es porque quiero que cumplas tus deberes como padre.
—Incluso si no tienes la capacidad, no puedo preocuparme por ti acobardándote afuera. No voy a preocuparme por ti, pero no puedo permitir que actúes irrazonablemente dentro de esta casa.
Sus palabras decisivas fueron su última posición.