Era de noche cuando Lu Zhaoyang se despertó. Quizás había pasado el efecto del anestésico; lo primero que sintió fue dolor, como si tuviera fracturas por todo el cuerpo.
Ella abrió los ojos, pero aún no podía ver. Lu Zhaoyang no pudo evitar temblar, sabiendo que no era un sueño.
—Huo Yunting, ¿estás aquí? —llamó en un susurro con un toque de entusiasmo.
Huo Yunting dejó su cuaderno, se volvió para mirarla y se puso de pie. —¿Tienes hambre?
—No tengo hambre. Solo quiero decir tu nombre.
Ella solo quería saber que Huo Yunting estaba allí.
Huo Yunting no dijo nada.
Lu Zhoayang seguía acostado de lado, frente a él. —¿Estás ocupado?
Podía escucharlo escribiendo en el teclado.
—Está bien.
Huo Yunting se puso de pie al lado de la cama y arregló su edredón.
Ella de repente extendió la mano para coger su muñeca. —Huo Yunting...
Él se tensó y en silencio esperó a que ella continuara.