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93.42% Un Rudeus diferente / Chapter 174: El continente Celestial

Capítulo 174: El continente Celestial

Miré a mis esposas qué estaban desconcertadas con los que nos dijo Perugius de llevar a Siegh a ese lugar, todas, excepto Nanahoshi, que por alguna razón parecía entenderlo todo.

— ¿Y cómo sabremos ahí, que mi hijo no es Laplace ?, ¿Hay un sabio o algo así ? — Pregunté.

— Ahí debes bautizar a tu hijo. Ahora regresen y preparen el viaje. Deben ir de inmediato, —nos dijo Perugius, y se retiró a sus aposentos.

Esa misma tarde estábamos todos en la cabaña, incluida Roxy, quien con Nana se dedicaban a estar con Silphy, que se había quedado en otra habitación, mientras yo hablaba con Orsted. Eris estaba a mis espaldas.

— ¿Hay algún círculo de teletransportación al continente celestial?, pregunté .

— Sí, pero Perugius se molestará si haces eso. Sin embargo, puedo transportarte a un círculo que está muy cerca del continente celestial, y de ahí escalar hasta su cima.

— Ya veo. Divise ese continente una vez, se ve como una montaña, ¿de qué altura estamos hablando?.

— 3000 mil metros sobre el nivel del mar.

— Mierda, eso sí es alto. Casi tan alto como la ciudad de la paz en Bolivia. Ahora que recuerdo, siempre jugaban ahí para sacar ventaja de la altura, —dije.

— ¿De qué demonios estás hablando, Rudeus? — preguntó Orsted.

— De nada. Recordaba mi otra vida. Escucha, Orsted, esa es mucha altura, ¿qué hay de la hipoxia? Con las chicas podríamos aclimatarnos a medida que subimos, pero ¿qué hay de Sieghart?

— ¿Qué es hipoxia? — me preguntó Orsted.

— Se supone que eres el Dios dragón. Deberías saberlo. Uuuuf, hipoxia, puna o simplemente mal de altura. Es que, entre a más altura hay menos oxígeno, entonces te cansas más rápido si no estás acostumbrado a esa altura. Te sientes realmente fatigado con solo caminar.

— Ohh, ya veo. Entiendo. Si éso afecta a humanos, demonios y otras razas, los dragones somos inmunes a eso, pero no te preocupes. — Dijo metiendo la mano a su bolsillo, sacando varios collares qué me pasó.

— ¿Y estos qué son? — Pregunté.

— Podrán respirar normalmente con ellos. Sirven para respirar en ambientes tóxicos. También te servirán con el poco oxígeno de la altura.

— Vaya, tienes de todo en ese bolsillo.

— Sí, es una magia secreta del clan dragón.

— ¿Me la enseñas?

— Mmmmm, no.

— Pffff, está bien, supongo que debes mantener algunos secretos, pero ¿qué hay de Siegh? Ni siquiera tiene un mes de nacido. ¿Él podrá soportar el viaje?.

— Claro que sí. El bebé tiene el rasgo de Laplace, que hace de sus cuerpos más fuertes. Él no tendrá problemas.

— ¿Algo que debamos tener cuidado en ese lugar?

— No, los monstruos no llegan a rango A. Deberían acabar fácil con ellos, pero ten cuidado con los campos de flores blancas, ¿cómo se llamaban?, Pff, olvidé el nombre, pero las reconocerás. Son las únicas flores blancas de ese continente. Evita caminar sobre ellas. Son somníferas y siempre hay un monstruo que acecha ahí y mata a quienes se duermen. Él nunca ataca si no estás dormido. Fuera de eso, no deberían tener problemas, en especial tú y tus esposas.

— Ya veo. ¿Cuándo podrás tener el círculo a los pies del continente celestial?

— Dame tres días,y también te tendré unas transcripciones para que puedas comunicarte con la gente del cielo.

— Bien, vendré entonces, gracias por todo. — Le dije. — Oye, Eris, vamos a ir al continente Celestial .

— Rudeus, no deberías hablar de esto con Silphy— me dijo Eris.

— Claro, tienes razón. Le diré, —dije mientras salíamos de la oficina de Orsted

Mientras tanto, en el otro cuarto, Silphy hablaba con Nanahoshi y Roxy.

— Silphy, debo preguntarlo, tienes más miedo por Siegh, porque piensas que le puede pasar lo que tú sufriste cuando niña, de que sea Laplace, ¿cierto?

— Son muchas cosas, Roxy. Tengo miedo y también estoy un poco decepcionada de que Rudy olvidara un nombre. No lo culpo y sé que ha estado muy ocupado, pero sentí como si no le importara.

— Si le importa, el. Se siente muy mal por olvidarlo —dijo Nana.

— Escucha,—le dijo Roxy —¿recuerdas cuando me conociste en la aldea buena?. Pues poco antes de que me fuera, tu padre pidió hablar conmigo. Él nunca supo quién fue su padre, o sea, tu abuelo. Ahora ya sabemos que fue un humano de Milishion, por lo que nos contó Elinalise, pero Laws en ese tiempo se culpaba de que el color de tu pelo fuera su culpa, y él creía que su padre era un Superd, y se sentía mal por haberte heredado el pelo verde. Sin embargo, ahora sabemos que eso se debe al rasgo de Laplace. Yo le dije que tú no eras una Superd, simplemente tenías el pelo verde y que debía darte todo el amor que pudieran, que eras una niña de buen corazón.

— Ya veo, por eso papá y mamá me abrazaban tanto.

— Eso era porque te amaban. Escucha, como ves, yo soy una demonio y sé cómo lidiar con la discriminación. Quiero que sepas que yo siempre voy a estar ahí para Siegh, Lara y todos los niños. No debes preocuparte por el futuro, te lo juro por el amor que les tengo a todos.

— Está bien, —dijo Silphy sonriéndole.

Justo en ese momento Rudeus y Eris salían de su reunión con Orsted.

— ¿Estás bien, Silphy? — Pregunté.

— Un poco mejor, —me dijo sonriendo. — No sé qué le habrán dicho las chicas, pero su ánimo estaba mejor.

— Escuchen, partiremos al continente celestial en 3 días. Silphy, ¿crees que puedas ir?

— Sí, —me dijo con confianza.

Estuvimos esos días haciendo los preparativos. Todas las chicas vendrían, lo que dejaba la casa sola, así que le pedí a mis padres que se quedaran acá. Paul estaba enojado porque él quería venir con nosotros, pero realmente lo necesito acá. Cuando todo esto acabe, volveremos a ir de aventura juntos.

Lucy estaba algo triste. Desde que nació Siegh, Silphy ya no le prestaba tanta atención, lo que provocó, algo de celos de mi niña. Pero rápidamente ella empezó a cuidarlo cuando le explicamos que mami Blanca tenía miedo por el pelo de Siegh.

— ¿Se van a ir todos, papi?, ¿Cuándo volverán?.

— Lucy, amor, debemos llevar a Siegh para que lo revisen y vean que no tiene nada malo, ¿entiendes? Solo serán unos días, y te quedarás con tía Norm, Aisha y tus abuelos.

— Papi has estado poco en casa, —me dijo con los ojos llorosos.

— Lo sé, mi niña, y no sabes cómo quisiera estar contigo, Lara, Ars y Siegh todo el día, pero voy a estar un tiempo fuera de casa. Tú eres la mayor. ¿Puedes cuidar de tus hermanitos y enseñarle a Lara a ser una niña buena?

— Lara es mala. Me tira el pelo y sale corriendo, se sube a los abrazos del abuelito Paul y me saca la lengua, —me dijo con las mejillas infladas.

— Hablaré con ella. Pero no me gusta que peleen entre ustedes. Quiero que se cuiden.

— Está bien, papito, —dijo dándome un abracito.

— Cuando estés más grande, te juro que te sacaré a pasear por todo el mundo, mi niña. Lo juro.

Cuando llegó el día de partir, vi a Lucy muy determinada a cuidar la casa. A todo esto, hablé con Lara de que no le hiciera eso a Lucy, y solo me dijo: —No lo haré más, Rudy, —y me dio una sonrisa, para luego salir corriendo al patio con Leo.

— Bien, volveremos pronto, —le dije a mis padres y hermanas.

— Cuídense mis niños, —les dije a mis hijos.

— Adiós, papi, —dijo Lucy. — Adiós, Rudy, —dijo Lara. — Quiero tetas de Rinia, —creí haber escuchado que dijo Ars, que estaba en los brazos de la gata Jr.

En fin, nos teletransportamos cerca del continente celestial , y después de caminar un poco, llegamos al principio del acantilado que conectaba el continente central y el continente celestial.

— Uuuuuuh, sí que está alto, —dijo Eris mientras se ponía a subir.

— ¿Qué diablos haces, Eris? — dije.

— Subir, tonto.

— Amor, son 3000 metros de altura. No subiremos con Siegh de esa manera.

— ¿Vas a usar magia de gravedad? — preguntó Roxy.

— No, amor. Podríamos subir así, pero si somos atacados por monstruos sería un problema mantenerla para lanzar ataques con la otra mano, y no haré eso con Siegh en mis brazos.

— ¿Y cómo subiremos, Rudy? — preguntó Nana.

— Pues como subimos la meseta en Begarit, con un ascensor con magia de tierra, —dije creando una especie de cubo con ventanas y techo, y empecé a elevarnos lentamente con magia de tierra extrafirme.

— Esto es seguro, Rudy, —preguntó Silphy.

— Sí, tranquila, amor, —le dije, cerrándole un ojo, haciéndola sonreír nuevamente. — Por cierto, cada una póngase un collar para que no las afecte la hipoxia, y ponle uno también a Siegh, amor, —le dije a Silphy.

— ¿Qué es epo, hepo, hu (…) esa maldita palabra que dijiste, Rudeus? — preguntó Eris.

— Estábas conmigo y con Orsted cuando lo expliqué. ¿Ya lo olvidaste?.

— No, claro que no. Es que era una palabra difícil, —dijo mirando por la ventana.

— A 3000 metros, el aire es más delgado y no hay tanto oxígeno. No es peligroso, pero debes estar unos 2 días para aclimatarte. Con estos collares podremos caminar normalmente a pesar de la falta de oxígeno. ¿Entendiste, Eris?

— Claro que sí, —dijo desviando la mirada.

— Tú deberías estar acostumbrado, Rudy. ¿No eras sudamericano? Ahí están los Andes, ¿no?.

— Sí, pero no vivía en la cordillera, Nana.

—Pero me contaste que subías cerros Rudy, pensé que tenías llamas y usabas de esos gorros con orejeras, me dijo Nana.

—Oye ya te dije que no vivía ahí, eso es el altiplano y vivía muy lejos de ese lugar, yo no era un estereotipo, pffff bueno te entiendo, yo pensaba que todos los chinos comen arroz, Oooooh claro lo olvide, es cierto.

—¿Me llamaste China?, me dijo molesta.

—Tu empezaste, que demonios , falta poco para que pienses que también era un narcotraficante o era un torero.

—¿Eras torero?.

— Claro que no, eso es en España,—le dije ya algo molesto.

— Lo siento mi amor (...) ¿Pero alguna vez fuiste a las montañas?, —insistió Nana.

— Sí, hace un frío de los mil demonios, sin ánimos de ofender, Roxy.

— No, tranquilo, sigue contando de eso. Me gusta cuando hablas de ese mundo, —me dijo Roxy.

— Pues, son montañas muy altas, de más de 6000 mil metros, el doble del continente celestial. Atraviesan toda Sudamérica. De hecho, en este mundo, las montañas no son tan altas, salvo por donde dicen que está ese laberinto que entras por un volcán, esa debe tener unos 5000 mil metros, y creo que es la montaña más alta de este mundo.

— Entonces, Rudy, esas son las montañas más altas de tu mundo.

— No, para nada. Esos son los Himalayas en Asia. El Everest son casi 9000 metros.

— Me encantaría conocer eso. ¿Por qué no ocupamos los artefactos para entrar en tu mente, Rudeus? — dijo Eris.

— Porque yo nunca estuve ahí. Solo verías mi vida pasada, que era bastante aburrida, la verdad.

— No importa. Quiero ver, —dijo Eris.

— Cuando todo esto pase, lo prometo, —les dije.

Mientras subíamos, podíamos ver estacas de algún idiota que quiso escalar, un templo que estaba a unos 200 metros y una especie de camino que, según dicen, llega al continente demoníaco, que estaba a unos 250 metros de altura, bastante peligroso. Me recordó el camino que recorren Sam y Frodo para entrar a Mordor, es muy espeluznante.

— Apuesto a que yo podría escalar esa montaña de su mundo, —nos dijo Eris de pronto.

— ¿Cuál, el Everest? No podrías. Los escaladores que lo han conquistado deben llevar oxígeno, y hay más de 400 cadáveres de escaladores que murieron congelados o asfixiados en el camino. No es para nada una buena idea, Eris.

— Pfffff, son unos debiluchos. Yo sí podría, —dijo inflando el pecho. Nana me dio una mirada de "dejala hablar, es una demente."

En un momento, Silphy se paró de donde estaba y se acurrucó a mi lado, apoyando su cabeza a mi hombro.

— ¿Estás bien, Orejitas? ¿Aún estás molesta conmigo?

— No estaba enojada, es que yo sentí muchas cosas, Rudy, pero ahora estoy mejor.

— Escucha, ya te lo dije, pero lo repetiré, no dejaré que nada le pase a Siegh. Lo juro, —dije besando el cabello de mi esposa.

Descansemos un poco para reforzar el pilar y comer algo. Además, aproveché mientras las chicas comían de cambiar el pañal y bañar a Siegh.

— Vamos, campeón, te voy a lavar con agua tibia. ¿Está bien? Ahora te voy a secar y poner un pañal nuevo. Jjejeje, eres muy lindo, Siegh. ¿Qué haces, hijo? — Le dije mientras me tomaba el dedo.

¡Crack! ¡AAAAAAAAAHHHHH!

— Rudy, ¿qué te pasó? — Preguntó Silphy asustada.

— Mi dedo, —le dije. — Me rompió el dedo.

— Tranquilo, Dios, ¡tremendo grito que diste! Me asustaste. — Me dijo lanzando me magia de curación — El otro día me apretó la muñeca, mira, —dijo mostrándome la marca de una manito de bebé en su delicada piel.

— Dios, Sieghart, ¿qué demonios, hijo? ¿Será un niño bendito? — Pregunté.

— No lo sé, pero él es fuerte. De hecho, les dije a Lucy y Lara que no le tomaran las manos. Siegh aprieta muy fuerte.

— ¿Y me lo dices ahora? — Dije mirándome el dedo.

— Rudy, por favor. Te han cortado brazos y piernas, hasta te sacaron el corazón y lloras por un dedo, —me regañó Nanahoshi.

— Anda, ponle el dedo tú a ver si eres tan valiente, le dije

— Eres un niño, —dijo Nana, dándome un beso y pasándome mi sándwich, mientras sonreía y movía su cabeza.

— Eeeghre uhhn llooogron Ggrudeus.

— ¡ERIS, NO HABLES CON LA BOCA LLENA! — La regañó Silphy.

— Ghhí, Glaro. No gue preogupes, —dijo Eris sin hacerle caso.

Estuvimos ahí un rato mirando el horizonte, pero Eris rápidamente se aburrió, así que seguimos subiendo.

En un momento, ya debíamos estar muy alto, porque llegamos hasta una densa niebla, y había varios monstruos alados merodeando: una especie de dragones pequeños, o más bien lagartos alados y cabras voladoras, cabras carnívoras por cierto. Este mundo no deja de sorprender. Hay de todas las alimañas que te puedas imaginar.

Unos trataron de entrar al ascensor, pero Eris rápidamente les cortó la cabeza.

— Oye, Rudeus, creo que Sieghart con esa fuerza será un buen espadachín, —dijo Eris. — Apenas empiece a caminar lo voy a entrenar, —dijo mirando por la ventana.

— Creo que todos nuestros hijos deben ser entrenados en magia y esgrima, pero les diré algo, chicas, y no sé si estén de acuerdo. Yo quiero que ellos hagan lo que les haga felices, una vez sean adultos. Quiero que tomen su propio camino. No quiero obligarlos a nada.

— ¿Por qué dices eso? — preguntó Eris. — ¿Acaso no quieres que sigan tu camino?

— Para serte sincero, Eris, cuando volvimos a Roa, planeaba encontrar a mamá y después de casarnos trabajar de profesor o haciendo figuras y escribir libros. No planeaba convertirme en mago imperial ni emperador del norte.

— ¿Qué? Debes estar bromeando.

— No. Solo me hice fuerte para protegerlos, por eso, si nuestros hijos quieren seguir su propio camino cuando sean adultos, yo los voy a apoyar. Aunque sí serán entrenados hasta que tengan 15 años.

— A mí me parece bien, —dijo Silphy, apoyándose en mi hombro. Nana y Roxy también apoyaron, pero Eris no estaba convencida, ya que tenía un puchero en su boca.

— ¿Estás bien, Eris?

— Mmmmm, sí, pero mejor tengamos esta conversación cuando los niños estén mayores, —me dijo.

— Bien, como digas amor —le dije.

Seguimos subiendo, y en el camino Eris mató un par de cabras. Cuando paré para cambiar el pilar y aprovechar para limpiarlo de la sangre, Eris y Roxy destriparon y faenaron una cabra para comerla en la cena.

Ya estaba anocheciendo cuando finalmente llegamos a la cima del continente divino. Un gran prado se extendía frente a nosotros, sin ningún árbol a la vista. Hacía frío, así que traje el cubo con magia de gravedad e hice una fogata fuera de él, mientras asábamos la cabra para cenar.

— ¿Conocías acá, Nana? — Pregunté.

— No, de hecho, fue el único continente donde no viajé con Orsted.

— La estrellas se ven increíble, —dijo Roxy.

— Sí, estamos alto, se ve mucho mejor en la altura, —dije.

— ¿Cómo creen que será la ciudad de Aluce? — Preguntó Eris.

— Bueno, conociendo a Silvaryl, que es de la raza del cielo, deben ser personas muy refinadas y conocedoras del arte. Me imagino que grandes palacios, muy elegantes y una ciudad hermosa, —se imaginó Silphy.

— Sí, debe ser algo increíble, —dije. — Me imagino algo así como Milishion o el castillo de Perugius, —dije.

— Oye, Rudy, esta es la primera vez que me sacas en uno de tus viajes, —me dijo Silphy con un puchero.

— Pero amor, tú dijiste que querías quedarte en casa.

— Lo sé, pero sólo conozco la entrada del laberinto de la biblioteca y nada más. Solo me la he pasado de Asura a Ranoa y ahora el continente celestial.

— Bien, cuando acabe esto, las llevaré a unas vacaciones al Continente Milis, ¿qué les parece?

Todas, excepto Nanahoshi, se vieron felices. Todavía no les decíamos que nuestra vida con ella estaba a punto de acabarse.

Al otro día, nos levantamos temprano y partimos hacia Aluce. Orsted me había dicho que había varios monolitos que indicaban cómo llegar a la ciudad, y nos topamos de inmediato con uno. Eran monumentos dedicados al héroe Perugius, que era muy respetado en este continente, y de donde habría rescatado a Silvaryl. Pfff, espero que la gente del cielo no tenga el carácter de mierda de la pajara, pensé.

Nos topamos con varios monstruos, pero Eris y Roxy se los cargaron fácilmente.

A medida que caminábamos, empezamos a divisar montañas hacia el norte y el este, de hecho, en las montañas del este está el laberinto Infierno, uno de los 3 grandes laberintos. Orsted me dijo que su guardián es un demonio limo, el Rey Abismal Vita. Le pregunté si era tan poderoso como el Rey Demonio del laberinto de la biblioteca, pero Orsted dijo que Vita está en otro nivel y es sumamente peligroso. Bueno, será mejor cerrar la boca, si digo eso, Eris va a querer ir.

— Ahora que recuerdo, —dijo Eris. — En esas montañas del este ¿no está el laberinto Infierno? , uno de los 3 grandes laberintos (Mierda, pensé, ella ya lo sabía ). Creo que si vamos todos, podríamos llegar bastante lejos, ¿no crees, Rudeus? — Me dijo mirándome con una sonrisa.

— Déjao tranquilo, Eris. Casi lo matan a él y a Paul en uno. A Rudy no le gustan los laberintos, —le dijo Roxy.

— Mmm, pero cuando todo esto acabe, podríamos entrar a un laberinto, ¿no crees, Silphy? Será divertido — Dijo Eris, pidiendo la opinión de su esposa.

— No. En estos momentos estoy más preocupada de mis hijos, que ser aventurera, —dijo Silphy, que le sonreía a Siegh, que estaba en mi espalda en un portabebes.

— ¿Qué hay de ti, Nanahoshi?

— Ni siquiera tengo maná, Eris.

— Pero tienes esos anillos, y la pistola que te dio Rudeus. Por cierto, no lo tomes a mal, pero se te ve muy sexy ahí en tu muslo.

— Deja de mirarme, —le dijo Nana, algo molesta.

— Bien, bien. Solo era un cumplido, ni que quisiera acostarme contigo, —dijo Eris sonrojada y desviando la mirada.

Mientras las chicas hablaban de laberintos, de pronto divisé algo a lo lejos, así que tomé mis binoculares. (por cierto, había ✌️inventado✌️ los binoculares, y le había pasado uno a cada aliado: es decir, Zanoba, papá, Eris, Roxy. Envié varios para los caballeros de Ariel, y además los patenté con el patrocinio de Perugius).

Cuando miré, divisé edificaciones, pero no se veían tan grandes. Tal vez son de pocos pisos porque es un lugar sísmico, pensé. Pero Tal vez sigue siendo opulento.

Pero mis perspectivas se fueron a la mierda cuando llegamos cerca de la ciudad. ¿Ciudad? La verdad ni siquiera daba para aldea. Había unos edificios por aquí y por allá, hechos de piedra y barro, con algo de madera, y sin escaleras. Unos cultivos a las afueras, y se veían personas volando a lo lejos.

— Esto es decepcionante, —dije. — Pensé que vería catedrales como en Roma o como en los cuadros de mi mundo donde aparecían ángeles, —dije.

— Sí, yo pensaba lo mismo, —dijo Nana con desilusión.

La verdad, todos nos miramos decepcionados por Aluce, considerando como es Silvaryl, me imaginaba otra cosa de su tierra natal.

— ¿Y cómo mierda entramos? — Dijo Eris. — Hay una especie de campo de fuerza que la protege, —dijo tocándolo.

— Oye, Eris, no lo toques. ¿Y si te hubiera electrocutado? — La regañé.

— Lo siento, —me dijo pálida.

— ¿Y cómo entramos, Rudy? — Preguntó Silphy.

— No lo sé. Este campo debe ser para evitar que los monstruos y esa águila gigante los ataque. Tal vez deberíamos rodearla y buscar una entrada, —dije.

Estaba pensando en eso cuando Roxy me habló:

— Siento interrumpirte, mi amor, pero tenemos compañía.

Cuando miramos, varios hombres del cielo venían hacia nosotros con lanzas. Eran humanos hermosos, tal como en la mitología cristiana y judía de los ángeles: rubios, de ojos azules y con tremendas alas. Aunque portaban unas lanzas que no eran muy angelicales.

Aterrizaron frente a nosotros, e hicieron una brecha en el portal. Habíamos llegado a la ciudad de Aluce.


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