El terroso olor de la tierra llenó mis fosas nasales. Mis ojos parpadearon abiertos al ver que estaba enterrado con la cara en el suelo. Gemí al intentar levantarme del suelo. Mis articulaciones me dolían mientras me daba vuelta.
El cielo azul me miraba desde arriba y gotas de rocío matinal caían sobre mi cara.
—Espera, ¿mañana? —Me levanté del suelo—. Lo que noté de mí era que estaba frío pero eso no me molestaba. Lo que parecía molestar era el fuerte olor a sangre que llenaba mis fosas nasales. Miré hacia abajo y noté que mis manos estaban cubiertas de tierra, pero también podía ver manchas de sangre seca debajo de mis uñas y en mis nudillos.
Tomé un respiro de pánico al levantarme del suelo, mirando a mi alrededor en el bosque, traté de precisar la ubicación exacta de donde podía oler la sangre.