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100% Revelándome a ti / Chapter 9: La Carta II

Capítulo 9: La Carta II

— ¡Es una ramera!¿Cómo se atreve hacer esto? Tan sólo... tan sólo unos días estuvo aquí, maldita sea, tan cómodamente la infeliz — Llena de ira gritaba la madre al leer completamente la carta.

"Para demostrarte mi benevolencia hablaré con franqueza, toda esta linda fantasía que inventamos en un intento de sanar el vacío de nuestras almas acabó. Como os dije, tenía una importante decisión que tomar en mi viaje y lo hice ¡Estoy a punto de casarme! Alguna vez te hablé brevemente del primer hombre y gran amor que nunca pude superar, su presencia ha regresado a mi vida y me ha llenado de júbilo en mi cuerpo y mi mente, además de haberme hecho una propuesta formal ¡Entiéndeme es el amor de mi vida Gabriel! ¿Podrías por favor pensar en mi felicidad y el gozo que tengo de saber que el ser que vivió tanto tiempo en lo más profundo de mi pensar ,decida compartir su vida conmigo? Es un hombre digno, de porte, ideal para una descendiente de la realeza como yo, los momentos junto a él son para ir al infierno y al cielo en una sola caricia, cosa que nunca viví contigo.

¡Y no! No te enojes te lo pido, desde un inicio te dije que esto solo era algo divertido, un pecado entre tú y yo, no puedo seguir en este asunto patético sólo por compasión, como el hombre que tanto admiro espero que no estés arruinando la honra de una mujer como los demás. Fuiste un gran joven Gabriel, mi gran amigo.

Perdóname, haz como si nada hubiera sucedido ¿si?"

— Era obvio que ante esto reaccionara así ese tonto, él esperaba una tontita carta, no esta cosa horrenda, me impresiona la "benevolencia" de esa pendeja, hay que tener cuidado con la futura santa. Por Dios si esto es siendo amable, no me la imagino siendo la antagonista de una historia -contestaba con tono irónico la doña mientras intentaban abrir la puerta o tener señales de vida desde la quemada habitación.

— No encontramos las llaves y esta cerradura no quiere dejarse forzar ¿Qué hacemos? — decía la desesperada madre mientas aplicaba su fuerza a la puerta.

— ¿Voy por ayuda?

— ¡No, Aracelly! Por todos estos años que llevas de servicio, por todo lo que que me has confiado en secreto, por favor te lo pido, no digas nada de esto a nadie, la lluvia y la música han ayudado a mitigar el ruido de esta casa para que nadie más se entere ¡Por favor Aracelly, ayúdame!

Doña Aracelly sintió temor, nunca en su vida había visto a la señora llena de ira y tristeza. Recordaba la última vez que vino esa mujer de visita, deseaba devolver el tiempo y decirle unas cuantas cosas mientras le arrancaba su cabello de un jalón, se sentía impotente al no poder ayudar a tan bella familia que ahora pasaban por mal momento. Intentaba calmar a la señora diciéndole que Helena era una mujer joven y estaba en su derecho a elegir con quien estar, pero Ana no sabía si era acaso de mente muy cerrada pero para ella esa dama había hecho algo terrible.

Pero mientras intentaba calmarse para encontrar una solución, mayor fue su ansiedad al notar las gotas de sangre que habían junto a la puerta, y gritando mientras tocaba la puerta estando de rodillas recostado su cabeza en aquella barrera entre su amor de madre y su hijo, le rogaba que no cometiera una locura por una mujer indigna de él.

— Tranquila, sólo necesito tiempo para pensar -contestó una ténue voz al otro lado de la habitación.

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Se sentía como si estuviera fuera de su cuerpo, lo único que reaccionaba de él eran sus ojos que seguían llorando a cántaros, allí tirado en el piso en decúbito, intentaba encontrar una explicación a lo sucedido, no recordaba en que momento llegó allí y porque sus brazos le ardían mientras algo brotaba de ellos. Se sentía igual de destruido que aquella habitación que él mismo había destruido.

Sabía su relación había sido una estupidez, como novios de escuelita, solo para pasar el día juntos y entretenerse, pero dolía, sabía que ella amaba a alguien más, pero dolía, tal vez pensó que por fin era indispensable en la vida de alguien, que el hacerla sonreír lo hacia importante, ahora la verdad era que no; sólo era un bufón. Pero si todo era un juego ¿para que tanta mentira?¿para qué decirle que era especial?

Y así, avergonzado por su comportamiento ante la noticia y las molestias causadas a la familia, el sueño lo tomó para calmar su conciencia perturbada.

Era el inicio de la mañana, Ana no había podido dormir en toda la noche permaneciendo junto a la puerta sentada en el suelo. Ese día otorgó permiso a los trabajadores para llegar tarde y así afrontar el problema en privado. Doña Aracelly le entregó una taza de aromática con canela, allí viendo la taza recordó las veces en que Gabo hizo una pataleta, siempre lo calmaba su padre con sólo su presencia o Mercedes con una carta. Al recodar ello, tuvo la idea de llamarle, eso sí, manteniendo en secreto el asunto por respeto a Gabo, sólo él tenía derecho en hablar de su situación.

Envió a la doña por la joven, la cual se sentía dudosa de ir aquella casa que por tantos años evitó. Cuando llegó a la propiedad de los Ferrec, Luisa le abrió la puerta con la cara tan terrible que demostraba que no había dormido mucho, le contó de la pésima jornada del día anterior y la tormentosa noche en la que parecía que hasta los demonios hubiesen poseído la casa, las jovencitas recién habían caído dormidas.

Levantaron a Mercedes diciéndole que la Sra. Robledo la requería urgentemente, rápidamente se alistó para ir con la doña, puesto que a la cariñosa Anita nunca le podría negar un favor. En el camino le contó del estado de Gabo, del cual ella mintió diciendo que descocida las razones, pero que sólo sabía que ni su querida madre había logrado apaciguarlo. La joven se mostraba incrédula de que su visita pudiese hacer algo que ni la señora había logrado, pero nada se perdía con intentar.

Al llegar, la señora la recibió de un abrazo fuerte que le hacia sentir vibrar hasta las costillas, mientras con lágrimas pedía la ayuda de ella. Mercedes ponía su típica cara de extrañeza en la que abría demasiado sus ojos y fruncía sus labios, mientras en su mente formaba una idea sencilla de la situación, que simplemente era una pelea de novios y demasiado drama como siempre de su amigo. La doña por el bien de su ama, la llevó a la fuerza a descansar a su cuarto mientras con una reverencia a la joven dejaba todo en sus manos.

La joven se dirigió a la habitación, tocó la puerta mientras apoyaba la oreja en esta intentando detectar sonido alguno, lo hizo de nuevo esta vez anunciando que era ella y que no aceptaría que la dejase plantada,se apoyó de nuevo para intentar escuchar señales de vida en la habitación cuando de repente se abrió la puerta y ella cayó en la habitación.

— ¡Auch, mi hombro! Tranquila Merce, no pasó nada, olvídate del dolor. Espera ¿eh?... Oh ¡Ya entre! — dijo con emoción e incluso aplaudió, para luego autosilenciarse poniendo su mano en la boca, quitó esta para emitir llamados a su amigo — ¿Gabo dónde estás? No veo... este lugar es muy oscuro.

Gracias a algo algo de luz que entraba por la puerta vio una silueta al fondo de la habitación, sentado con la cabeza sobre sus rodillas — ¿Gabo?... ¡Gabo! — Caminó hacia él mientras daba un suspiro de alivio pero repentinamente la madera del piso quebradiza por las llamas que alguna vez la tocaron se rompió, su pierna izquierda se hundió y la hizo caer dándose un buen golpe en la frente escuchándose un estruendo fuerte — .Este lugar es una trampa... parece mi casa.

— ¡Caramba! ¿Estás bien?

Mercedes sacó su pie del agujero ese, se levantó y se colocó de pie frente a él, determinada y seria con sus brazos a los costados agarró con fuerza el vestido para tomar el valor de decir lo que él necesitaba buscado en su pensar las palabras adecuadas, se agachó suavemente y le abrazó, se apartó, levantó el rostro de Gabo con su mano y le apartaba sus negros cabellos de la cara.

— ¿Qué si estoy bien? ¿Qué hay de ti? ¿Qué te ha pasado? Deja de preocuparte por lo innecesario, preocúpate por ti. Vamos explícame con tranquilidad, no te juzgaré, solo tengo oídos para ti.

— Fue la chica de la que te hablé —decía llorando como un niño mientras apoyaba la cabeza en la pared e intentaba secarse con las manos.

— Ah, se pelearon ¿no? Tranquilo, en una relación es algo normal, debes controlar tus emociones, no podemos explotar ante lo minúsculo...

— Ya no somos nada, queridos "oídos". Ella me envió una carta ayer diciéndome que se va... se va a ca...ca...casar.

— Bueno, en la alta sociedad suele ser una actividad que usan para entretenerse, no creí que terminaras con la relación por eso, no sabía que amabas tanto los animales  —decía sorprendida mientras se sentaba frente a él.

— Casar con "s" Mercedes, con "s".

— ¿Qué?...¡Ay por Dios! —Se puso de pie mientras daba vueltas sobre su propio eje intentando guardar la calma, era una noticia repentina para ella, su trabajo ahora le parecía de mayor dificultad.

— No éramos nada oficial lo sabía, pero si tenia ese tipo de planes con alguien ¿por qué simplemente no me lo dijo? Hubiéramos terminado con este teatro, pero me dice con una mierda de carta hasta depronto ya estando en el altar. Es cuestión de confianza, además de que me pinta su actuar de tan linda forma y empieza a decirme que su galán es del nivel será de un príncipe austriaco, yo que sé.

— Ya entiendo, era eso... — Dejó escapar de sus labios un sollozo.

— No vayas a hacer eso Mercedes, es mi dolor, llora cuando algo te duela...

Fue ahí mientras veía esa mirada tierna de su amiga, mientras estaba sentada frente a él, que vino un recuerdo de hace muchos años. Un recuerdo de una Mercedes de 11 años, de cabello corto al nivel de las orejas, con un vestido de luto de grandes hombreras, él estaba a su lado mientras ambos veían de frente como el ataúd de su madre iba siendo sepultado poco a poco. Mercedes miraba atónita la situación, cubrió su rostro con sus pequeñas manos mientras se inundaba en lágrimas, para decir entre sollozos: "¿Por qué mamá nunca despertó?".Gabo a su lado, un niño calvo por culpa de Sansón que quiso arreglarlo para la ceremonia, no sabía cómo actuar ante su dolor y sólo pudo acompañarla tomándola de su mano, verla llorar era algo que él sólo pedía que nunca se repitiese y de hecho no pasaba desde eso.

— Soy un tonto, perdóname por llorar por algo así... — decía viendo lo minúsculo que era su situación ante verdaderas tragedias, además de sentirse un llorón como siempre le decía su padre y su hermano — Lloro por una estupidez cuando hay momentos peores en la vida.

— Los hombres también tienen derecho a llorar, tus sentimientos nunca serán una tontería, tontería que te hagas daño a ti mismo, mira cómo tienes los brazos. Bueno, si te parece salgamos de aquí y vamos a comenzar de nuevo, no podemos hacer como si nada hubiera sucedido, pero si reconstruirnos.

— Temo a enfrentarme a mi realidad Mercedes, después de esa puerta todo es un juicio para mi, quisiera vivir engañado de todo en este mundo de sombras.

— Es mejor ver la luz que hay allí afuera, decir con orgullo que lo lograste, superaste un obstáculo, vamos, sígueme.

Tomó su mano, se levantaron y dejaron aquel cuarto, Mercedes vio que él tenía los ojos hinchados, los brazos lastimados y sólo tenia pantalón, ella sólo pensaba que necesitaba aprender cómo ayudar a alguien en un mal momento, porque en realidad no le florecían las palabras.

«Aún mis ojos anhelan ser un manantial, quisiera huir de aquí como alma en pena y buscarla, que me diga en la cara todo lo que ha escrito, pero eso no cambiaría su decisión, solo hubiera querido su honestidad, en nombre del "afecto" que por mi sentió, aunque viendo a Merce, siento que se me olvida todo...». Pensó Gabriel al sentir el cálido sol fuera de aquella habitación.


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