Ese no era el problema, sino lo que uno de ellos sostenía.
Ese maestro levantó su mano en el aire, sosteniendo una cabeza cortada, una cabeza que tenía un rostro que William reconoció al instante.
—Genial... Simplemente genial... —dijo William en un tono bajo y calmado, pero por alguna razón infundió miedo en el corazón de los dos que lo rodeaban—. No me sigan, no llamen a nadie. Este rencor... lo resolveré personalmente...
William se giró sin siquiera mirar a Ibra o Lina. Sin embargo, los dos cruzaron miradas con William por un breve segundo. Y un pensamiento cruzó por sus mentes cuando lo vieron así... ¡Masacre!
William iba a matar a aquellos que hicieron esto a Smith, a matarlos a todos personalmente con sus manos.
—Oye, ¿cómo puedo bajar allá? —luego William se acercó al trabajador que sentía una presión de locura viniendo de William y de los otros dos a su lado.