Shen Yi levantó una mano y detuvo a su asistente de tirar a Gong Yijun por el puente.
—¿Sabes lo que le pasa a la gente me decepciona? —preguntó con firmeza—. ¿No fui claro al advertirte antes?
Gong Yijun no podía verlo desde donde estaba. La oscuridad que consumía la parte inferior del puente lo estaba esperando. Sus ojos se ensancharon, su respiración se entrecortó abruptamente. Todo su cuerpo se sacudió como si su garganta lo traicionara y sofocara su grito. Lo escuchó acercarse; la luz y los pasos seguros de Shen Yi eran como un susurro amenazador a su alma.
No parecía que iba a sobrevivir. Los sonidos a su alrededor lo encapsularon y alimentaron su miedo, desesperación y angustia. Solo se ocurrió que realmente había ofendido a la persona equivocada, y que era muy tarde para rogar por su misericordia. Probablemente no saldría con vida.