—Realmente deberías replantearte lo que acabas de decir... Te daré un minuto para investigar mi nombre, quizás entonces pienses diferente... —El anciano se sintió avergonzado por primera vez en una eternidad. Frunció el ceño profundamente, sin creer que alguien como Nial existiera en todo el universo.
¿Cómo era posible que un Rúnicero fuera ajeno a su nombre e identidad? Y si Nial sabía sobre su identidad, era uno de los mejores actores que Siegfried había encontrado jamás, y eso ya es decir mucho.
—Está bien... —Nial respondió con tono de derrotado, comprendiendo que el anciano no se iría antes de quedar satisfecho.
«Qué personaje más molesto. ¿Quién demonios se cree que es...?» Pensó justo para darse cuenta de quién era exactamente Siegfried Nar.
—El Santo Rúnico más guapo, creador de la Brigada del Desastre, la Daga de la Calamidad, la Cuchilla de la Cueva del Dragón y mucho más... —Nial murmuraba con un profundo ceño fruncido en su rostro.