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Noah era imparable. Obtener una fuerza física superior hacía que la Serpiente fuera impotente contra él. Las tormentas podrían ralentizar sus asaltos, pero solo terminaban por retrasar lo inevitable.
La armadura divina no se inmutaba, pero el ataque de Noah destruía todo en su interior. La oleada de materia oscura normalmente solo cortaría un trozo del cuerpo de la criatura, pero lograba hacer mucho más daño en esa área cerrada.
El hielo en el mundo comenzó a temblar después de que la Serpiente muriera por cuarta vez. El ominoso aura irradiado por ese material se volvió más intenso y forzó a más regiones congeladas a dispararse en el cielo.
El hielo parecía vivo. Reaccionaba a la condición de la criatura y no dudaba en llenar el cielo con tormentas cuando percibía que su creador estaba sufriendo.
Noah sabía que el hielo y la Serpiente tenían una estrecha conexión, pero no esperaba que ese material reaccionara excesivamente a la condición de la criatura.