El cuerpo de Layla ya estaba sufriendo los efectos de usar la espada negra. El tiempo que la había usado era mucho más corto que la última vez, pero eso sólo demostraba cuán poca resistencia tenía ahora al poder de la espada.
Sin embargo, al ver una oportunidad en la pelea, una oportunidad de acabar con todo, usó todo lo que tenía. Moviendo tan rápido como pudo, había pasado de un lugar a otro y había lanzado un gran golpe, pero no el golpe decisivo que necesitaba.
Su cuerpo estaba al borde del colapso, su mente a punto de apagarse y ser dominada, pero no fue ella la que dejó de extraer energía del arma, sino el arma misma.
La oscuridad de sus ojos estaba comenzando a desaparecer, pero los efectos en su cuerpo permanecían mientras Pine estaba allí sonriendo.
—Lo siento, prometí que te protegería, no quiero ser la razón de tu muerte —dijo la espada.