El impresionante físico de Carter hizo que la cama se hundiera bajo su peso cuando se sentó en el borde. Observó cómo los ojos de Dahlia se abrían como rendijas con el movimiento. Ella luchó por levantar su mano para que él la tomara.
—¡Oye! Tranquila, no te muevas —dijo él en un tono alegre. Intentando mantenerse optimista y evitar que su voz temblara al hablar. Tomó su pequeña mano en la suya, acariciando el dorso de esta. Podía sentir el calor de sus manos debido a la fiebre que la estaba consumiendo viva.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, sabiendo ya la respuesta.
Dahlia sacudió la cabeza. Abrió la boca para hablar, —Haz... —pero no salieron palabras, solo un jadeo ronco. Su voz había desaparecido. La plaga también se había llevado eso.
—Está bien, dulce niña, no hables. Solo me alegra verte —dijo Carter.