Las lágrimas de Abigail caían sin cesar, cada gota llevando un fragmento de su dolor. Se aferró a las manos de su madre, con un agarre fuerte y desesperado. Ansiaba una señal, un destello de guía, pero todo lo que recibía era una dolorosa mirada y silencio en respuesta.
En medio de su angustia, esbozó una sonrisa.
—Sé que tengo que encontrar las respuestas por mi cuenta —murmuró—. Encontrar la verdad será tumultuoso, pero lo haré. —Inclinó el cuello y miró hacia el techo como si hablara con Dios en el cielo—. Desearía poder ir a Christopher.
Con profundos suspiros y mejillas manchadas de lágrimas, Abigail reunió la fuerza para levantarse de su posición. Sabía que aún no podía abandonar su fe en Cristóbal. Había preguntas que responder, conversaciones que tener y la verdad que desvelar.
Se hizo una promesa silenciosa a sí misma y al amor que compartían. Confrontaría a Cristóbal y buscaría la verdad antes de saltar a conclusiones.