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El movimiento de Abigail fue rápido y sin esfuerzo mientras ponía hábilmente la crema de afeitar en su mandíbula, el aroma del dulce perfume llenando el baño. Ella comenzó a afeitarlo con suavidad.
Cristóbal miró asombrado, sus ojos fijos en su cara mientras ella se concentraba en su tarea. Se maravillaba de su habilidad y gracia, sintiendo una sensación de asombro por los muchos talentos que poseía su esposa.
Cuando Abigail terminó de afeitarlo, lo giró hacia el espejo y dio un paso atrás, una mirada de satisfacción en su rostro. Cristóbal pasó sus dedos por su mandíbula, sintiendo la suavidad de su piel. No podía creer la transformación—era como si hubiera sido transportado a un spa de lujo, con Abigail como su aseadora personal.
Se volvió hacia ella con una amplia sonrisa, sus ojos brillando con aprecio.—Guau, Abi, eres increíble. No tenía idea de que tuvieras esta habilidad escondida.