Hegemón Demonio Azul se sobresaltó un poco cuando vio a Ji Ning entrar a la jaula vacía. Sus labios se abrieron en una extraña sonrisa y dijo:
—Señor Dao Norte Oscuro, aunque al principio elegí menospreciarte he de admitir que siento un poco de admiración hacia ti. ¡Al menos tuviste el coraje de entrar directo a la jaula!
—Gracias por tus halagos —dijo Ning con una sonrisa—. Pronto, Demonio Azul, sabrás que tengo el poder suficiente como para igualar mi coraje.
—Puede que tengas coraje, pero es un coraje tonto —dijo Hegemón Demonio Azul solemnemente—. Chico, ¿estás listo? Una vez que estés preparado, lanzaré mi ataque.
Dado su orgullo, Hegemón Demonio Azul tenía absoluta confianza en su superioridad. No había forma de que se rebajara a lanzar un ataque furtivo: iba a aplastar a Señor Dao Norte Oscuro con un poder abrumador y directo.