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—Justo cuando He Tiantian estaba buscando una excusa para visitar a Liu Lingli en la Aldea Hujia, la propia Liu Lingli apareció.
—Habiendo cambiado sus originales dos trenzas por una, retorcida detrás de la cabeza, Liu Lingli llevaba una canasta con seis o siete pasteles de azúcar.
—Siguiendo a Liu Lingli venía un joven, su esposo, Hu Damao.
—En la mano de Hu Damao había dos botellas de licor, siguiendo detrás de su esposa recién casada.
—Cuando He Tiantian salió del trabajo y regresó, vio a Liu Lingli.
—Hermana Lingli, ¿qué te trae por aquí? ¿Es este tu esposo? —He Tiantian sonrió—. ¡Por favor, pasa!
—Mientras He Tiantian hablaba con Liu Lingli en la superficie, en su mente llamaba al Rey Serpiente.
«Gurulu gurulu mi...» —He Tiantian comunicaba urgentemente en su mente—. «Liu Lingli ha venido a nosotros...»
—El Rey Serpiente estaba cultivando, y al despertar de su meditación al oír la llamada de He Tiantian, leyó instantáneamente los recuerdos de Liu Lingli.