—Hanzhang, ¿cómo te sientes? —preguntó Chu Heng.
Chu Heng se sentó junto a la cama, sus ojos mostraban preocupación mientras miraba a Xiao Ruiyuan.
En ese momento, Xiao Ruiyuan se apoyaba débilmente en el cabecero, todavía pálido. Al oír el saludo de Chu Heng, su expresión se suavizó considerablemente, —Su Alteza, quédese tranquilo, Hanzhang no está en graves apuros.
—Conmigo aquí, incluso si pusieras un pie en la Puerta del Infierno, podría sacarte de vuelta, —dijo consoladoramente el Doctor Gui con una sonrisa—. Sin embargo, tus heridas esta vez son demasiado graves. Si esa joven no te hubiera sacado del bosque profundo y buscado con prontitud al Niño Yan, para cuando te encontráramos, ya habrías conocido al Rey Yama.
Al oír esto, Xiao Ruiyuan frunció el ceño; ¿realmente había sido una joven quien lo había rescatado de un lugar tan peligroso?