Se acercaba cada vez más y te movías más de un lado a otro para poder huir.
Y... ¡Un ladrido! Tras otro tras otro
No era un lobo sino un perro.
Sentiste un alivio tan tranquilizador relajando tu pecho adolorido por las duras palpitaciones de tu temeroso corazón; y más al ver detrás de él a su dueña. Era una niña (aproximadamente de tu edad).
-Zeus, ¿Qué haces?
Se quedó completamente perpleja cuando te vio en la trampa a unos pocos metros del suelo. Se llevó las manos a la boca y en sus ojos se hallaron el asombro y la angustia chocándose al mismo tiempo.
-¡Por Dios!, ¿Estás bien? Déjame sacarte.
Estiró la trampa y trató de desatar los amarres, pero eran muy resistentes para hacerlo con sus simples manos.
Él tal perro Zeus ladraba alrededor locamente mientras la niña lo hacia a un lado para pensar mejor como iba a sacarte.
-Espera.
Se agachó y de una de sus botas llenas de lodo (un marrón tan fuerte como sus botas) sacó una pequeña navaja con el diseño grabado en metal algo oxidado (irónicamente) de un venado.
-Es un buen momento para usarla.
Empezó a cortar las cuerdas hasta que la trampa se rompió. Te caíste tan brutalmente al suelo duro llenándote de lodo tan oscuro como sus botas, pero estabas libre. Salió de tu boca un alarido de dolor al caer, pero estuviste mucho mejor en unos segundos. Solo tuviste que mirarla a ella.
-¿Estás bien?
No pudiste dejar de mirar su mirada suave y áspera al mismo tiempo. Sus ojos eran tan penetrantes y dulces (combinación excelente) y estaban teñidos de un color verde olivo; el más hermoso color verde olivo que nunca habías presenciado en tu vida y que nunca podrá ser comparado con otro color en toda la historia.
No podías salir de ese abismo verdoso y fascinante que jamás habías sentido con el alma anteriormente y ella... digamos que lo notó.
-¿Hola? ¿Estas bien?
-¿Qué?
Volviste a la realidad (aunque no querías volver).
-¡Sí! Digo... yo... muchas gracias.
Se empezó a reír ligeramente y volviste a caer en su esencia.
Era bajita, con el pelo color avellana, sedoso y atado con una trenza al lado del hombro y un moño del color de una lila primaveral, su cara era blanca tanto como los tejados cubiertos por el invierno helado; pero su blanqueo facial no era nada helado, traía puesto encima un overol del color del moño y abajo de este una camiseta de amarillo canario.
Fue un rato en el que analizabas a todo detalle su silueta lisa y para nada grotesca.
Ella estiró su mano hacia a ti y aunque tardaste en entender el mensaje al final caíste en él. Te ayudo a levantarte entre más dulces risitas mientras te sacudías toda la tierra que tenias encima al caer.
-De nada.
Su sonrisa era linda. No, no solo eso era original. Una sonrisa sincera y peculiar no como las demás sonrisas falsas. La suya era distinta porque no era una sonrisa hipócrita ni ingenua a la falsedad era... una sonrisa real y eso la hacia (para tu persona) perfecta.
Ella era perfecta.
-Creo que deberíamos salir de aquí , ¿No crees?
Buena sugerencia.
-Claro, vayámonos.
Caminaron durante varios minutos derecho a la salida del bosque los cuales no eran suficientes para tener su compañía esencial.
-¿Cómo llegaste a esa trampa?
-Ah, bueno estaba huyendo y al correr no me di cuenta de la trampa puesta y ¡YA! Estaba atrapado.
-¿Huyendo de qué?
-De... oye ya que me ha entrado la curiosidad, ¿Qué haces en el bosque tu sola y ha estas horas?
Frunció el ceño y arrugó su nariz rodeada de pocas pecas suaves como si la pregunta la hubiera ofendido y sarcásticamente te respondió.
-Supe que un chico extraño cayó en una trampa para venados y vine a sacarlo heroicamente.
-Ja ja ja, Que graciosa, ¿En serio porque estas aquí?
Zeus te ladraba enérgicamente y perseguía su cola igual de juguetón, pero no podías dejar de percatarte de la chica que te había salvado.
Su expresión se entristeció.
-Me escapó de casa.
-¿Qué? ¿Por qué?
-¡Oye yo tengo mis razones para no contarte mi vida personal como tú las tuyas! ¿Ok?
No querías ofender la y callaste tus mil preguntas recién hechas en tu mente curiosa.
-Ok, pero ¿no crees que tu familia estará preocupada?
-Yo no tengo ninguna familia.
Sus ojos se le humedecieron un poco y volteó a otro lado para que no mirarás secándoselos. Siguió hablando aunque con la voz temblorosa (lo notaste al momento).
-Vivo con una mujer del pueblo y su esposo bla bla creo que ya todo queda claro.
-No lo creo.
-Pues para mí esta claro.
-De acuerdo.
Todo se quedó en un completo silencio. Doloroso silencio. Tal vez de más.
Hasta que ella lo despedazó en un instante.
-¡NI SE TE OCURRA DECIRLE QUE ME HAS VISTO A ALGUIEN! ¡Si lo haces te juró que te devolveré a esa trampa para siempre!
Su reacción era tan brusca y cruel. Una manera muy salvaje de haber matado al silencio.
Tú no sabías que decirle o que responderle. Tu lengua estaba en un difícil nudo que convertía "esas" palabras en muy burdos intentos de estas.
-¡No me has entendido! ¿Por que ahora no respondes?
Esa expresión de su rostro pálido, ¿era para ti o era para alguien que realmente lo merecía?
Te caíste al suelo verdoso del bosque lleno de espinas puntiagudas y hojas quebradizas de los arboles frondosos, pero no tuviste nada de tiempo para responder (aunque pudieras) pues se haya la fiera desencadenada en la chica de tan lindos ojos que en esos instantes estaban incendiad-ose vorazmente.
Notó tu confusión hasta la angustia que ahogaba tu mirada con el nivel mismo que su fiereza en ese entonces y se fue opacando el calor a muerte de su ser hasta ser por lo menos ser solo una llama de una vela pequeña y esa vela se esfumó con un suspiro forzado.
-Entendido.
-Entendido.
Siguieron su camino sin compartirse ninguna frase u oración en todo ese camino, pero no fue por lo ocurrido sino porque solo querían sentirse como dos almas calladas que disfrutaban el silencio del uno al otro. Funcionó.
-Bueno creo que aquí nos separamos, chico extraño.
-Sí, eso creo.
Te resinabas a decir una palabra más. Era lo mejor para todos. Solo era una despedida eterna y nada más, ni era eso porque era un momento que la volverías a ver. Su encuentro fue una sola coincidencia, pero...
No ibas a permitir que se fuera esa oportunidad de que no fuera una despedida eterna y ese tal vez de verla de nuevo con un chance.
-¡Mi nombre no es chico extraño! ¿Sabes? ¡Es Dallas, Dallas Betford!
Salió entre sus mejillas ruborizadas una preciosa sonrisa que te decía que pensó lo mismo que tu en no dejarlo todo.
-¡Yo soy Melissa! ¡Para que llames así cuando te vuelva a ver, Dallas!
Se perdió de tu vista igual que tu auto control emocional.La emoción y el consuelo estallaron en tu rostro hasta convertirse en un sentimiento ajeno para ti en ese pasado. Su semilla de esa emoción hizo florecer una sonrisa tan original como la de Melissa. Parecía que iba a trabarse tu mandíbula si la hacías por mucho tiempo, pero era imposible no sentirte de esa manera y expresarlo de esa igual manera.
Después de esa noche fue imposible no sacar ese tipo de sonrisa frecuentemente.