Akira
—Akira, ¿Qué fue lo que pasó?— preguntó Jefferson.
—Keita tiene a Lisa.
—Maldición, te lo dije. Ese pendejo no me gustaba para nada.
—Vamos a buscarla.
—Mira tu estado, tú no puedes salir de aquí.
—Mi estado me importa una mierda. Mi mujer y mi hijo están en peligro, así que sácame de aquí y vamos por ese cabrón.
—No puedo permitirlo.
—Entonces me iré yo solo, pero ni tu ni nadie me lo va a impedir.
—Tu herida se puede abrir.
—No me importa. La vida de mi mujer está en juego y es más importante que está simple herida— caminé a la puerta.
—Eres un imbécil, Akira. Yo te ayudaré, no me queda de otra.
Lisa
—Keita, ¿Qué es este lugar?
—Será nuestra nueva casa. La tenía preparada para ti.
¡Este hombre está loco!
—Me duele, Keita.
—Yo te ayudaré.
Me ayudó a entrar a la casa y me llevó al cuarto, sentándome en la cama y buscó un botiquín. Se puso de rodillas frente a mi y me puso una venda alrededor del tobillo. Estaba muy concentrado en lo que hacía. Miré alrededor intentando ver algún arma o algo que me pudiera ayudar a defenderme, pero no encontré nada. Si intento algo ahora y fallo, no podré ir muy lejos. Mi tobillo dolía mucho.
—Lo siento— besó mi tobillo subiendo a mi rodilla.
—¿Qué estas haciendo?— halé mi pierna de un golpe.
—No quise asustarte— se levantó del suelo y se sentó en el borde de la cama.
—¿Por qué me haces esto?— pregunté asustada.
—Porque te amo, lisa. Siempre lo he hecho desde que te conocí. Quería sacarte de ese lugar donde eras infeliz.
—Te agradezco que te hayas preocupado por mi, pero no tenías que hacerlo.
—Claro que si. Tú fuiste la única persona con la cual me sentí muy a gusto por primera vez. ¿Recuerdas cuando fuimos al parque?
—Sí, lo recuerdo.
—Fui tan feliz, lisa. Aún guardo esa foto— sacó de su bolsillo la foto que nos tomaron ese día en el parque.
—¿A qué se refirió Akira cuando dijo que lo traicionaste? — desvió la mirada.
—Yo no soportaba verlo haciéndote daño. Quería sacarte de ahí como fuera, por eso hice todo eso— sujetó mi mano y la besó, pero yo la quité.
—Tu actitud no me gusta. No sé en lo que piensas o lo que quieres hacer. Me das miedo. No sé cuáles son tus planes al traerme aquí.
—Quiero que seas feliz conmigo. Quiero que seas mi esposa, lisa. Quiero protegerte de ese monstruo que te lastimó, ¿No entiendes?
—¿No crees que fuiste demasiado lejos? ¿Cómo pudiste traicionarlo por algo tan simple?
—Él no merecía tu amor. No sé cómo pudiste enamorarte de él. Yo he sido bueno contigo y siempre te he protegido. Todo lo que hago e hice fue por tu bien.
—Me da miedo como estas actuando.
—No, no tienes que tener miedo de mi, yo solo quiero hacerte feliz. Déjame demostrártelo, no te vas a arrepentir. Podemos ser felices los tres— se acercó y me moví un poco.
Su cercanía me hacía sentir muy incomoda.
—No te acerques más, por favor.
Keita me empujó suavemente a la cama y se subió sobre mi.
—No quiero que sientas miedo, yo solo quiero lo mejor para ti. No sabes cuánto deseaba tenerte de esta manera, que estuviéramos solos y hacerte mía otra vez —antes que pudiera decir una palabra, él trato de besarme y lo empujé a un lado con todas mis fuerzas, luego me intenté levantar de la cama.
—¡No vuelvas a hacer eso! Jamás he estado contigo. ¡Estás mal de la cabeza!
—¿No lo recuerdas, lisa? Hicimos el amor dos veces. ¿Por qué me desprecias ahora? Yo solo quiero que seas mía. No te alejes de mi— se levantó de la cama e intentó caminar hacia donde mí.
—Si das un paso más, no te lo perdonaré nunca. No sé de qué estás hablando, jamás me ha acostado contigo. ¡Estás mal de la cabeza!— retrocedía cada vez más, hasta que no tenía cómo seguirlo haciendo. Ya estaba en la pared y aún Keita seguía acercándose—. Por favor, te lo suplico, no me toques. Si realmente quieres algo conmigo, no hagas esto— al decir esto, Keita se detuvo.
—Si no lo hago, ¿te quedarás conmigo?
—Sí, Keita. ¿Puedo sentarme en la cama y no me harás nada extraño?—el dolor de mi tobillo era inaguantable.
—Esta bien— una sonrisa espeluznante se reflejó en su rostro.
No quiero estar más aquí. Tengo que buscar la manera de contactar a Jefferson.
—Keita, ¿por qué no comemos juntos?— le pregunté, intentando evitar cualquier acercamiento de su parte
—Nada me haría más feliz.
—¿Puedo usar el baño? — le pregunté intentando no mostrar nervios.
—Claro, iré a preparar la comida, pero no te vayas de aquí.
—No lo haré, lo prometí.
—Eres tan linda— salió de la habitación.
Caminé rápido al baño, y busqué el teléfono. Le marqué a Jefferson lo más rápido que pude.
—¿Lisa?— escuché la voz de Akira en la llamada.
—¿Akira?
—Dime que estás bien, lisa.
—Si, pero no sé por cuánto tiempo. No sé dónde estoy, me trajo a una casa de dos pisos. No sé nada del camino que tomó para llegar aquí. ¿Crees poder rastrear está llamada?
—Estamos en eso, solo aguanta unos minutos en el teléfono. No te arriesgues mucho, debes esconderlo en algún lado de la casa. No dejes que te descubra, ¿De acuerdo? ¿Dónde está él?
—Él está...— no terminé de decirlo, cuando vi por debajo de la puerta la sombra de Keita.
—Lo sabía, no puedo creer en tus palabras tampoco— escuché su voz detrás de la puerta del baño, lo que me hizo sentir aterrada.
—Akira, ayúdame— escondí el teléfono dentro de un florero que había dentro del baño.
En ese momento se escuchó la puerta del baño abrirse. Miré a la puerta y ahí estaba Keita con el arma en la mano.
—¿Por qué, lisa? Yo confiaba en ti. ¿Por qué me haces esto?
—Escúchame, no me iré de aquí, solo baja el arma.
—Yo no quiero hacerte daño. ¿Por qué me pagas de esta manera? ¡Eres una malagradecida! —estaba llorando y sus manos estaban temblando.
—Baja el arma, se te puede disparar.
—Eso lo había escuchado ya de Yuji ¿Por qué las mujeres se creen que algo así podría pasar? Si se dispara es porque quiero.
—¿De qué mierda estás hablando?— se acercó a mí y me haló del brazo fuertemente llevándome a la cama.
Se subió sobre mí, apuntando el arma a otra dirección
—Tu amiga fue la que hizo posible nuestro encuentro, lisa. Te recuperé gracias a ella, ¿y así le pagas también?
—¿Qué le hiciste, Keita?— intenté forcejear con él para quitármelo de encima, pero al ver el arma tan cerca, tenía temor de que me disparara.
—Ella se murió, lisa.
—¿La mataste?— no podía dejar de llorar al pensar en esa idea y en la respuesta que él podría darme.
—Sí, a veces hay que hacer sacrificios. Solo quería estar contigo y ella amablemente me ayudó. Eres muy malagradecida.
—¿Cómo te atreviste? ¡Eres un monstruo! ¡Eres lo peor! —intenté golpearlo, pero él tiró el arma a un lado y me sujetó las manos.
—¿Lo peor? Te enamoraste de un imbécil que hizo cosas peores, ¿y eres capaz de decirme que soy lo peor? No tienes vergüenza, lisa. Tal parece que solo te gustan los hombres malos, que te traten mal y que hagan contigo lo que quieran, ¿No es así?
—¡Suéltame, maldito!
—Tanto que hice por ti. Te defendí de ese infeliz como pude y tú solo tienes ojos para ese cabrón.
—¡Te odio, Keita!
—Yo no puedo odiarte, aún traicionándome. No sabes todo lo que hice por ti y para tenerte. Me ensucié las manos y dejé de ser quien era, solo por ti. Te defendí de Akira todas las veces que intentó matarte. Me convertí en este monstruo por ti. Fui yo quien le disparó a Kyomi y alertó a los hombres de Kanji para que no te mataran ese día en la biblioteca, porque tu querido y amado esposo, te mandó a asesinar con todos ellos. Me interpuse entre cada plan de Akira con acabar contigo. Si no hubiera sido por mi, hubieras muerto hace tiempo. No quería que te involucraras con los asuntos de Akira, porque sabía que te lastimarían. Me fui en contra de Akira y de toda su gente, solo por liberarte de esa mierda de vida que ese imbécil te a hecho vivir y, aún así, te enamoras de tu peor enemigo. Él ha sido tu peor pesadilla y la de tu hermana, y aún así lo amas y vas a darle un hijo. ¿No te da pena?
—¡Cállate, Keita! ¡No quiero escucharte más! ¡Suéltame!
—La verdad duele, ¿Cierto? No quisiera lastimarte, pero no aguanto más —me besó violentamente, y lo mordí.
En un descuido, lo empujé con lo que me quedaba de fuerzas y me levanté de la cama rápidamente y agarré el arma del suelo.
—No te acerques o no respondo.
Me miró y se levantó de la cama lentamente con su mano en la boca.
—No te atrevas a acercarte. Yo no soy una asesina como tú. No quiero dispararte, no me obligues— mis manos temblaban al tener el arma en la mano.
—No tienes que hacerlo, solo suéltala. Aún puedo perdonar tu imprudencia e insolencia si te quedas conmigo.
—Yo no quiero estar contigo. Yo a quien amo es a Akira, a ese monstruo que me destruyó la vida; y si, voy a tener una familia con él y no me arrepiento ahora. De lo que me arrepiento es de haber confiado en ti. Te creía diferente, pero no, después de todo solo eres un asesino y un traidor. Mataste a mi amiga y heriste al padre de mi hijo; razones suficientes para odiarte con todas mis fuerzas, así que no te acerques más.
—Te quería ofrecer tantas cosas. Una mejor vida para ti y tu bebé, ¿Y así me pagas? — caminó lentamente a donde mí y caminé en dirección a la puerta, sin dejar de apuntarle y pendiente a cualquier movimiento que hiciera.
—Lo mejor para mi vida y la de mi hijo, es estar a lado de Akira; eso es todo lo que quiero ahora, así que no sigas caminando.
—No voy a permitir que tú y él estén juntos— intentó correr a mi dirección y yo cerré mis ojos halando el gatillo.
Mis manos no paraban de temblar. En ese momento sentí unos brazos alrededor de mi cintura, que me sujetaron fuertemente. No quise abrir los ojos pensando que sería Keita.
—Ya todo pasó—al escuchar la voz de Akira, me giré y lo abracé.
Al escuchar que se quejó lo solté.
—Lo siento, no quería lastimarte. Tampoco quería matarlo, perdóname —mi cuerpo estaba temblando y Akira me quitó el arma, mientras que puso su mano en mi cabeza y me acercó a su pecho.
—¡No van a quedarse juntos! —escuché la voz de Keita y, al girarme, pude ver que estaba sangrando del brazo.
—Te dije que no te ibas a salir con la tuya, Keita. Tú y yo tenemos un asunto pendiente. ¡Llévatelo, Jefferson! — ordenó Akira—. No mataste a nadie, corderito. Creo que tendré que enseñarte a disparar mejor— señaló a donde yo había disparado, y rio.
Gracias a Dios no fui yo quien lo hizo.
—Tienes que irte al hospital, Akira. Estás sangrando de la herida.
—¿Vienes conmigo?
—Sí—lo besé.
Salimos del lugar juntos y Jefferson se encargó de quedarse con Keita.