—¡Mira, hay un barco! —exclamó Annie, que había estado en silencio todo este tiempo, señalando hacia el horizonte sorprendida.
Las palabras de Annie silenciaron al instante a los dos.
Siguiendo la dirección del dedo de Annie, Anna divisó rápidamente un enorme barco. Estaba exultante y empezó a hacer señas con desesperación hacia el barco.
—¡Estamos aquí! ¡Estamos aquí!
Anna gritaba con todas sus fuerzas, revelando el deseo de supervivencia de un ser humano.
Pronto, Annie también se unió a los gritos de ayuda. El sonido de las dos mujeres viajaba lejos con la ayuda del viento marino.
Anna echó un vistazo a Ren Feifan y encontró que él permanecía callado, frunciendo el ceño como si alguien le debiera una fortuna.
—Ren Feifan, ¿por qué no gritas? Pronto seremos salvados. No, deberías encender un fuego rápidamente —exhortó Anna—. Cuando vean las llamas, nos notarán.
Pero Ren Feifan permanecía inmóvil, mirando fijamente aquel barco, sintiendo una sensación de inquietud.