Ya estaba avanzada la noche cuando Neveah fue despertada por ese dolor terrible que se retorcía en sus entrañas, la intensidad del dolor expulsó la ola de sueño de su conciencia casi inmediatamente.
Neveah se sentó en la cama, le había tomado cada onza de voluntad para evitar levantarse de un salto y soltar un grito.
Era el tipo de voluntad que Neveah no pensaba que podría reunir dos veces.
—Si no quieres que él lo descubra, tenemos que alejarnos, Veah. Aguanta. —el lobo de Neveah la consoló ansiosamente.
Aunque el lobo de Neveah constantemente le recordaba que no tenía sentido ocultarle esto a Menarx ya que él eventualmente lo descubriría, aún así acataba los deseos de Neveah de retenerlo por el momento.
Neveah inhaló profundamente, deslizando suavemente las cobijas compartidas por ella y Menarx.