—Irás a ducharte y comer algo tú misma, Isa. Y no es una sugerencia. Yo me encargaré de él —dijo Neveah firmemente, caminando alrededor de la cama.
—Yo... —Isalder comenzó a protestar pero Neveah la interrumpió.
—¡No estás bien, Isalder!... —siseó Neveah, frunciendo el ceño mientras el infante lloraba aún más fuerte, asustado por el tono de Neveah.
Neveah respiró profundamente de nuevo, esforzándose por calmarse.
«No eres tú, Veah... no eres tú.» Neveah repetía mentalmente su constante mantra para sí misma.
—Apenas puedes mantenerte entera y tienes un hijo del cual apenas sabes cómo cuidar... estás en dolor, todavía estás recuperándote del parto, estás de luto, desanimada... nómbralo... así que no, Isa, no estás bien.
—No hay nada en esto que esté bien y nadie espera que lo estés. Yo ciertamente no... puedes seguir alejando a Tara, pero confía en que no tendrás éxito conmigo —aclaró Neveah.