—Mi deseo es... —Neveah comenzó, alzando la mirada para encarar directamente a los ojos al rey Jian.
Neveah buscó en aquellos orbes desiguales, los tres dragones aguardaban sus palabras pero de alguna manera,
una mirada en los ojos del rey Jian y Neveah ya podía predecir cómo terminaría esto, por lo que incluso antes de pronunciar las palabras, no tenía ninguna expectativa.
—Déjame ir, permíteme dejar la Guardián del Dragón. —Neveah respiró lentamente, su tono cargado de agotamiento y desesperación.
Neveah lo había pensado una y otra vez.
Dejar la Guardián del Dragón era la única manera de encontrarse a sí misma verdaderamente, pero irse solo para ser perseguida y cazada por el resto de su vida no era la verdadera libertad.
Si los dragones simplemente la dejaran ir, Neveah podría recoger los pedazos de su vida y al menos intentar, si quizás, construir una vida de paz que le había sido negada.
—¡Escamas! ¡Veah! —Menarx exclamó consternado.