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—Debí haber dicho más... insistido en ir con él... detenerlo... cualquier cosa... Era el pensamiento recurrente en la mente de Neveah, un pensamiento que nunca dejó de atormentarla en el último mes.
Pero los arrepentimientos no cambiarían el hecho de que el mundo había sido quebrado, y mientras Neveah estaba de este lado... todo lo que le importaba estaba del otro lado.
Neveah empujó la puerta para abrir la sala de reuniones, sacudiéndose los recuerdos que habían inundado su mente.
—Señor de las Dunas —saludaron los ejecutores de duna.
Neveah no comentó sobre la dirección, en cambio, su mirada vagaba por la sala de reuniones.
Hace un mes, la mesa redonda había estado llena e incluso había requerido la adición de más asientos para acomodar a los invitados que habían llegado al Castillo de las Dunas.
Esos asientos añadidos no se habían retirado, y por lo tanto la ausencia de múltiples presencias en la mesa era obviamente notoria.