Oriana se cambió rápidamente a su nueva ropa, la tela cayendo con elegancia alrededor de su figura. —Conseguiré joyas a juego —informó Ana, dirigiéndose hacia la sección de joyería.
—Ana, tú también necesitas cambiarte de ropa —le recordó gentilmente Oriana, notando su vestido.
Ana reconoció su descuido. —Perdona por no mantenerme arreglada, Su Alteza. Me cambiaré rápidamente una vez que te tenga lista.
—Puedes adelantarte. Yo me encargaré de las joyas —insistió Oriana, concediendo a Ana el tiempo que necesitaba.
Aunque no era algo que interesara particularmente a Oriana, ella entendía que su deber como Princesa Heredera implicaba llevar cualquier cosa, dejándolo al criterio de Ana. Con una reverencia, Ana se excusó y dejó a Oriana a solas.