Narra Bahar Yildiz
Abrí la puerta del despacho de Evliyaouglu y la cerré con violencia.
—¡Que sea la última vez, la única vez que me vuelvas a hablar así en frente de todos! —le grité con la cólera corriendo por mis venas.
La adrenalina me bajó al ver que se encontraba con Kemal. Subí la vista hacia él nuevamente y me miró con furia, apretó los puños por debajo de sus costados y caminó en mi dirección. Kemal me observó y él también se puso de pie dudoso de interferir en este problema.
—¿Cómo te atreves a entrar a mi despacho de ese modo? —preguntó mientras caminaba en mi dirección y me sostenía del brazo con brusquedad. Me solté de su agarre de igual forma —Eres una irrespetuosa Bahar, conoce tu lugar.
Reí sin gracia. Aquí el único irrespetuoso era él yo, en cambio, estaba intentando vivir mi vida tranquila pero no, eso no bastaba. Siempre cuestionándome, siempre diciendo cosas despectivas de mí cada vez que tenía la oportunidad. Siempre queriendo ponerme por el suelo con sus humillaciones.
—El que debe conocer su lugar aquí eres tú. ¿Quién crees que eres Emir? ¿Un sultán? No te voy a permitir que me vuelvas a tratar así en frente de los invitados y mucho menos en privado.
—Si no quieres que te trate como una persona histérica, debes comportarte como una civilizada.
Le di una bofetada y lancé un grito enfurecido. Kemal corrió hacia nuestra dirección mientras Emir reaccionó de manera negativa. Apretó los dientes y sus dedos casi se enterraron en mi antebrazo.
—No me vuelvas a levantar la mano —me advirtió, quería intimidarme con su mirada inyectada de ira, pero no esquivé su mirada, la dejé ahí para que pudiera ver que no me provocaba ningún temor.
—Emir —habló Kemal—, ¿qué pretendes hacer? ¿Acaso le vas a pegar a mi hermana? —cuestionó incrédulo.
—No en tu presencia. Por favor, sal —contestó con frialdad.
Kemal agarró mi brazo y separó mi pequeño cuerpo de ese hombre y me colocó detrás de él de una manera protectora.
—¡Emir, no te voy a permitir que le pongas la mano encima a Bahar! —le señaló— Escúchame bien, si no quieres perder mi amistad y quieres que tú y yo llevemos la fiesta en paz, debes respetarla.
—No te metas, Kemal, ella es mi esposa y me debe respeto. Además, fue la primera que levantó la mano.
—Poco te hice. Debí romperte la cara, maldito.
—Bahar, por favor, cálmate —me pidió él y mi pobre corazón casi estalló al escuchar el sonido de su voz. Quería besarlo, no aguantaba estas ganas de estar lejos de él y que me hablara de esa manera tan suave y delicada. Sin embargo, pensé en todas las cosas que escuché y en todas las palabras crueles que me dijo y endurecí la expresión.
—No te metas, Kemal, este no es tu problema, vete y déjame sola con mi esposo.
Kemal se quedó en silencio analizando las palabras que le dije, bajó la mirada y volvió a subirla buscando alguna emoción en mi rostro.
—Vas a venir conmigo y te vas a calmar, eres mi familia y no dejaré que ustedes se golpeen mutuamente. No es sano.
—Llévatela, por favor, debes sacarla de aquí porque no tengo paciencia para estar aguantando a esta mujer.
—¿Ah sí? ¿Crees que tu presencia también es fácil de sobrellevar? No, no lo es. Eres un infeliz, Emir. No sabes cuanto te odio.
—Yo también te detesto. Has convertido mi vida en un infierno, ya ni siquiera soporto estar cerca de ti. ¿Cuándo vas a entender que no te quiero cerca? Ni para bien, ni para mal.
—Te lo advierto, si me vuelves a tratar así le diré a tu padre que en las noches vas a un burdel acostarte con mujeres y veremos quién obtendrá la presidencia de la empresa.
—Ah, ¿es por eso, tu histeria es porque me tienes envidia? Me dijeron que pediste un puesto en la empresa, pero para tu desgracia y mi alegría no vas a poder. ¡Das pena!
—Emir, no le hables de ese modo —le señalé.
—¿Por qué la defiendes a ella, Kemal? —cuestionó de manera agresiva.
—¿Quieres saber por qué la defiendo? Ella es una mujer y tú eres un hombre. Ella es delicada y tu fuerza sobrepasa la de ella. Ella tiene las de perder si la golpeas. Además, es mi hermana y no te voy a permitir que le faltes al respeto.
—Es increíble.
—Yo siempre te diré la verdad, Emir. Sabes que siempre soy sensato y esto no es saludable ni para ti ni para ella.
—Vas a pagarme por cada cosa que me estás haciendo, imbécil, te lo prometo. Esta empresa era de mi padre, no solo era de tu padre. Pero lo tienes todo controlado por el derecho que se te ha otorgado de ser hombre. Pero las cosas algún día van a cambiar y tú —señalé con mi dedo y golpeé su pecho varias veces— tú algún día estarás bajo mis pies.
Las lágrimas se me salieron y Kemal intentó sacarme de ahí, pero lo esquivé con todo el dolor de mi alma. Me encaminé hasta la puerta y él caminó detrás de mí y al salir intentó tocarme.
—No me toques —le pedí, mientras intentaba moverme para esquivarlo. Me limpié las lágrimas de impotencia que se deslizaban por mis mejillas.
—Bahar, no llores, linda —se acercó nuevamente a pesar de lo que le dije, limpió mis lágrimas con cariño y gentileza.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué actúas de esa manera? —le reproché— Te he dicho que no me toques, pero me sigues tocando.
Él no se molestó y yo me sentí una maldita desquiciada que no tenía el control de sus emociones. Ese día me sentía tan triste.
—No podemos hablar aquí, linda. Nos pueden escuchar —dijo en un murmullo. —Te llevaré a tu habitación para que te acuestes un poco.
—Yo puedo ir sola, no me tienes que llevar a mi habitación. Quiero estar sola, Kemal. No necesito tu lástima.
Acarició mi mejilla y me miró con tristeza.
—No me gusta verte llorar —me dijo con un hilo de voz.
Temblé ante su tacto y cerré los ojos. Mi corazón estaba descontrolado y latía desquiciado por él y no podía controlarlo por más que me dijera a mí misma que él no me quería, que él sentía un sentimiento solo de fraternidad por mí, la otra parte de mi conciencia no podía permitirlo.
—Pues no te acerques —sonreí con amargura— Siempre lo haces, Kemal... Es para lo que estoy hecha, para sufrir.
—Lo siento, linda, discúlpame por cómo te dije las cosas anoche. No era la manera de expresar mis sentimientos.
—Es lo que sientes y estabas en todo tu derecho de decirlo, así también como estoy en todo mi derecho de pedirte que te alejes de mí y que no me toques.
No apartó la mano de mi mejilla, al contrario posó su otra mano en mi otra mejilla y se acercó. Creí que iba a besarme y no podía dejar de sentir incontables corrientes que navegaban por mi estómago y que debilitaban mis piernas. Mi respiración se detuvo por un instante porque él pegó su nariz a la mía y cerró los ojos al mismo tiempo me dijo:
—Tienes razón. Pero no puedo hacerme de la vista gorda cuando mi hermana está en problemas con su esposo. No dejaré que Emir te golpee en mis narices. No dejaré que te lastimen.
—Es demasiado tarde, ya me han lastimado lo suficiente —pronuncié sin saber cómo continuar respirando— Sin embargo, puedes estar tranquilo. Él nunca me golpea… Solo sabe herir con sus palabras.
Abrí los ojos y él se alejó un poco de mi nariz. Sentí cómo ese frío arropaba mi cuerpo pero no por mucho tiempo, porque él subió a mi frente e inclinó mi cabeza hacia abajo y dio un delicado beso en ella.
—¿Kemal? —la voz de esa estúpida se escuchó y Kemal la miró, con delicadeza me soltó lentamente y le sonrió.
—Hola Cariño —dijo. Se acercó a ella para abrazarla, pero ella estaba algo molesta. Sí, estaba celosa. Tal vez estaba frustrada porque no podía reprocharle nada. Al final, yo era su "hermana" y podía estar con él y abrazarlo. Para los demás no tenía nada de malo.
Le dediqué una sonrisa a Samira y me volteé para continuar mi camino. Cuando llegué a mi habitación me recosté en mi cama y lloré, lloré muchísimo.
Pensé en mi niña, en todo lo que viví después de que fue asesinada por mamá. Desde ese día me sentía muy vacía, miserable, triste, porque ni siquiera tuve la oportunidad de llevar su pequeño cuerpecito en mis brazos.
—Bahar —me llamó Gül—, ahora fue que pude escapar de papá para quedarme contigo.
—Quiero estar sola, Gül, por favor —le pedí con voz llorosa y ella se acercó a mí y tomó mi mano. La miré a los ojos y ella me dedicó una mirada compasiva.
—No, no quiero dejarte sola, no hoy. No me pidas eso —sus ojos se cristalizaron— Yo sé qué día es hoy, lo recuerdo perfectamente.
—Siento que no puedo respirar, este dolor no cesa. Crece cada día y cada año que pasa mi corazón se rompe más.
—Lo siento, Bahar, lo siento mucho.
—Nunca lo voy a superar, aunque lo intenté. Fue un golpe muy duro. Melek me mató en vida. Tengo ganas de tomar alcohol y emborracharme para anestesiar este maldito dolor.
—¿Quieres que te acompañe al cementerio? —dijo— Podemos ir con la excusa de ir a visitar a tu papá. Podemos decirle a Ozgur.
Ozgur era uno de los guardias de seguridad de la casa, de vez en cuando también era mi chofer. Lo que más me gustaba de él era que no metía sus narices en problemas que no le interesaban. Yo podía hacer lo que quisiera delante de él y se quedaba en silencio, como si no hubiera pasado nada. Era el hombre de confianza, capaz de hacer cualquier cosa por mí y por Gül. ¿Sus razones? Gül. Ellos se gustaban, pero Gül tenía mucho miedo. A diferencia de mí, Gül no se atrevía a romper las reglas.
Mi niña ni siquiera estaba enterrada ahí. Pero yo misma le mandé a construir una tumba para poder ir a rezar por ella, por su alma y por el alma de quienes me la mataron y no necesariamente para que vivieran una vida feliz.
—Quiero ir y dejarle flores blancas.
(...)
Gül me sostuvo del brazo, caminamos hasta llegar al jardín, pero mamá estaba tomando el té con Burak y una invitada. Al verme, se levantó de donde estaba sentada y me miró extrañada.
—¿A dónde vas, hija? —cuestionó al ver que estaba dispuesta a salir.
—Voy al cementerio, mamá —respondí con seriedad—, iremos con Gül y Ozgur.
—Ozgur no está —habló ese anciano despreciable—, no van a salir solas, así que uno de los hombres de la familia debe acompañarlas.
Quise rodar los ojos, pero me contuve. Jamás le iba a decir a mis hermanos que me acompañaran a llevarle flores a mi hija.
No sabía cuál era el problema de ese estúpido, antes nos dejaban salir con los choferes, pero él no quería.
¿Acaso él sospechaba los sentimientos de Ozgur hacia su hija?
—Burak tiene razón, hija, no puedes salir sola. Espérame aquí, iré a decirle a Kemal para que te acompañe.
Me tensé y agarré a mamá por el brazo, y ella me miró con confusión.
—No. No hace falta.
—¿Quieres o no ir al cementerio? —inquirió.
No podía dejar de ir, me iba a sentir que le estaba faltando a mi bebé y me iba a sentir culpable toda la vida. Le solté el brazo a mamá y ella se dio la vuelta y caminó.
Narra Kemal
Me quedé sorprendido con el trato que Emir le daba a Bahar. Estaba muy furioso por cómo se había comportado con ella. Aquella vez en la mesa se me pareció muy raro la manera en la que él se refirió a ella, de la misma forma que la llamó en la discusión.
Histérica. Esa palabra despectiva sin duda fue una falta de respeto.
Lo dejé pasar, no le dije absolutamente nada de lo que dijo en la comida, pero esto fue la gota que derramó la copa.
Cuando Bahar entró a esa oficina de Emir, nosotros revisamos unos papeles de la empresa. Todo pasó de repente, solo levanté la mirada con el sonido que hizo la puerta al abrirse y cerrarse y cuando la vi gritando de esa manera, me puse nervioso por lo que pasaría.
Y cuando ella le dio el golpe, supe que tenía que interferir para que no se continuaran lastimando.
La vi llorando y fue algo que me dejó pensando demasiado en lo que había pasado la noche anterior. En las cosas que le dije. Fui muy cruel, esa no era la manera de deci4rle que no podíamos estar juntos. Pude haberle dicho de otra manera. Me sentía culpable porque yo sabía que ella estaba muy triste por esa situación.
Sin embargo, era eso o caer en la tentación de acostarme con ella nuevamente. No podía hacerlo, aunque las ganas me mataban. Estaba hirviendo y, a pesar de que me acosté con mi novia pensando en Bahar, las ganas de embestirla no cesaban.
Cuando ella estaba sentada en la mesa no podía dejar de mirar esos carnosos labios los cuales me provocaban al recordar todas esas travesuras que ella me hizo con esa carnosa boca.
¡Dios! Esta mujer estaba acabando con la poca cordura que me quedaba y ni siquiera estaba haciendo nada más que existir. Y solo bastaba eso para provocar una llama ardiente dentro de mí.
Y ese beso que le di en la frente cuando tenía ganas de poseer sus labios, cuando tenía tantas ganas de sentir su piel, oler su aroma y escuchar esos jadeos de pasión los cuales provocaría yo con tantas caricias desenfrenadas.
Pero... Admiraba ese autocontrol, si hubiera sido más joven y menos maduro, no hubiera aguantado tanto, hubiera estado con ella en la cama.
—¿Cómo está tu hermana? —preguntó Samira con una leve mueca de incomodidad. Estaba buscando en sus ojos alguna emoción, no quería que ella malinterpretara las cosas con Bahar. Sabía que debía estar lejos de ella, sin embargo, verla tan molesta y vulnerable me hicieron actuar de forma contraria.
—No ha estado bien, tiene algunos problemas personales —aclaré. Quería darle una explicación del porqué la estaba abrazando indirectamente. Aunque todos creyeran que Bahar era mi hermana, las acciones y las miradas nos delataban, y debíamos ser cuidadosos y guardar apariencias.
Gül descubrió que yo estaba enamorado de Bahar diez años atrás por la forma en la que yo la miraba. Ni siquiera tuvo que vernos acariciándonos como dos amantes, solo bastó con mi lenguaje corporal y no podía arriesgarme a eso.
—Espero que todo mejore, Kemal. Yo le sugerí a ella que saliéramos a desestresarnos un poco. Ya sabes, ir a un spa y esas cosas.
Le sonreí.
—Eso está muy bien, gracias cariño. Eres tan linda— acaricié su barbilla.
—No hay de qué cariño. Iré a tomar un baño y una siesta —avisé— te estaré esperando en la habitación.
Me besó superficialmente y luego se dio la vuelta.
Iba a regresar a la oficina pero mamá me detuvo.
—Kemal, espera un momento hijo.
Me acerqué a ella.
—¿Sucede algo mamá?— le dije.
—¿Tienes tiempo libre o estarás ocupado?—preguntó.
—No tengo nada que hacer mamá. ¿Necesitas algo?
—Sí, necesito que vayas con tu hermana al cementerio Kemal.
Fruncí el ceño.
—¿Al cementerio?
—Sí, Bahar quiere dejarle flores a una amiga que murió. Era muy especial para ella y hoy cumple años desde que falleció.
Tomé una bocanada de aire.
—No entiendo mamá.
—Sabes que la estabilidad de tu hermana pende de un hilo. No quiero que la dejes sola. Hoy está muy triste y rebelde y creo que necesita tu apoyo Kemal. Al final, ustedes son hermanos y se tienen mutuamente.
(...)
Burak no dejó ir a Gül al cementerio, le dijo que no iba a salir de la mansión porque no quería perderla de vista. Así que tuve que sentarme en el auto a su lado.
El auto era una especie de limusina, de esas que estaban completamente cerradas, así que el chófer no podía vernos ni escucharnos, eso era un punto a mi favor porque quería charlar con ella de lo que había pasado anoche. Quería decirle que no fue mi intención y volver a disculparme con ella.
Bahar me miró y yo también la miré, su mano descansaba al lado de la mía, solo necesitábamos unos pequeños movimientos para que nuestras pieles se tocaran. Moví mi mano, dudoso, y mis dedos se encontraron con los de ella y ella bajó la mirada observando cómo mis dedos se entrelazaban con los de ella.
—¿Qué... qué haces?— preguntó en un murmullo tembloroso. Con mi otra mano acaricié su mejilla y mis ojos se perdieron en los suyos.
—Lo siento—dije— no quise tratarte de esa manera, linda.
—Dime algo que no sepa— pronunció con frialdad. —Kemal, las cosas ya quedaron claras— tragó saliva y bajó la mirada.
—Bahar... Yo... Sé que te sientes mal por las cosas que te dije... Pero de verdad no fue mi intención.
Levantó la mirada, al mismo tiempo que el chofer se detuvo, así que quité la mano de su mejilla y alejé la mano de la suya. No podía respirar, quería decirle que la seguía amando aún más que la primera vez, aunque me arrepintiera, quería decirle que ella era la única mujer que me hacía temblar, que deseaba y la única que encendía mi cuerpo en llamas.
Pero no pude hacerlo, las cosas tenían que ser de ese modo, por desgracia no existía otra manera así que me tragué mis palabras. El silencio se rompió cuando el chofer abrió una de las puertas.
—Ya hemos llegado— dijo y yo asentí. Ayudó a Bahar a salir y yo salí por la otra puerta.
—¿Puedes traer las flores?— preguntó ella— hazlo con cuidado, no quiero que las flores se maltraten.
Su voz sonaba algo débil.
—Por supuesto señora.
Saqué las flores del baúl, eran unas flores muy bonitas. El hombre me entregó las flores y se quedó cuidando el carro fuera para darnos más privacidad.
Flores blancas... ¿Gardenias?
—¿Quién era ella?— pregunté y ella se tensó.
—No la conocías Kemal —contestó desanimada. Caminamos.
¿Cómo que no? Yo conocía a todas las amigas de ella. O tal vez hizo más amigos cuando me fui a Nueva York. Sí, tal vez fue eso.
—¿Su nombre?— insistí, la curiosidad no me abandonaba, quería indagar.
—Dafne—dijo—. Solo Dafne.
—No tiene apellido— fue una afirmación que estaba lejos de ser una pregunta.
Negó con la cabeza.
Cuando llegamos al lugar me quedé parado a cierta distancia para darle más privacidad.Ella colocó las flores blancas en alguna parte de la tumba.
—¿Puedes dejarme sola Kemal?— me pidió —necesito estar sola.
—¿Estás segura?
—Por supuesto.
Tenía curiosidad por saber quién era esa persona. No tenía fecha de nacimiento ni fecha de defunción, solo decía Dafne y ni siquiera tenía apellido. Era raro. Así que me quedé escondido. Ella miró a todas partes para asegurarse de que me había ido y cuando estuvo segura se volvió hacia la tumba.
—Hola mi amor — sonrió con tristeza y trazó la letra del nombre con la yema de sus dedos —aquí está tu mamá...
Fruncí el ceño y mi corazón palpitó muy fuerte dentro de mi caja torácica. Al principio creí que había escuchado mal pero después ella continuó hablando:
—Sí mi vida— volvió a decir —he venido a visitarte.
Comenzó a llorar, quitó la mano del nombre y la pasó por sus mejillas queriendo secar sus lágrimas.
—Ni siquiera tu padre sabe que estuviste en mi vientre— lloró nuevamente —él ni siquiera sabe lo feliz que fui cuando te tuve por un momento y la tristeza que siempre ha estado en mí cuando te arrebataron de mi vientre.
¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso estaba hablando de mí? No. No podía ser cierto. ¿Por qué yo no lo sabía?
—Bahar— la llamé tras salir de mi escondite.
—Te dije que necesitaba estar sola, Kemal.
—¿Era... nuestra?
Se quedó en silencio y tragó saliva. Yo no podía quedarme quieto, estaba temblando y no entendía qué pasaba. Solo quería una respuesta, sin embargo, ella nunca dijo nada.