--Levanta el brazo un poco más, la espada debe proteger también tu rostro --Aconsejó, rodeando y analizando sus flaquezas--. Abre un poco los pies, de manera que tengas mejor apoyo. La espada más alta, niño. En la batalla un segundo de indecisión cuesta la vida. Calma tu respiración, domina el tiempo que toma llenar tus pulmones. Mirada al frente y a los flancos, que le sea difícil al atacante emboscar tus puntos ciegos. Respira más lento, que no se escuche... Descansa.
Orion inspiró, insatisfecho por el lento aprendizaje del infante. Lork se sentó en el suelo, cansado y cubierto de sudor, nunca pensó que provocaría tanta fatiga entrenar posturas, incluso sin saber para qué las necesitaba.
--Ataques impulsivos lleva a una muerte segura --Dijo de repente, acercándose al niño de mirada impasible--. Tardé una vida en pulir mis habilidades. Mucha sangre fue derramada para ello. Por lo que si hoy deseo enseñar, es porque reconozco tu valía. Pero no sabes aprender.
--Matar conozco, mis manos lo hacen si lo quiero, solo debo dejar de pensar. --Dijo el niño, indiferente a la fiera mirada de Fira.
--Haberlo hecho no significa saberlo. No conoces las formas adecuadas, las maneras correctas para evitar una muerte segura. Eres niño, dicen los libros que aprenden rápido, pero desconocen todo.
Apareció ante su mano una espada de dos manos, pesada y delgada, filosa por ambos de sus lados. Desplegó de su cuerpo la totalidad de su energía, fue tal el poder que desató que hizo que las paredes vibraran. Fira tragó saliva, sin aliento y con el dolor en su pecho, aun cuando Orion había hecho lo posible para no influenciarla. Dejó caer la hoja al cuello del niño, quién palideció con el miedo dibujado sobre todo su rostro.
--Si conocieras las posturas podrías haberme bloqueado --Dijo después detener la espada sobre el terso cuello del niño, desapareciendo el arma y su energía sobrenatural--. No siempre el fuerte sobrevive. La muerte de alguien me lo enseñó.
Lork seguía temblando, su piel todavía no recuperaba el color y la voz no salía de su boca. Trató de mil maneras volver a su antiguo yo, a su comportamiento indiferente, pero por los cielos, sí que le estaba costando.
--Las posturas que me enseñó fueron diferentes. --Dijo Fira, un poco tímida por su valiente respuesta a una pregunta nunca hecha.
--Tu espada es corta, tu cuerpo es distinto. Las posturas que he de enseñarte deben ser diferentes. Más adecuadas a tu tipo correcto de lucha. --Explicó al lanzarle una breve mirada.
Fira asintió, sonriente por la respuesta, una más personal, que indicaba que había pensado en ella para enseñarle.
--Niño --Regresó su mirada a Lork, limpiando la humedad de sus labios con el pulgar--, tu cuerpo es un recipiente frágil, demasiado para intentar enseñarte todo, pero haré que te fortalezcas, poco a poco lo haré. Por el momento entrena las posturas, hazlo y prometo recompensarte con lo que más deseas.
--¿Pan de miel? --Preguntó, expectante por recibir una respuesta afirmativa.
--Eso y más. --Afirmó con la cabeza.
∆∆∆
Practicaba la espada al amanecer, cuando el lucero titilaba antes del alba, luego degustaba un trozo de pan o carne, para después templar su mente, alejándose de la locura que al despertar le susurraba. Meditaba con una actitud tranquila, encontrando los momentos adecuados para supervisar la extraña energía, la que parecía haber crecido en tamaño, ligeramente más poderosa, pero para nada hostil. Abrió los ojos, los rayos del sol se habían vuelto molestos, no se acostumbraba a ello, aunque admitía que los prefería a las oscuras y lúgubres tonalidades del laberinto. Inspiró profundo al levantarse, mirando desde su balcón a los diferentes batallones que día tras día entrenaban, sin excusas ni pretextos. El territorio al interior de la fortaleza se había vuelto pequeño por la inmensidad de soldados pisando la tierra, en su mayoría vestidos con harapos y con palos como armas. Giró, perdiendo el interés de lo que sucedía haya afuera. Se colocó las botas, el pantalón de cuero, la camisa, la túnica negra y, por último la capa de piel que cubría tanto su pecho como su espalda, para de forma inmediata proseguir a la puerta, donde su servicial escolta lo esperaba.
--Trela D'icaya. --Saludó Mujina, con el máximo respeto reflejado en su voz y ojos.
Avanzó, con una actitud tranquila y dispuesta para comenzar un buen día, quería aprovechar al máximo los segundos de vida que el nuevo mundo le había obsequiado, pero más que eso, quería explotar al máximo la eficacia de sus trabajadores no pagados.
*Investigación completada*
Tocó la notificación.
•Manos rápidas• —Brinda un aumento del 10% en la velocidad y eficacia de los trabajos manuales.
Sonrió complacido y satisfecho, una alegría que duró muy poco tiempo al haber sido remplazada por la sorpresa y confusión. El árbol de investigación mostraba más de veinte ranuras desbloqueadas. Recordaba que hace tan solo unos cuantos días había poco menos de diez, pero ahora, parecía que gracias a las cinco construcciones adquiridas después de la escaramuza nocturna muchas de las investigaciones predecesoras fueron desbloqueadas de forma automática.
Mujina mantuvo una postura estoica, no comprendía las razones de porque su soberano se detenía, sonreía con placer o astucia y, hasta veces compartía consigo mismo frases que para ella sonaban extrañas, pero nunca hizo por preguntar, alarmarse o cuestionar su comportamiento, su obligación era la obediencia y la protección, solo eso, lo demás no le correspondía saberlo.
Reanudó el paso, cambiando la dirección a una conocida, pero muy pocas veces visitada.
--Ve a la sala de investigación y dales esto, que empiecen de inmediato --Extrajo un libro y un plano enrollado de la nada. Mujina asintió y con las manos extendidas aceptó los objetos--. Ah --Hizo aparecer dos monedas de plata--, también hazles entrega de una moneda a cada uno. Menciona lo complacido que he estado del trabajo que han hecho.
--Sí, Trela D'icaya.
Se despidió con respeto, retirándose para cumplir con la encomienda a pasos veloces.
Abrió la puerta, su mirada barrió el interior, cayendo en las repisas de documentos enrollados, en la joven dormida en el suelo con una postura no muy cómoda, en los diversos papeles y libros regados por la mesa y finalizando en su fiel subordinado, quién con una expresión somnolienta le miraba, mostrando que acababa de despertar.
--Señor Orion --Dijo adormilado, para después bostezar, masajear su rostro y quitar las lagañas de sus ojos-- ¡Señor Orion! --Se levantó con brusquedad, ahora sí despierto y con la sorpresa en su rostro-- Idril, despierta --Golpeteó la mesa--. Mil disculpas, mi señor ¡Idril!
Idril abrió los ojos con lentitud, volteando para ver al Ministro mientras quitaba de su cachete un papel que se había pegado por la saliva derramada. Jugó con sus ojos, intentando aclimatarlos a la luz de la mañana. Bostezó, pero su acción fue interrumpida al notar al extraño, el alto joven que le miraba con tranquilidad.
--Señor Barlok.
Se levantó, tropezando al frente por un objeto mal colocado en el suelo. Orion impidió su caída al tocarle la frente con su palma.
--Ruego me disculpé, señor Barlok. --Se retiró dos pasos hacia atrás, bajando la mirada.
--Ve por bebidas calientes. --Ordenó Astra con la vergüenza plasmada en su sonrisa.
Idril asintió, volvió a respetar a su soberano con una ligera reverencia bien entrenada, para al final salir por la puerta.
--Mucho trabajo. --Dijo por fin.
--Lo normal, mi señor.
--Hay asuntos importantes de los cuales hablar. --Dijo al sentarse en la única silla disponible.
--Lo escucho, mi señor. --Se sentó, cambiando los libros de la mesa al suelo con rapidez.
--Tengo dudas. --Suspiró.
--Pido me perdone, mi señor --Dijo de inmediato al bajar la mirada--, he estado aprendiendo el comportamiento adecuado y creo que por ello mi trabajo ha sido menos eficiente. No hay excusas, lo sé. Cualquier castigo que decida lo aceptaré, mi señor.
--No de ti, Astra.
--Gracias, mi señor. --Suspiró para sus adentros.
--Mis dudas son referentes a la administración de estas tierras --Percibió la llegada de su dama guardiana, tanto por su particular energía, como por la mirada de Astra. Guardó silencio, admirando las montañas de papel--. Hay cosas urgentes por resolver, materiales por conseguir y recursos que demandar, gente sin hogar y, aún no descubro personas capaces. La vahir se ha desarrollado muy rápido, el aumento de la población ha sido una ventaja, pero esa ventaja podría convertirse en la futura destrucción de este lugar.
--Quien se atreva a albergar tales pensamientos lo exterminaré, mi señor. --Dijo resuelto, abriendo y cerrando sus fosas nasales.
--No lo pongo en duda. --Asintió complacido.
Idril llegó, colocó en una mesa cercana la charola con el recipiente que contenía la bebida caliente, acompañada de dos tazas, una de plata y una de madera. Hizo espacio en el escritorio del Ministro, acomodando los diversos documentos en un lugar provisional.
--He oído rumores sobre mi nuevo ejército insultando a los pobladores de la aldea.
Idril volteó al recibir la mirada de su soberano, temblando con nerviosismo. Apretó la pasta del grueso libro, no sabiendo ocultar el temor que sentía.
--Son ciertos, mi señor --Dijo Astra, observando de reojo a su ayudante--. Han ocurrido algunos problemas con el término "sangre sucia" que ellos ocupan para referirse a los residentes más viejos de la vahir...
--Sé que eres un Kat'o, niña y, sé que fuiste tú quién informó a Astra de lo sucedido. --Dijo al aceptar la taza de plata.
Idril tragó saliva, respiró profundo y dejó caer una lágrima de sus bellos ojos cafés.
--Lo siento mucho, señor Barlok. Mi intención nunca fue ofender a su ejército, fue un momento de desahogo con el señor Ministro, ahora entiendo mi mal.
--No estoy enojado contigo --Volvió su mirada a su joven subordinado--. Astra ¿Qué hiciste con aquellos hombres?
--Nada, señor. --Dijo con honestidad, entendiendo ahora su error.
Orion frunció el ceño, pero podía intuir la razón detrás de esa decisión.
--Te llamas Idril ¿No, niña? --La ayudante asintió--. Ve a dónde Kaly y ordena bajo mi nombre que castigue a cinco de esos infractores llevándoles al centro de la vahir, los amarre a un poste de madera y los deje a la intemperie por dos días, sin comidas --La ayudante tembló en su interior, imaginándose lo terrorífico que sería vivir ese castigo--. También les ordenarás bajo mi nombre que nada de distinciones, en estas tierras todos son iguales y, quién se atreva a desobedecer lo mataré yo mismo ¿Comprendiste?
Idril afirmó con la cabeza, dejó el recipiente de vuelta en la charola, se despidió con respeto de ambos hombres, nerviosa por la encomienda dada.
--Erré en mi decisión con lo sucedido, mi señor, olvidé el aprecio que usted tiene por los Kat'o.
--Los sangre sucia son todos los residentes de Tanyer --Dijo, sorbiendo un poco de su bebida--, a los ojos de los reinos humanos, como se ocupa el término en los libros. Tanto Kat'os, como islos, estelaris, brins, antars, kretzos, vaios, druns, nadras, son razas contaminadas, salvajes sin valor y de los que pueden abusar a gusto. Ante sus ojos somos inferiores --Rechinó los dientes--. La maga hizo lo que hizo porque pensó que nadie podría tocarle, el ejército invasor nos atacó porque creyeron que éramos débiles. Astra, si permito que ahora mismo comience una división en mi ejército, no resistiremos los ataques posteriores --Apretó el puño--. Por ello cortaré de raíz el problema, así me tenga que deshacer de la mitad de mis nuevos soldados.
--Lo desconocía, mi señor, pero usted pose mi arco, decida la dirección y ahí dispararé.
--Regresando a lo que me ha traído aquí, pediré por un informe completo de tu autoría con los rasgos anteriormente mencionados --Se levantó, al tiempo que Astra lo imitaba--. Ah y, envía un pequeño escuadrón al hogar de los antars, con un decreto de mi persona para que diez de sus mejores extractores de recursos terrestres se trasladen a esta vahir.
--Sí, señor Orion.
--Continúa. --Ordenó, retirándose del lugar en compañía de su dama guardiana.
∆∆∆
El terreno pastoso, húmedo por el rocío de la noche, levantado en algunas partes por los descuidados pasos, o armas que sin una intención bélica ejecutaron la orden. Las pláticas, placenteras, que permitían olvidar por unos breves momentos las ampollas de las manos, los pies cansados y, el fatigado y rendido cuerpo. Dispersados entre grupos varias mesas se encontraban, no distanciadas, pero si con distinciones entre sí. Los ruidos altos de carcajadas provocadas por chistes fuera de lugar, obligaban a los comandantes a actuar con gritos y promesas de reprimendas que en la mayoría de los casos resultaban siendo efectivas.
--Putos sangre sucia --Dijo, metiendo un pedazo de pan duro a su boca con un poco de papilla-- ¿Cómo se atreven a despreciarnos?
--¿Crees que el Barlok sea un sangre sucia? --Preguntó un novato, sonriendo con timidez por la mirada de sus mayores.
--Mierda, espero que no. Ya perdí mi honor al rendirme, no pienso perder mi oportunidad de ir a la Tierra Eterna por servir a un sangre sucia.
--Sangre sucia o no --Dijo el mayor de todos sin levantar la mirada de su plato, provocando que la multitud guardara silencio para escucharlo--, no poseemos los requisitos para entrar a la Tierra Eterna. Es mejor aceptarlo de una vez. --Suspiró, volviendo a comer sin prestar atención a las miradas extrañas de sus compañeros.
--Tiene razón el viejo, somos esclavos con armas, no poseemos los requisitos ni siquiera para pedir una comida digna. --Arrojó el plato al frente, un recipiente que se encontraba vacío, con la más pequeña migaja limpiada.
--¿Estoy escuchando una proposición? --Preguntó una dama con una mirada y sonrisa astuta.
--Por supuesto que no --Negó con rapidez--. Si su promesa es verdadera y trae a mi familia, lo serviré con todo mi corazón.
--¿Aunque sea un sangre sucia? --Arremetió el hombre manchado de papilla.
--Aunque sea un puto aliado de la noche.
La mayor parte del grupo hizo por tocar sus muñecas de forma religiosa, un acto al parecer habitual.
--Por los Sangrados, tampoco traigas esos nombres...
--¿Quién es Fergus?
Guardaron silencio, en un esfuerzo por conocer al autor de aquella vigorosa y autoritaria voz.
--¿Comandante Kaly?
--No, excomandante Kaly, Jona --Dijo Fergus con una sonrisa rebelde, hombre de rasgos feos, duros y con una historia de cicatrices en el contorno de su cuerpo--, no olvides que ahora todos somos iguales. Excepto esos hijos de la sangre putrefacta.
Idril, quién se encontraba detrás de Kaly y los dos altos hombres a su lado frunció el ceño, pero no habló, no quería interferir más de lo necesario.
--¿Tú eres Fergus?
--Lo soy, pero no puedo satisfacer tus lujuriosas intenciones, el comandante puede vernos, claro, que si te gusta que te observen...
Fergus cayó al suelo, con el labio reventado y con los cabellos desordenados, hizo por levantarse, pero parecía que el golpe había hecho algo más que solo tirarlo.
--Quien haga por levantarse compartirá el mismo destino. --Amenazó.
El hombre a su lado dio un paso al frente, colocando una postura ofensiva con una expresión dura. Los soldados retomaron sus asientos con calma, suspirando con furia contenida.
Fergus parpadeó, intentando enfocar, cayó de nuevo, colocándose en cuatro patas. Levantó la mirada, pero lo único que aprecio fue la planta de una bota.
--Diré cuatro nombres más y, espero que no sean tan idiotas como este heces de caballo.
Al terminar de nombrarlos, los cuatro hicieron por levantarse con renuencia, mirando con curiosidad a la excomandante.
--Podría preguntar ¿Para qué somos requeridos? --Preguntó, no era tonto, el comandante que los formaba ya había pasado miradas por su mesa y no había hecho ni el mínimo movimiento por detener a la dama, era claro que nada bueno les esperaba.
--No puedes --Dijo de inmediato, callando con su mano a Idril, quién se disponía a aclarar la interrogante--. Ahora camina, iremos a un lugar especial.
Uno de los hombres cargó al desmayado Fergus, Idril avanzó detrás de Kaly, mientras el otro hombre forzaba a los cuatro soldados a caminar delante de él.
--¿Qué les harán? --Preguntó el novato.
--¡Ustedes! --Gritó el comandante con voz de trueno-- ¡Vuelvan a sus platos!
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